Los restos de Lorca

Andaluc¨ªa es su nombre sigue su andadura los s¨¢bados en Canal Sur TV. La ¨²ltima entrega estuvo dedicada a la memoria hist¨®rica y desgran¨® un puntual recuento de las v¨ªctimas de la Guerra Civil, el maquis y la II Guerra Mundial, hasta llegar a felon¨ªas tan recientes como las del caso Almer¨ªa, Javier Verdejo y alguno m¨¢s. Como era de esperar, Federico Garc¨ªa Lorca abr¨ªa el recuento. Y desde el sumario qued¨® claro el punto al que se trataba de llegar. Ian Gibson avanz¨® algo que luego se volver¨ªa a o¨ªr: Lorca es el poeta espa?ol m¨¢s amado y m¨¢s traducido, y por tanto el Estado debiera asumir la tarea de proceder a la identificaci¨®n de su cad¨¢ver para que todos sepamos por fin d¨®nde est¨¢n sus restos.

El formato del programa (una sucesi¨®n de microespacios en la que los asuntos tratados quedan s¨®lo enunciados sin que quepa abordarlos con un cierto detenimiento) condicion¨® gravemente el tratamiento que se hizo de la discusi¨®n planteada acerca de la oportunidad de excavar en la fosa de V¨ªznar para discriminar de manera definitiva cu¨¢les son los huesos de Lorca y cu¨¢les los de las otras personas fusiladas con ¨¦l. Por ejemplo: a prop¨®sito de la viabilidad o la dificultad de identificar de manera fiable los restos del poeta granadino, dos forenses, los doctores Botella y Lorente, hicieron afirmaciones contradictorias que no se confrontaron entre s¨ª de manera que el espectador pudiese hacerse cargo del estado real de la cuesti¨®n. Pero s¨ª se pudo o¨ªr por segunda vez la opini¨®n de Gibson, que por cierto ignoraba el debate entre los expertos. Adem¨¢s, la intervenci¨®n de Manuel Fern¨¢ndez Montesinos, sobrino de Lorca, qued¨® reducida a una s¨ªntesis de menos de un minuto que no pudo plantear la cuesti¨®n de fondo, que no es otra que el conflicto de derechos que se da en este caso concreto. Y as¨ª el resultado final volv¨ªa a ser -de nuevo manda el formato de la serie- una propagaci¨®n sin argumentos de una determinada manera de ver las cosas, s¨®lo que esta vez el asunto iba m¨¢s all¨¢ de identidades abstractas y homenajes folkl¨®ricos porque afecta a un conflicto de derechos que no es sencillo ni de plantear ni de resolver.

Mi objeci¨®n a este tratamiento del tema es precisamente que no se puede hablar de este asunto sin decir que el derecho de los descendientes del poeta a negarse a dicha exhumaci¨®n s¨®lo puede ser leg¨ªtimamente contradicho por una decisi¨®n que establezca que esa exhumaci¨®n responde a un inter¨¦s general o p¨²blico, y eso s¨®lo puede decidirlo una instancia legalmente habilitada para ello. Porque est¨¢ claro que para decidir que unos derechos deben ceder ante algo que se considera de inter¨¦s general o p¨²blico no bastan ni el prestigio indiscutible del se?or Gibson ni la opini¨®n particular de los responsables de Andaluc¨ªa es su nombre, que han hecho un amasijo con las tesis del mejor bi¨®grafo del poeta y la indignaci¨®n que provocan las otras muertes de las que hablan. Aceptar eso implicar¨ªa pasar por encima de lo ¨²nico que nos hace ciudadanos: nuestros derechos, el derecho a decidir qu¨¦ hacemos, por ejemplo, con nuestros muertos.