Inversi¨®n del m¨¦todo art¨ªstico
Aunque pudiera parecer reiterativa la insistencia, que prodiga nuestro pa¨ªs, en el campo de las exposiciones temporales, durante el ¨²ltimo cuarto de siglo, sobre el artista estadounidense Roy Lichtenstein (Nueva York, 19231997), como as¨ª lo corrobora el que la propia Fundaci¨®n Juan March ya le dedicara una amplia antol¨®gica en 1983 y que haya recurrido a su obra para ilustrar varias panor¨¢micas sobre el arte americano, no creo que la que ahora mismo se exhibe en sus salas necesite justificarse ni por la indudable importancia en s¨ª de este gran artista, uno de los creadores fundamentales del pop americano, ni porque en nuestras colecciones est¨¦ todav¨ªa lejos de estar bien representado. Tampoco, aunque m¨¢s, por el hecho de que, no ya el estilo, sino la misma est¨¦tica pop se haya impuesto de forma aplastante durante las ¨²ltimas d¨¦cadas y mantenga su hegemon¨ªa hasta ahora mismo, sino por el modelo de aproximaci¨®n cr¨ªtica que la presente exposici¨®n nos propone.
ROY LICHTENSTEIN DE PRINCIPIO A FIN
Fundaci¨®n Juan March Castell¨®, 77. Madrid
Hasta el 20 de mayo
Comisariada por Jack Cowart, esta muestra, que re¨²ne casi un centenar de obras de Lichtenstein, pretende desvelarnos los entresijos de la, nunca mejor dicho, fabricaci¨®n de ¨¦stas, buscando con ello, no s¨®lo informar del complejo proceso, intelectual y material, que la urde, sino del que puede ser hoy considerado el m¨¦todo de trabajo creativo m¨¢s frecuentado. Nos enfrentamos, as¨ª, pues, ante una propuesta de clara intenci¨®n did¨¢ctica, pero cuya riqueza y calado de contenido desborda positivamente los l¨ªmites de lo simplemente didasc¨¢lico. En una palabra: que, so capa de explicarnos las entretelas conceptuales y productivas de Lichtenstein, nos adentra en las de lo que ha devenido el arte contempor¨¢neo hasta la actualidad.
?C¨®mo explicarlo? Quien visite la exposici¨®n sin ¨¢nimo de devanarse los sesos en demas¨ªa, se encontrar¨¢, en efecto, con una selecci¨®n de obras protot¨ªpicas de este artista, en torno a cada una de ellas se agrupan todos los testimonios que han contribuido al proceso de su materializaci¨®n. De entrada, este planteamiento no es nuevo, porque, cuando ha sido posible, se ha aplicado o puede aplicarse a cualquier artista de cualquier ¨¦poca. No obstante, con relaci¨®n a Lichtenstein y al pop, la cosa cambia, porque sus respectivos planteamientos fueron revolucionarios, pero no s¨®lo o no tanto por el hecho en s¨ª de que se tratase de un movimiento de reivindicaci¨®n de los iconos de masas y de los procedimientos tecnoindustriales de su fabricaci¨®n material, por mucho que estas cuestiones se debatiesen pol¨¦micamente durante la efervescente d¨¦cada de 1960, sino por lo que todo ello tuvo de inversi¨®n completa del planteamiento art¨ªstico tradicional.
En este sentido, ciertamente el caso de Lichtenstein es aleccionador. Su inicial fuente de inspiraci¨®n fueron las burdas vi?etas de los tebeos, a las que, aparentemente, traslad¨®, sin m¨¢s -o, todo lo m¨¢s, con ese sobrea?adido caracter¨ªstico de la modernidad, que es la iron¨ªa- al lienzo. No obstante, el observador sagaz pudo apreciar casi desde el principio y, desde luego, con toda evidencia, seg¨²n se fue desenvolviendo la trayectoria posterior de Lichtenstein, que hab¨ªa un profundo calado art¨ªstico y est¨¦tico en esta exposici¨®n tan enga?osamente simple. Pero con esto no me refiero a lo que esta exposici¨®n nos muestra hasta la saciedad: que el m¨¦todo para la fabricaci¨®n de cualquiera de estas im¨¢genes mimetizadas es mucho m¨¢s complicado y arduo que el empleado por cualquier artista tradicional, sino por la novedosa forma de interpretar ese negocio art¨ªstico crucial de c¨®mo debe ser -c¨®mo enfocar- la relaci¨®n entre lo visible y lo invisible.
Por de pronto, lo que, en el
fondo, une a Lichtenstein y a cualquier artista tradicional es su com¨²n intenci¨®n de replicar visualmente lo real, pero aqu¨¦l, a diferencia de ¨¦ste, con su correspondiente trampantojo no se limita a enga?ar al ojo del espectador, sino a una reflexi¨®n acerca del poder de fascinaci¨®n ilusion¨ªstica del arte, de cu¨¢l es su trama conceptual y f¨ªsica para conseguirlo y, en fin, por tanto, de qu¨¦ sentido puede seguir teniendo esta pr¨¢ctica secular para el hombre contempor¨¢neo. En el caso concreto de Lichtenstein, todo lo anterior se traduce en cambiar la estrategia tradicional de simplificar lo complejo -sintetizando en una pintura la esencia visual, que tambi¨¦n es experiencia vivida, de un modelo real- por otra que complica al extremo -densifica- el modelo ic¨®nico m¨¢s trivial, como lo es, por ejemplo, la vi?eta usada de una tira de c¨®mic. ?En qu¨¦ consiste esta complicaci¨®n? Por un lado, Lichtenstein nos muestra c¨®mo cada uno de esos iconos banales han sido decantados a partir de toda la rica experiencia de la historia del arte contempor¨¢neo, y tambi¨¦n, por otro, despu¨¦s, c¨®mo los hizo expl¨ªcitamente dialogar -sobreponerse- a todas las im¨¢genes m¨¢s consagradas del arte tradicional, desde Grecia hasta Matisse. ?Con qu¨¦ objeto? Pues con el que ha tenido siempre el arte, que no es otro que el testimonial-experiencial y de investigar una forma diferente de hacerlo, cuya distinci¨®n, empero, no invalida al anterior, porque el arte cambia, pero no progresa, como lo pone en evidencia el propio Lichtenstein confrontando su/nuestra forma de ver con todas las visiones del pasado. Y, en fin, ?para qu¨¦? Pues de nuevo, para meter el dedo en la llaga de la visi¨®n humana y hacer que brote la sangre de la realidad, esa ficci¨®n a la que l¨®gicamente todos nos agarramos durante nuestra ef¨ªmera y circunstancial existencia. Sin ¨¢nimo de atribuir intenciones, quiz¨¢ imprevistas o imprevisibles para los organizadores de la presente muestra, ¨¦sta es la lecci¨®n que yo he sacado de esta experiencia sobre el m¨¦todo creativo de Lichtenstein, con lo que se puede comprender que la considero una exposici¨®n verdaderamente excepcional e inexcusable.
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