Ponce, en el patio de su casa
Las estad¨ªsticas dinamitadas: en¨¦sima salida a hombros de Enrique Ponce en Valencia; en¨¦simo triunfo en su tierra. Los ha habido de mayor calado que el de ayer, sin duda. Hasta de menor consistencia, si se quiere. Pero, grado m¨¢s o grado menos, ¨¦xitos leg¨ªtimos. El de ayer pareci¨® incluso f¨¢cil. Lo fue relativamente, porque en las manos de Ponce cualquier toro parece ser menos de lo que es. La t¨¦cnica, en este caso, suele hacer milagros. Casi fue el que hizo en el segundo, al que convirti¨® en servible cuando parec¨ªa todo lo contrario. Ese toro, tan calco del primero que parec¨ªan clones, se manten¨ªa entre alfileres. Y para que no acabara derrumbado, Ponce lo trat¨® entre algodones. Series de pases cortos, sin coronar el muletazo porque el toro no llegaba a tanto. Lo dej¨® respirar y el de Alcurruc¨¦n pareci¨® salvarse por la campana.
Alcurruc¨¦n, Martelilla / Rinc¨®n, Ponce, Cid
Toros de Alcurruc¨¦n, el sexto, sobrero, de Martelilla, sustituto de uno titular. Justos de presencia, blandos, nobles y mansitos. El sobrero, m¨¢s toro, sin entrega. C¨¦sar Rinc¨®n: entera -aviso-, descabello -segundo aviso- y cuatro m¨¢s (silencio); pinchazo y entera habilidosa (silencio). Enrique Ponce: casi entera -aviso- y descabello (oreja); entera -aviso- y descabello (oreja). El Cid: casi entera de la que sale trompicado, descabello -aviso- y otro m¨¢s (oreja); pinchazo y casi entera baja (palmas). Plaza de Valencia, 15 de marzo. S¨¦ptima de Feria. Lleno de no hay localidades.
El quinto se arrog¨® la licencia de campar por el ruedo seg¨²n su antojo, tanto en varas como en banderillas. Muy distra¨ªdo; despistado. En el primer tanteo con la muleta floje¨®, con amenaza de claudicar pronto y tambi¨¦n amag¨® con defenderse en un inicial tira y afloja que dur¨® un pisp¨¢s. Fue plantarle Ponce la muleta cerca de la cara, para que el toro viera secuestradas sus intenciones de un plumazo. A la corta distancia, la m¨¢s c¨®moda para el de Alcurruc¨¦n, Ponce volvi¨® a sacarse de la manga otro as. Tir¨® sobre la derecha con tacto para que el toro no se negara. S¨ª se resisti¨® m¨¢s a embestir por el pit¨®n izquierdo, por donde el viaje era muy corto. Exprimido el poco jugo que brindaba el toro, Ponce no se lo pens¨® dos veces para despedirlo en el mismo platillo de la plaza.
La blanda, mansita y muy justa de presencia corrida de Alcurruc¨¦n tuvo en el tercero el toro de mejor juego final. Con tipo de toro muy joven, fue saludado con tibias protestas por su trap¨ªo. Manse¨® en varas, pero su alegr¨ªa en el segundo tercio barrunt¨® resultado positivo. No enga?¨® el torillo. Fue pronto, tuvo fijeza y El Cid se acomod¨® m¨¢s convencido con la muleta en la zurda. Bien entendido, en la media distancia, El Cid se lo trajo algo ligero sobre la diestra. Cambiada de mano la muleta, la faena tom¨® m¨¢s vuelo. Sin terminar de convencerse, El Cid le peg¨® naturales con el sello propio.
El sobrero, cinque?o cumplido, anduvo como sueltecillo en varas y algo descompuesto en banderillas. El Cid se decidi¨® por la izquierda, aunque no termin¨® su compromiso. Sin entrega y un poco mir¨®n el toro, fue la excusa que utiliz¨® El Cid para abreviar.
Rinc¨®n pas¨® de puntillas. No se confi¨® en ninguno. Ni en el flojo y noble primero, al que no vio claro, ni al distra¨ªdo y sin entrega cuarto, al que no entendi¨®.
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