La infancia dialogada
Mario Muchnik relata al nieto su infancia en Buenos Aires entre 1931 y 1945. En este cuarto tomo de sus memorias el editor va a sus or¨ªgenes antes de ejercer de f¨ªsico y de fot¨®grafo. La charla entre abuelo y nieto muestra una narraci¨®n imaginativa y seduce al lector.
EL OTRO D?A. Una infancia en Buenos Aires, 1931-1945
Mario Muchnik
Madrid, Taller de Mario Muchnik 2007
257 p¨¢ginas. 16 euros
Tanto si hubo premeditaci¨®n como si no, y yo creo que no, la inversi¨®n cronol¨®gica con la que ha ido apareciendo el ciclo memorial¨ªstico de Mario Muchnik juega a su favor: de la madurez profesional de quien anduvo cerca de unos cuantos escritores mayores y muchos otros menos mayores, contada en Lo peor no son los autores y Banco de pruebas, a un formato mucho m¨¢s el¨¢stico y libre, con A prop¨®sito. Del recuerdo a la memoria, hasta este ¨²ltimo tan conversacional como su mismo t¨ªtulo, El otro d¨ªa, ajustado a los tiempos del origen. Esa pauta de publicaci¨®n y, sobre todo, de escritura, ha jugado a favor de lo que importa m¨¢s en literatura: la escritura imaginativa, la probada libertad de criterio, la veracidad anal¨ªtica, el puro capricho. Y los caprichos son catastr¨®ficos cuando se agotan en s¨ª mismos y son, en cambio, est¨ªmulos imprevistos cuando se convierten en ley consolidada. Todo lo digo pensando en la hechura escrita de este relato de infancia y adolescencia, que es una charla intermitente de un abuelo culto y (bien) experimentado con su nieto, y es un fant¨¢stico ¨¢lbum privado. La imagen rescatada se incrusta sin fisuras en el texto, lo alumbra a veces tanto como lo ilumina y no s¨®lo no estorba sino que cuando no sale una u otra foto de algo, de una casa, de un parque, de una c¨¢mara o una tienda de campa?a de mala memoria, se le echa de menos. La alianza es ¨®ptima y lo es seguramente porque el lector se deja seducir por el abuelo, en el sentido literal de la palabra: por la memoria que estimula la pregunta caprichosa o imprevisible del nieto, y por los intentos de reconducci¨®n del adulto, que no reh¨²ye preguntas pero s¨ª intenta ordenar el relato y hasta se atreve a equivocarse (?a Mario Muchnik no le gust¨® Piratas del Caribe, que tiene rendido al nieto, como me pasa a m¨ª!). Las mejores p¨¢ginas suelen ser las jubilosamente independientes, por ejemplo contra las campa?as hiperproteccionistas que los Estados europeos han emprendido contra sus propios ciudadanos, con argumentaciones tantas veces s¨®lo medio verdaderas y no poco abuso intimidatorio del estado sanitario (ahora que a Joan Saura le acaban de echar la caballer¨ªa encima por reabrir el debate, soterrado en la m¨¢s inmaculada hipocres¨ªa, sobre la legalizaci¨®n de las drogas). Seguro que no todo lo que escribe Mario Muchnik lo escucha el nieto, porque a estas alturas tendr¨ªa que ser el muchacho un descomunal enciclopedista, pero la tensi¨®n narrativa funciona sobre esa convenci¨®n, que es la que permite escuchar las razones de un jud¨ªo no creyente, y deja auscultar los posos amargos de una infancia fr¨ªa de afectos f¨ªsicos, tocadores, incluso con alg¨²n apunte vagamente psicoanal¨ªtico, o simplemente anal¨ªtico, sobre los sentimientos de un ni?o ante su madre, ante la hermana, ante la vida rebelde de la hermana y el cortocircuito comunicativo con la casa paterna...
Si hubiese de destacar algu
na de las muchas estancias privadas que recorre esta infancia bonaerense, me quedar¨ªa con la que est¨¢ difusa y estable a lo largo del libro, la que m¨¢s choca vista desde el enfoque mental de una posguerra simult¨¢nea en Espa?a, en esos a?os cuarenta, y aludo al dinero, a la clase social, a los datos que presta sin deliberaci¨®n si no con naturalidad sobre los espacios y ¨²tiles materiales que hacen madurar y crecer a un muchacho rico, no muy rico, pero rico. Como observador perfectamente inexperto en esos medios, es una experiencia fascinante porque tiene toda la pinta de ser real, y encima bien contada.
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