Nosotras
Seg¨²n datos de la Fiscal¨ªa de Madrid, el a?o pasado se perpetraron en esta Comunidad 2.589 delitos de violencia cometidos por mujeres contra sus parejas: 698 por esposas, 547 por ex esposas, 587 por parejas de hecho y 757 por ex parejas. Es una cifra impresionante, aun teniendo en cuenta que algunos de estos delitos pueden estar basados en falsas acusaciones, pues no es raro que un maltratador denuncie a su v¨ªctima para protegerse. En cualquier caso, el monto de mujeres energ¨²menas vuelve a reafirmarme en mi desagrado ante la bienintencionada Ley de Violencia de G¨¦nero. Una ley que s¨®lo contempla a la mujer como v¨ªctima y al hombre como verdugo est¨¢ fuera de la realidad, es discriminadora y por lo tanto sexista, y puede producir m¨¢s males que beneficios, porque probablemente agrave el sentimiento de frustraci¨®n y la agresividad de esa horda de machistas descerebrados que s¨®lo saben solventar su inseguridad siendo violentos.
De hecho, en el ¨²ltimo a?o he recibido varias cartas de lectores desesperados porque se sienten desprotegidos ante la ley. Hombres separados que no consiguen ver a sus hijos, o que dicen haber sido acusados de violencia falsamente. Lo cierto es que entre los abogados y los jueces se sabe que en algunas demandas de divorcio la esposa denuncia autom¨¢ticamente por maltrato para estrujar al c¨®nyuge. Y sin duda se sigue priorizando en exceso a la mujer a la hora de quedarse con los ni?os. Hace poco se le quit¨® la custodia de sus dos hijos a una madre que los explotaba como actores. La demanda la present¨® una abogada y la sentencia la dict¨® una juez, y probablemente gracias a que el caso lo llevaron dos mujeres se consigui¨® salvar a los ni?os de ese abuso. Porque si hubieran sido hombres tal vez no se hubieran atrevido, o no hubieran querido abandonar la hipervaloraci¨®n del derecho materno, que no es m¨¢s que machismo, y que en vez de protegernos nos encadena al papel tradicional de mujer-madre. S¨¦ bien que el horror constante de la violencia sexista, y el dolor atronador de tant¨ªsimas v¨ªctimas apaleadas, apu?aladas o quemadas vivas, nos obliga a exigir una respuesta social urgente. Pero no creo que discriminar a los hombres sea el camino.
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