Libre y controvertido

Lleg¨® Pogorelich y con ¨¦l, una vez m¨¢s, la divisi¨®n de opiniones. Es un int¨¦rprete diferente y sus versiones transmiten originalidad y controversia. Tambi¨¦n genialidad. No son convencionales, desde luego. Pero hay en ellas hondura y un elevado grado de ensimismamiento, como se pudo comprobar desde los primeros compases de la magistral Sonata opus 111, de Beethoven, con la que comenz¨® su recital. Las concesiones expresivas son m¨ªnimas y el grado de concentraci¨®n que el m¨²sico impone exige un esfuerzo adicional en busca de la interiorizaci¨®n. El concepto musical con el que el pianista de Belgrado se enfrenta a Beethoven es, si se consigue entrar, fascinante. No es un Beethoven irreconocible pero est¨¢ en los ant¨ªpodas del que se suele escuchar a la inmensa mayor¨ªa de sus colegas. Esto puede provocar una sensaci¨®n frustrante, pero tambi¨¦n resultar irresistible. En cualquier caso, tiene mucho m¨¦rito. M¨¢s a¨²n: invita a una oportuna reflexi¨®n sobre la pluralidad de la m¨²sica.

M¨¢s enigm¨¢tico result¨® todav¨ªa su Brahms, con una propuesta casi levitante del Intermezzo en la mayor op. 118, n¨²mero 2. Seria, muy pensada, desconcertante por momentos, cr¨ªptica a veces, de supremo inter¨¦s siempre. Sus sonatas de Scriabin y Rachmaninov fueron coherentemente unitarias, aunque menos sorprendentes. Pogorelich insisti¨® en la b¨²squeda de una objetividad austera y densa. T¨¦cnicamente es impecable. El inter¨¦s radica, pues, en las opciones que plantea para el descubrimiento de universos interiores desde y a trav¨¦s de la m¨²sica. En la medida que pone en duda las convenciones m¨¢s trilladas crece su aportaci¨®n art¨ªstica. Fundamentalmente porque ni una sola nota es arbitraria en sus esquemas mentales. El recital tuvo un punto de desasosiego. Por ello, entre otras razones, fue tan sugerente, imaginativo y rabiosamente contundente.