Las diosas se desnudan en el Louvre
Una ambiciosa exposici¨®n rastrea al misterioso Prax¨ªteles, el gran escultor de la Grecia cl¨¢sica
?Qu¨¦ sabemos de Prax¨ªteles? La tentaci¨®n de decir aquello de "s¨®lo s¨¦ que no s¨¦ nada" es fuerte, m¨¢xime cuando, tras visitar la gran exposici¨®n monogr¨¢fica que le dedica el Museo del Louvre (que estar¨¢ abierta al p¨²blico del 23 de marzo al 18 de junio), hemos podido comprobar que del centenar largo de obras que se exponen s¨®lo dos son con certeza del m¨¢s c¨¦lebre de los escultores de la Grecia cl¨¢sica y una tercera pudiera serlo. A?adamos que las dos que lo son con seguridad hoy son meros pedestales sin escultura, pero pedestales que conservan la firma del genio.
Una pieza de bronce, rescatada del fondo del mar en 1997, cierra la exposici¨®n
?C¨®mo exponer lo que no existe? Primero, a trav¨¦s de copias, luego a partir de obras inspiradas por ¨¦l, por fin a trav¨¦s de obras que hacen referencia a su universo. Prax¨ªteles, un ateniense de familia de escultores, vivi¨® entre el 400 y el 330 antes de Jesucristo. De ¨¦l, de su importancia, tenemos el testimonio escrito de Plinio el Viejo, de Luciano y de Pausanias. El primero de los tres historiadores nos cuenta el origen de la celebridad de Prax¨ªteles.
En su d¨ªa Prax¨ªteles esculpi¨® dos diosas Afrodita: una vestida, la otra desnuda. Los del pueblo de Cos, gente seria, seg¨²n Plinio el Viejo, eligieron la vestida. Los de Cnido, al llegar despu¨¦s, tuvieron que quedarse con la desnuda. Era el primer desnudo total de la historia de la escultura, o al menos eso es lo que nos cuentan los cronistas. ?Iba desnuda porque lo exig¨ªa el gui¨®n? Es verdad que acaba de lavarse pero la serenidad de la pose y el gesto se avienen mal con cuestiones de higiene. ?Iba desnuda porque espera a alguien a quien ama? Aunque mira hacia la izquierda no lo hace ni con inquietud ni con impaciencia. Sencillamente, es una diosa. Del amor, pero diosa. Seg¨²n Plinio, las gentes de Cnido nunca quisieron vender la estatua, que estaba bajo cubierto pero al aire libre, visible de todos. Y explica tambi¨¦n que un vecino, enamorado de sus formas, pasara toda una noche en sus brazos, dejando una mancha indeleble como testimonio de que el suyo no era un amor plat¨®nico.
Otra Venus o afrodita c¨¦lebre: la llamada de Arles. En ese caso fue rescatada de las ruinas del teatro romano en 1651. Un escultor le a?adi¨® los brazos perdidos, ahora con una manzana y un espejo en cada mano. El mito de Frankenstein pero con la belleza como resultado.
No est¨¢ el efebo de Marat¨®n, que se conserva en el museo nacional de Atenas. El ministro griego no ha querido prestarlo. "Demasiado fr¨¢gil" dijo primero. Luego se refiri¨® a que figura en un cat¨¢logo de "obra inamovible". El argumento real es, sin duda, otro y tiene que ver con el expolio de que ha sido objeto el patrimonio griego cl¨¢sico, hoy mejor representado en Berl¨ªn, Par¨ªs o Londres que en la propia Atenas.
Prax¨ªteles es, en definitiva, un ausente muy presente. Ausente porque de ¨¦l apenas nos queda la firma y alg¨²n ejemplo de identidad dudosa de su maestr¨ªa con el m¨¢rmol. Presente porque durante, como m¨ªnimo seis siglos, fij¨® un canon de belleza. Los romanos lo adoptaron y no fue hasta que su agotamiento fue absoluto, hasta que el car¨¢cter intercambiable de cuerpos, brazos y cabezas empez¨® a convertir los jardines, ba?os y casas de Roma en un cat¨¢logo de exvotos de m¨¢rmol que aparecieron con otras formas. Que esas fueran las del rom¨¢nico, que todo tuviera que fijarse en un arte simb¨®lico, al¨¦rgico al realismo, frontal y rudimentario, es un capricho de la historia, pero seis siglos de escultura sin ninguna gota de humor hubieran sido suficientes para acabar ahogando la creatividad del propio Prax¨ªteles.
Un bronce, rescatado del fondo del mar en 1997 y que seg¨²n Paolo Moreno es un original de Prax¨ªteles, cierra la exposici¨®n y abre otras hip¨®tesis, pues su movimiento, su dramatismo, su intensidad, no tienen nada que ver con la serenidad divina del resto de la producci¨®n. En resumen, otro Prax¨ªteles es posible.
La exposici¨®n del Louvre es la primera, de car¨¢cter monogr¨¢fico, que el gran museo dedica a un artista de la Grecia o Roma cl¨¢sica. El ejercicio es arriesgado y dif¨ªcil, como lo prueba el que antes s¨®lo Francfort, interes¨¢ndose en Policleto y Roma, con Lisipo como protagonista, aceptaran ese desaf¨ªo.
Frin¨¦ o el reto de la belleza
Frin¨¦ era la modelo y amante de Prax¨ªteles. Su belleza era celebrada por todos y por ella misma, sin duda menos modesta de lo que aconsejan los manuales.
Un d¨ªa la asamblea de sabios atenienses, hartos de o¨ªrla decir que ella era m¨¢s hermosa que nadie, la acusaron de blasfemia en un cielo tan lleno de diosas como el suyo, sobre todo de diosas tan poco ajenas a los deseos humanos. Cuando, ante el are¨®pago, el defensor de Frin¨¦ se qued¨® sin argumentos, opt¨® por quitar a Frin¨¦ la ropa con que ocultaba su desnudez. La asamblea de jueces, ante la maravilla de un cuerpo perfecto, abandon¨® toda idea de impiedad.
Jean-L¨¦on G¨¦r?me pint¨® el episodio en 1861 y desat¨® otro esc¨¢ndalo. El p¨²blico parisiense se identific¨® con los barbudos que miran a la chica y se sinti¨® tratado de rijoso. G¨¦r?me era un virtuoso en la materia y en ese juego fue luego a¨²n m¨¢s lejos cuando en 1890 pint¨® Pigmali¨®n y Galatea, en la que el escultor besa su escultura y hace que ¨¦sa cobre vida. Se cerraba as¨ª un c¨ªrculo que se hab¨ªa abierto en Cnido 2.300 a?os antes.
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