El pensamiento como provocaci¨®n
Marx comenzaba el primer libro de su "cr¨ªtica de la econom¨ªa pol¨ªtica" con la constataci¨®n de que el mundo moderno presenta una imagen indiscutible: es una gigantesca acumulaci¨®n de mercanc¨ªas. O, lo que es lo mismo, una gigantesca acumulaci¨®n de valor. El hecho manifiesto de que este valor no guarda proporci¨®n con la utilidad de los objetos que lo ostentan proporcionaba a Marx la ocasi¨®n de una cr¨ªtica radical de la sociedad industrial -una sociedad en la cual el valor de cambio ha eclipsado por completo al valor de uso: no circula lo que vale, sino que vale ¨²nicamente lo que circula- y de la consiguiente resoluci¨®n del enigma del capitalismo: el trabajo humano abstracto e indiferenciado como origen secreto de la estructura social. Cuando Baudrillard, al comienzo de su carrera como te¨®rico, public¨® su Cr¨ªtica de la econom¨ªa pol¨ªtica del signo, todo invitaba a ver su discurso como una versi¨®n, ampliada y actualizada por el desarrollo de la sociedad de consumo y el impacto del estructuralismo, de una cr¨ªtica que se aten¨ªa en lo esencial a esas mismas coordenadas: en la hipertofiada acumulaci¨®n de signos que constituye el rostro del mundo postindustrial, la incesante circulaci¨®n de significantes no obedece al contenido de los significados que vehiculan, sino que es perfectamente aut¨®noma con respecto a ellos y encierra en s¨ª misma un valor independiente de todo significado, el valor "simb¨®lico" generalizado y descualificado. Sin embargo, ya en aquella temprana perspectiva Baudrillard mostraba su distancia con respecto a las nociones de "subversi¨®n" o de "alienaci¨®n" y buscaba en otras fuentes, de la mano de una antropolog¨ªa inspirada en Bataille, un nombre con el cual designar a lo que podr¨ªa poner l¨ªmite a esa circulaci¨®n infernal y vac¨ªa. La ¨¦poca que le toc¨® vivir fue ampliando hasta tales extremos la proliferaci¨®n de lo simb¨®lico vaciado de todo contenido, la sustituci¨®n de lo real por la hiperrealidad, el relevo de la experiencia por la simulaci¨®n y de la pol¨ªtica por el espect¨¢culo, que en el curso de su propia reflexi¨®n tuvo que ir modificando, no solamente su propio an¨¢lisis (la cr¨ªtica normalizada de la sociedad de consumo ya se hab¨ªa convertido en una mercanc¨ªa consumible entre otras, y el cr¨ªtico en una suerte de showman venido a menos), sino tambi¨¦n la definici¨®n de a qu¨¦ cosa puede llamarse "cr¨ªtica" en los tiempos que corren y de cu¨¢l ha de ser en ellos el lugar del intelectual. Con un gesto que cambia el impulso subversivo por la tendencia a la perversi¨®n, y que asume la estelarizaci¨®n del intelectual oblig¨¢ndose a otorgar a su palabra el r¨¦gimen de la provocaci¨®n, Baudrillard fue poco a poco especializ¨¢ndose en lo que podr¨ªamos llamar una "est¨¦tica de lo peor": con una mirada ¨²nica, capaz de reunir el pesimismo m¨¢s benigno con la esperanza m¨¢s maliciosa, ve¨ªa en la propia vocaci¨®n totalizante y totalitaria del sistema de la simulaci¨®n que, a escala mundial, hab¨ªa vuelto caduco todo el viejo esquema cr¨ªtico del discurso te¨®rico, el caldo de cultivo de fen¨®menos de resistencia igualmente irrefrenables. Fen¨®menos que, claro est¨¢, desde el punto de vista "constructivo" del sistema s¨®lo pueden aparecer como negativos y disfuncionales, se convirtieron para ¨¦l en la evidencia de que el ideal de homogeneizaci¨®n y protecci¨®n omniabarcante es, al mismo tiempo que la peor, tambi¨¦n la mejor forma de hacer cada vez m¨¢s f¨¢cil y posible la reactivaci¨®n de las reservas de heterogeneidad, de azar, de seducci¨®n y de reanimaci¨®n del pensamiento. De ah¨ª su inveterada afici¨®n a lo pol¨ªticamente incorrecto: su simpat¨ªa hacia el obstinado silencio de las masas votantes-consumidoras, inasequibles a todo esfuerzo de "concienciaci¨®n", su indisimulado goce ante la "fragilidad" de las superpotencias democr¨¢ticas frente a los fundamentalismos armados, sus an¨¢lisis electrizantes de la guerra del Golfo o de los atentados del 11-S. Su mensaje parece ser ¨¦ste: en un mundo en el cual la verdad misma se ha vuelto falsa, el pensador ya no puede representar la denuncia de la mentira sin caer en la misma l¨®gica que pretende combatir; por tanto, la teor¨ªa no tiene que hacer el mundo m¨¢s inteligible sino m¨¢s ininteligible, m¨¢s dif¨ªcil de manipular, m¨¢s extra?o y, por ello, m¨¢s vivible: "El estatuto de la teor¨ªa s¨®lo podr¨ªa ser el de un desaf¨ªo a lo real".
Fue capaz de reunir el pesimismo m¨¢s benigno con la esperanza m¨¢s maliciosa

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