Djindjic, Dahrendorf, tristeza y dignidad
Lord Ralf Dahrendorf, el gran intelectual vivo que ha protagonizado la ins¨®lita transmutaci¨®n de llevar v¨¢lido equipaje germano reflexivo al laboratorio brit¨¢nico es probablemente el personaje m¨¢s sabio que anda libre por el continente europeo. Realmente libre. Respetado hasta por sus peores enemigos y cont¨¢ndonos las cosas de forma ordenada sin hundirse en aspavientos ni pantanos de autocondescendencia y pretenciosidad posmoderna, Lord Dahrendorf nos da m¨¢s clases de vida europea que todo el ej¨¦rcito tontuno, romo y harto de grotesca informaci¨®n de burocracia de s¨ª mismos.
Llega ahora un libro de Dahrendorf en castellano, cuando se cumplen tres a?os de la tragedia madrile?a del 11-M y cuatro a?os de un drama terrible de la Serbia contempor¨¢nea. Casi 200 muertos dejan a esta Espa?a rota y abierta por voluntad ignota y un muerto, un solo muerto bien elegido, como suele suceder en esta regi¨®n inh¨®spita, rompe una trayectoria de liberaci¨®n tan deseada por muchos serbios como insospechada para otros. Serbia merec¨ªa a un hombre como Zoran Djindjic porque m¨¢s que casi ning¨²n pa¨ªs merec¨ªa dejar de sufrir y encontrar algo de paz consigo misma y saber que lo hab¨ªa logrado por m¨¦rito propio. No pudo ser. Esa es la tragedia y el triunfo de todos los fantasmas.
La cara limpia de la Europa nueva no puede existir sin los Balcanes occidentales. Y Serbia es su coraz¨®n. Si Dahrendorf hubiera compartido vida en la Serbia de Milosevic, de Djindjic, de Stambolic y Draskovic, habr¨ªa sido el primero en correr la triste suerte del desaparecido. Stambolic y Djindjic murieron porque, vagamente, pensaban del mundo como el lord pensador. Los asesinos y los amigos de Djindjic que evocaron ayer en Belgrado su figura saben bien quienes son los aut¨¦nticos enemigos de la sociedad abierta. Son conscientes de que no son ni el Tribunal de La Haya ni quienes son inflexibles ante el terrorismo y el crimen. Son los fan¨¢ticos que se nutren del odio a la sociedad libre. Y los d¨¦biles que creen posible aplacarlos y buscar f¨®rmulas de convivencia entre el crimen y la voluntad libre. Y quienes vuelven a preparar proyectos de experimentaci¨®n social en contra del individuo que ya en el siglo pasado fueron causa del crimen generalizado.
Dahrendorf sabe hablar de Europa, de los Balcanes y de Serbia. Y deja claro en esta nueva obra que su gran objetivo es declarar de nuevo la historia abierta. Sin soluci¨®n ni predeterminaci¨®n. Tr¨¢gica, misteriosa y amenazante. La historia renace, no concluye. Vuelve y plantea terribles interrogantes. Con m¨¢s profundidad que tantos brit¨¢nicos fr¨ªvolos y de moda que coquetean con los dramas del siglo XX como del XXI. Fitzroy Maclean, elegante dem¨®crata, se sinti¨® muy c¨®modo con el crimen comunista y titoista en Yugoslavia que consideraba compatible con las conveniencias de Europa occidental. Peter Kemp, otro gran guerrero brit¨¢nico, era enemigo de la dictadura nazi y comunista por igual y jam¨¢s se pens¨® libre sabiendo esclavos o v¨ªctimas a otros. ?ste es el problema y la diferencia. Conoc¨ª a ambos. Ambos caballeros, pero Kemp no est¨¢ de moda. Maclean siempre lo estuvo.
Hace un a?o muri¨® Slobodan Milosevic, el mayor asesino en Europa desde la muerte de la generaci¨®n posestalinista de criminales. Dahrendorf, Kolakowski, Bauman, Ignatieff, Sloterdijk. Son el pensamiento vivo que queda a la sociedad y al individuo para denunciar las trampas que tiene la vileza. Tienen mucho que ver con la triste muerte de un Djindjic que podr¨ªa haber abierto las carnes a la sociedad muerta de Serbia. Guardar¨¢ ¨¦sta mucho luto por el fracaso de lo que pudo ser la ruptura con su triste pasado. Hay axiomas que no entiende el adanista que cree inventar el mundo porque nada sabe. Berl¨ªn y Haffner, Popper y Hajek y aqu¨ª muy cerca ya en el tiempo nuestros compa?eros de viaje Dahrendorf y Kolakowski, Havel y Michnik, saben cual era la apuesta de felicidad y libertad que han deseado tantas gentes muertas como Djindjic que quisieron libertad plena y verdad y nunca armonizar con la amenaza del crimen. Con dignidad.
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