A cuestas con la estrategia
Algo est¨¢ equivocado en la estrategia de un Gobierno cuando es la oposici¨®n la que marca continuamente la agenda pol¨ªtica y medi¨¢tica. Algo est¨¢ equivocado en la estrategia del PSOE cuando es el PP el que logra encerrarnos a todos en su propio temario y cuando no parece posible evitar el da?o que est¨¢ causando esa oposici¨®n en su camino hacia las elecciones. No se trata de mantener equilibrios falsos ni de distribuir responsabilidades, mitad y mitad, que es como no distribuirlas ni exigirlas. A cada cual lo suyo: el Partido Popular decidi¨® desde el primer momento convertir la pol¨ªtica antiterrorista en el eje de su pol¨ªtica de oposici¨®n, algo que no hab¨ªa ocurrido antes en la vida parlamentaria espa?ola, por lo menos no con tanta virulencia y, seguro, no con un grado de imprudencia tan grave.
El destrozo, sobre todo, lo esta causando el Partido Popular al trasladar este debate a la calle, permitiendo que la extrema derecha levante la cabeza y sus s¨ªmbolos. Eso, en este pa¨ªs, es una seria irresponsabilidad atribuible en exclusiva a los dirigentes de ese partido. Est¨¢n abriendo la tapa de una caja que hace a?os que conservan en el desv¨¢n pero que tiene suficiente gas como para intoxicarles m¨¢s gravemente de lo que, quiz¨¢s, ellos mismos han calculado. El PP es responsable de haber dejado que se ponga en marcha una oposici¨®n "callejera" de extrema derecha que toda Europa sabe ya que es bastante dif¨ªcil de controlar.
No hay por qu¨¦ estar asustados. Esa es, muy probablemente, la estrategia del PP: un cierto susto ante la barah¨²nda de la calle que lleve a los moderados a desmovilizarse cara a las elecciones. No hay por qu¨¦ aceptar ese envite. Esto es una democracia y todo acaba, simplemente, en un proceso electoral, en unas elecciones generales en las que los ciudadanos deciden qui¨¦n tiene raz¨®n.
La cuesti¨®n es que deber¨ªa ser obligaci¨®n del Gobierno y del partido que le apoya, de cualquier Gobierno que est¨¦ en el poder y de cualquier partido que le apoye, encontrar la manera de imponer su propia agenda, de parar esos destrozos y, sobre todo, de decidir en qu¨¦ batallas va a entrar y con qu¨¦ coste. Para eso precisamente se ejerce el poder democr¨¢tico.
Es posible que el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, tenga raz¨®n y que la sociedad espa?ola actual sea muy distinta de la que creen las generaciones anteriores a la suya, que tenga fantasmas muy distintos y que comprenda perfectamente las batallas que este Gobierno ha elegido. Pero, quiz¨¢s, deber¨ªa admitir tambi¨¦n que algunas de esas batallas producen poco entusiasmo en una parte menos joven de esa sociedad, no por eso menos abierta, y a la que le irrita sobremanera encontrarse todo el d¨ªa discutiendo los temas del PP, en el campo del PP.
Puestos a eso, mejor denunciar el Concordato y evitar, como explicaba ayer el profesor Marc Carrillo, que la religi¨®n y la jerarqu¨ªa de la Iglesia cat¨®lica deval¨²en la Constituci¨®n. En el corralito del PP los ciudadanos estaremos obligados a hablar todo el d¨ªa de De Juana Chaos. En el corralito de la izquierda, se deber¨ªan explicar las razones, perfectamente legales y leg¨ªtimas, de esa decisi¨®n, y pasar a continuaci¨®n a hablar, con la misma energ¨ªa, de c¨®mo defender la aconfesionalidad del Estado. En el corralito de la izquierda, deber¨ªan estar prestando toda su atenci¨®n a c¨®mo evitar que los distintos gobiernos aut¨®nomos del PP dediquen menos fondos y esfuerzos a la educaci¨®n p¨²blica que a la privada, a evitar que el Gobierno aut¨®nomo de Madrid permita una verg¨¹enza como el hospital Cl¨ªnico, con mil camas, que se cae de suciedad y de falta de recursos. En el corralito de la izquierda se deber¨ªa dejar de hablar todo el d¨ªa de los mismos temas que en el corralito de la derecha.
[Los abucheos en el Parlamento espa?ol han alcanzado ya tal nivel de intensidad que cada vez se parecen m¨¢s a las risas en lata que se incorporan, vengan a cuento o no, en las series de televisi¨®n norteamericanas. Como dir¨ªa el reci¨¦n fallecido Jean Baudrillard, el asunto de las risas (o del abucheo) se dejaba, hasta hace poco, a los espectadores. Ahora, se integra en la pantalla con tal asiduidad que "a usted le dejan solo con su consternaci¨®n"]. solg@elpais.es
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