Igualdad en marcha
La ley de Igualdad aprobada por el Congreso es una de las iniciativas pol¨ªticas llamadas a tener mayor impacto sobre la sociedad espa?ola, y particularmente sobre la mitad femenina de la misma. Incluye medidas de aplicaci¨®n transversal en m¨²ltiples aspectos sociales e incide tambi¨¦n en otros educacionales y culturales que contribuyen a perpetuar la discriminaci¨®n. Espa?a se convierte ahora en un referente internacional en un terreno en el que, incluso en los pa¨ªses con m¨¢s tradici¨®n de lucha en favor de la igualdad, cuesta mucho avanzar. Las inercias y la falta de voluntad pol¨ªtica se al¨ªan con demasiada frecuencia para cerrar el paso a las mujeres, independientemente de su preparaci¨®n.
El Gobierno de Zapatero ha hecho gala de la voluntad pol¨ªtica suficiente para revisar los modelos organizativos de buena parte de las estructuras sociales y laborales. Cabe destacar que en esta batalla ha tenido el apoyo del resto de los grupos parlamentarios, con excepci¨®n del Partido Popular, cuya abstenci¨®n se compadece poco con las proclamas en favor de la igualdad con que adorna sus intervenciones p¨²blicas. Dice el PP que la ley se queda corta, y probablemente lo sea en algunos aspectos, pero desde luego es mucho m¨¢s de lo que el partido conservador legisl¨® mientras estuvo en el Gobierno. Su principal objeci¨®n radica, en realidad, en que no acepta la exigencia de paridad -que ning¨²n sexo tenga menos del 40% y m¨¢s del 60% de representaci¨®n- en los ¨®rganos de decisi¨®n. La medida afecta sobre todo a las administraciones y organismos p¨²blicos, que deber¨¢n aplicarla de inmediato, pero tambi¨¦n a la empresa privada, que tiene ocho a?os para adaptarse a ella.
Desde algunos sectores se ha tachado la ley de intervencionista. Obviamente ser¨ªa mucho mejor no tener que forzar la paridad, pero a?os de reconocimiento legal del derecho constitucional a la igualdad no han sido suficientes para avanzar sustancialmente ni en los organismos p¨²blicos ni en el sector privado. Y no se avanza pese a que es evidente que la vieja excusa de que no hay suficientes mujeres preparadas es un camelo. Las hay, y en muchos ¨¢mbitos, m¨¢s preparadas que los hombres, que ahora ocupan los cargos sin haber sido sometidos nunca al humillante escrutinio de ver cuestionada su capacidad por el hecho de ser hombres. Del mismo modo, llevamos suficientes a?os de democracia como para pensar que la presencia femenina en las listas electorales aumentar¨¢ por la simple fuerza de su empuje y la demograf¨ªa. Se ha avanzado, pero no suficiente. Lo deseable ser¨ªa que la inercia social haga r¨¢pidamente innecesarios los m¨¦todos coercitivos.
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