De la Rosa de Oro a la flor envenenada
Asegura el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio Mar¨ªa Rouco Varela, que Espa?a vive una situaci¨®n parecida "a la de los a?os treinta", seg¨²n pronunci¨® en un discurso reciente con motivo del I Centenario del Seminario de Madrid. Se refer¨ªa, este pr¨ªncipe de la Iglesia, a la ¨¦poca de la II Rep¨²blica. Porque en su singular viaje por el t¨²nel del tiempo enumera como factores nocivos para la sociedad "el agnosticismo, el relativismo y el laicismo", que incluso -advierte el prelado- "amenazan la existencia de la democracia". ?La democracia republicana acab¨® siendo reducida a escombros, al margen de otras circunstancias, precisamente por dar cabida a tales factores?
Lo cierto es que, para muchos de los jerarcas eclesi¨¢sticos de entonces, el denominado Alzamiento nacional -o sea, el golpe de Estado de 1936 y la posterior Guerra Civil- fue una especie de bendici¨®n divina que permiti¨® que Espa?a recuperara sus perdidos or¨ªgenes cristianos. Como evoca Ricardo de la Cierva en su libro Historia del franquismo. 1939-1945, publicado por Planeta en 1975, "toda una enc¨ªclica papal, la Dilectissima nobis condena el 'laicismo agresivo' de la Rep¨²blica".
Esa enc¨ªclica fue difundida por P¨ªo XI el 15 de junio de 1933. "Precisamente porque la gloria de Espa?a est¨¢ tan ¨ªntimamente unida con la religi¨®n cat¨®lica, Nos sentimos doblemente apenados al presenciar las deplorables tentativas que, de un tiempo a esta parte, se est¨¢n reiterando para arrancar a esta naci¨®n a Nos tan querida, con la fe tradicional, los m¨¢s bellos t¨ªtulos de nacional grandeza", proclamaba el Sumo Pont¨ªfice.
El Papa hac¨ªa, asimismo, un inquietante llamamiento a la unidad -?una especie de movimiento nacional?- de todos los cat¨®licos: "Ante la amenaza de da?os tan enormes, recomendamos de nuevo y vivamente a todos los cat¨®licos de Espa?a que, dejando a un lado lamentos y recriminaciones, y subordinando al bien com¨²n de la Patria y de la religi¨®n todo otro ideal, se unan todos disciplinados para la defensa de la fe y para alejar los peligros que amenazan a la misma sociedad civil".
Cuatro a?os antes, P¨ªo XI hab¨ªa exhortado a los cat¨®licos italianos a respaldar a los fascistas en la farsa electoral de marzo de 1929. El Papa describi¨® a Benito Mussolini como "un hombre enviado a nosotros por la Providencia". Hac¨ªa un mes que acababa de firmarse el Pacto de Letr¨¢n, entre el Gobierno italiano y la Santa Sede, que reconoc¨ªa el Estado vaticano independiente, establec¨ªa relaciones privilegiadas con ¨¦l a trav¨¦s de un Concordato y, por supuesto, fijaba una fuerte suma de dinero destinada a la Iglesia. Este maridaje -en absoluto evang¨¦lico- entre el fascismo y el catolicismo fue proyectado a la opini¨®n p¨²blica como un acuerdo entre la "?Iglesia libre!" y un "?Estado libre!". La animadversi¨®n que produce en gran parte de los sumos sacerdotes del catolicismo valores respetables -se compartan o no se compartan- como el agnosticismo, el relativismo y el laicismo viene, pues, de muy lejos. La Iglesia ha sido refrectaria en grado sumo -aun con numerosas y honorables salvedades- a los vientos de libertad que, de un modo u otro, han soplado a lo largo de la historia. El Papado conden¨® en repetidas ocasiones el liberalismo. "El liberalismo es pecado", sentenci¨® en un c¨¦lebre op¨²sculo el can¨®nigo barcelon¨¦s F¨¦lix Sard¨¤ y Salvany a fines del XIX. El problema de fondo de la Iglesia -singularmente la espa?ola- es que nunca se ha sentido a gusto, o c¨®moda, con la democracia. Y menos a¨²n con las ideas progresistas o de izquierdas.
Ram¨®n Mar¨ªa del Valle Incl¨¢n, en La corte de los milagros, recrea la Espa?a reaccionaria de Isabel II, envuelta en la asfixia de una religi¨®n rendida al poder temporal. P¨ªo IX concedi¨® a la reina una valiosa distinci¨®n: "Nos, Sumo Vicario de Cristo, asistido de su gracia, desde esta Sede Apost¨®lica, te hacemos presente de la Rosa de Oro, como s¨ªmbolo de celestial auxilio para que a tu Majestad, y a tu Augusto Esposo, y a toda tu Real Familia, acompa?e siempre un suceso fausto, feliz y saludable". Subraya Valle Incl¨¢n en relaci¨®n a la reina: "Sobre su conciencia, turbada de lujurias, milagrer¨ªas y ag¨¹eros, ca¨ªan plenos de redenci¨®n los or¨¢culos papales".
?Estamos en los a?os treinta, monse?or Rouco Varela? A juzgar por las cr¨ªticas al Gobierno actual y a su entorno, emitidas por la Conferencia Episcopal Espa?ola, injuriosamente canalizadas a trav¨¦s de la cadena radiof¨®nica propiedad de los obispos, habr¨ªa que convenir que s¨ª, que en ese punto hemos retrocedido a la d¨¦cada de los turbulentos a?os treinta. Ya en 1931 se quejaba amargamente un cat¨®lico practicante, Miguel Maura, ministro de la Gobernaci¨®n en el Gobierno provisional de la Rep¨²blica, por la actitud eclesial ante el nuevo r¨¦gimen.
"Para nadie era un secreto -escribe Miguel Maura en As¨ª cay¨® Alfonso XIII, publicado en Ediciones Ariel en junio de 1966- que las altas jerarqu¨ªas de la Iglesia espa?ola ve¨ªan con muy malos ojos al r¨¦gimen reci¨¦n instaurado (...) Cualquiera que fuera la actuaci¨®n del Gobierno y en forma destacada la de los miembros del mismo reconocidamente cat¨®licos, hab¨ªamos de contar de antemano con la condenaci¨®n de los prelados espa?oles (...) Tampoco era un secreto que quien m¨¢s se distingu¨ªa en su odio al r¨¦gimen republicano era el cardenal arzobispo de Toledo, Primado de Espa?a, don Pedro Segura".
Hoy ese odio -sobre todo dirigido hacia el Gobierno de Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero- lo encarna Federico Jim¨¦nez Losantos. No es ni cl¨¦rigo, ni obispo, ni cardenal. Pero no pasa d¨ªa sin que, al fin y al cabo en nombre del Papa -que es la m¨¢xima autoridad en la Iglesia-, Losantos env¨ªe al presidente del Gobierno no una Rosa de Oro, como la de P¨ªo IX a Isabel II, sino una flor envenenada. Y, lo que es peor, ese veneno est¨¢ destinado a la erosi¨®n sistem¨¢tica de la convivencia. Don Pedro Segura es ahora don Federico, seg¨²n le llaman sus conmilitones en el regimiento de las ondas de Dios.
Enric Sopena es director del diario digital elplural.com.
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