Contra el "pluralismo ¨¦tico"

El te¨®logo Joseph Ratzinger, hoy papa Benedicto XVI, fue uno de los cerebros del Concilio Vaticano II (1962-1965). Pero inmediatamente empez¨® a dudar sobre la oportunidad de aquella colosal iniciativa modernizadora. No porque fuera prematura, sino por lo contrario: porque supuso el ingreso de la Iglesia cat¨®lica en la modernidad justamente en el momento en que el mundo se aprestaba, con los acontecimientos de 1968, a intuir los primeros destellos de la posmodernidad. Y la posmodernidad, impregnada de pesimismo, de duda, de pensamiento d¨¦bil, parece m¨¢s necesitada de la vieja Iglesia, la del dogma y las certezas envueltas en misterio, que de la Iglesia abierta posconciliar.

?sa es una paradoja resaltada, con cierta dosis de iron¨ªa, por fil¨®sofos de la posmodernidad como Gianni Vattimo. El propio Ratzinger, muy afectado por las revueltas de 1968 y por el terrorismo alem¨¢n de los a?os 70, est¨¢ convencido de que la fuerza del catolicismo no radica en el di¨¢logo ni en la tolerancia, sino en la convicci¨®n. En una ¨¦poca de incertidumbres, arruinados o muy erosionados los credos materialistas que marcaron el siglo XX (la fe en la historia como proceso lineal y en la ciencia como instrumento de liberaci¨®n), algunas interpretaciones del Vaticano II, tendentes a acercar la Iglesia a la cambiante realidad contempor¨¢nea, pueden ser vistas como un peligroso anacronismo. ?sa es la opini¨®n de Benedicto XVI, para quien lo antiguo y lo posmoderno encajan mejor entre s¨ª que con la modernidad.

Ratzinger cree que la fuerza de la Iglesia no radica en el di¨¢logo ni en la tolerancia

Ratzinger no puede cancelar el Concilio, ni probablemente aspira a hacerlo. S¨ª quiere acabar con la impresi¨®n de que la Iglesia cat¨®lica est¨¢ en un proceso de reforma permanente. Da por buenos algunos principios consagrados por el Vaticano II, como el respeto al pluralismo pol¨ªtico y la laicidad del Estado. Para el Papa, sin embargo, el "pluralismo pol¨ªtico" no equivale al "pluralismo ¨¦tico", para el que todas las posiciones morales son igualmente l¨ªcitas y justificables por criterios de utilidad. La Iglesia de Ratzinger se ha apropiado del llamado Derecho natural, que a veces considera casi como una traslaci¨®n de sus propios principios doctrinales, y ha establecido ah¨ª su l¨ªnea de resistencia al "pluralismo ¨¦tico", expresi¨®n menos imprecisa que "laicismo". Cuando se opone a leyes que, en su opini¨®n, erosionan la familia tradicional, la Iglesia no dice defender sus propias creencias, sino el "bien com¨²n".

El endurecimiento estrat¨¦gico y la parcial regresi¨®n impulsados por Benedicto XVI cuentan con un cierto respaldo factual: la aplicaci¨®n del Vaticano II no ha incrementado el n¨²mero de fieles practicantes en Europa, sino al contrario; y no ha reducido la sensaci¨®n de distancia entre la Iglesia y la realidad, sino al contrario. Un amplio sector de la sociedad sigue pidiendo cambios a la Iglesia. Benedicto XVI considera que ha llegado el momento de invertir los t¨¦rminos de la ecuaci¨®n: seg¨²n ¨¦l, debe ser la Iglesia eterna, inmutable, la que exija cambios a la sociedad.