Am¨¦rica Latina: una integraci¨®n necesaria
En estos ¨²ltimos meses estamos asistiendo a un debate, cada vez m¨¢s intenso, sobre el futuro de Am¨¦rica Latina. Por fin esta regi¨®n del mundo vuelve a ser objeto de atenci¨®n, vuelve a situarse en la agenda p¨²blica e, incluso, se observa un renovado inter¨¦s por parte de algunos gobiernos por construir una nueva relaci¨®n con los pa¨ªses de la regi¨®n. Llevamos veinte a?os contemplando cambios acompa?ados, en bastantes ocasiones, de convulsiones sociales y pol¨ªticas pero lo cierto es que hoy el continente goza de estabilidad pol¨ªtica y econ¨®mica; las democracias se han consolidado como f¨®rmulas de gobierno y el desarrollo econ¨®mico mantiene una senda de crecimiento no conocida hasta ahora. Algunos podr¨¢n objetar que, aunque se celebren elecciones, persisten riesgos e incertidumbres o que, aunque es real la bonanza econ¨®mica, el car¨¢cter coyuntural de la misma exigir¨ªa realizar algunos ajustes. Pues bien, aun aceptando estas observaciones, nunca hasta ahora se hab¨ªan abierto tantas expectativas de futuro para el conjunto del continente.
El hecho, tan com¨²n en otras zonas del mundo, de que los ciudadanos puedan elegir libremente a sus representantes no es un asunto menor. Sobre todo si recordamos las dictaduras que a¨²n persist¨ªan no hace mucho en el Cono Sur o las guerras y conflictos que ten¨ªan como escenario el istmo centroamericano. No ha pasado tanto tiempo y ya hay quienes alertan de nuevos problemas. ?Claro que hay problemas! ?Qui¨¦n no los tiene? La cuesti¨®n est¨¢ en saber si estas nuevas democracias tienen la suficiente solidez para responder de manera consistente a los retos que se les va a ir planteando. Sobre todo cuando los retos tienen una diferente naturaleza. Por un lado, aparecen en la escena pol¨ªtica colectivos sociales que, hasta el momento, no hab¨ªan participado en la toma de decisiones. Son los grupos ind¨ªgenas, cuyas aspiraciones, intereses y prioridades pueden ser coincidentes con las de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, pero tambi¨¦n pueden plantear diferencias que obliguen a una armonizaci¨®n de posiciones. Todo ello lleva tiempo, no s¨®lo para la consolidaci¨®n de las alternativas pol¨ªticas sino, sobre todo, para valorar la capacidad de los nuevos dirigentes de responder a la confianza que la ciudadan¨ªa ha depositado en ellos. Y, por otro lado, se hace necesario trabajar en la construcci¨®n de consensos b¨¢sicos que permita la convivencia democr¨¢tica y el libre ejercicio de las opciones pol¨ªticas. Junto a ello nos encontramos con una situaci¨®n parad¨®jica; la regi¨®n crece por encima del 5% y, sin embargo, el problema de la pobreza y la desigualdad se ha ido agravando. ?Puede un continente aspirar a una mayor cota de estabilidad pol¨ªtica cuando tiene 210 millones de pobres? Es evidente que los gobiernos tendr¨¢n que hacer un gran esfuerzo para reducir esta cifra, pero tambi¨¦n para poner en marcha las reformas sociales y fiscales necesarias que garanticen el crecimiento y la cohesi¨®n social.
En cualquier caso, Am¨¦rica Latina no puede ser tratada como un todo homog¨¦neo. Hay diferencias de mayor o menor estabilidad pol¨ªtica ligada, en cierto modo, a su institucionalidad democr¨¢tica pero, tambi¨¦n, al desempe?o de sus actores pol¨ªticos y su credibilidad como gestores de la realidad. Encontramos distintos grados de desarrollo econ¨®mico, en ocasiones relacionados con situaciones de conflictos pol¨ªticos y, en otros, m¨¢s vinculados a problemas estructurales de sus propias econom¨ªas. Surgen nuevas realidades sociales que, al tiempo que refuerzan el sentimiento identitario de sus pueblos, corren el riesgo de no hacer un planteamiento suficientemente inclusivo que permita rebajar las situaciones de tensi¨®n y enfrentamiento. Y junto a ello, esta realidad heterog¨¦nea no lo es en una sola direcci¨®n: hay pa¨ªses que se ven sacudidos a un mismo tiempo por crisis econ¨®micas, descr¨¦dito de las instituciones pol¨ªticas y conflictividad social. Lo que ha provocado -es cierto- en varios pa¨ªses opciones electorales no convencionales, nuevos liderazgos y planteamientos pol¨ªticos no enteramente alineados con posiciones ideol¨®gicas cl¨¢sicas. ?Puede esta situaci¨®n ser calificada de incierta? Posiblemente s¨ª, pues habr¨¢ que esperar a ver c¨®mo responden a las necesidades de sus pueblos, pero lo que no se puede poner en duda es la legitimidad de que gozan en la actualidad dichos gobiernos. Am¨¦rica Latina ha ganado en soberan¨ªa, lo que es un s¨ªntoma de madurez democr¨¢tica, y le corresponde, por tanto, gestionar su complejidad.
Hablar de complejidad supone, por un lado, reconocer las diferencias y tratar de buscar f¨®rmulas estables de relaci¨®n y colaboraci¨®n y, por otro, buscar la manera de que la regi¨®n se inserte en el escenario de la globalizaci¨®n y haga sentir su peso en el ¨¢mbito internacional. Para el primer caso, ya se han ido definiendo espacios de integraci¨®n regional: a Mercosur, la Comunidad Andina y Centroam¨¦rica, se han sumado otras opciones como la Comunidad Suramericana de Naciones o el ALBA. Todos ellos pueden ser ¨²tiles para la coordinaci¨®n de iniciativas y el fortalecimiento de posiciones, tanto hacia dentro como con el exterior, pero lo que, en todo caso, ser¨ªa deseable es que la opci¨®n de pertenecer a uno u otro conjunto integrado no conllevara la exclusi¨®n del otro ni, mucho menos, del todo. La raz¨®n es muy clara: una fractura de estas caracter¨ªsticas s¨®lo debilitar¨ªa a la propia Am¨¦rica Latina. Y es que dif¨ªcilmente se puede encontrar en el mundo una regi¨®n que posea elementos de integraci¨®n tan fuertes y s¨®lidos; la historia, la cultura, las lenguas o su composici¨®n social articulan una identidad com¨²n que posee un extraordinario potencial, a¨²n no suficientemente explorado. ?Es posible pertenecer al Mercosur o a la Comunidad Andina y, al mismo tiempo, mantener una relaci¨®n pol¨ªtica y comercial con M¨¦xico? No s¨®lo es posible, sino deseable. ?Es compatible un Acuerdo de Libre Comercio entre Estados Unidos y determinados pa¨ªses del ¨¢rea latinoamericana? Sin duda, s¨ª. El problema nunca estar¨ªa en la diversidad de acuerdos comerciales y pol¨ªticos que se puedan concluir, sino en si ¨¦stos benefician o no a dichos pa¨ªses. De la misma manera que se suscriben acuerdos entre la Uni¨®n Europea y las subregiones o la Uni¨®n Europea y determinados pa¨ªses del continente. O entre los pa¨ªses latinoamericanos y el conjunto asi¨¢tico. Lo que trato de decir es que las variables son infinitas porque el mundo globalizado ha hecho desaparecer las fronteras f¨ªsicas e, incluso, las ideol¨®gicas y pol¨ªticas pero, a cambio, se fortalecen los sentimientos identitarios construidos en torno a los elementos antes citados y no siempre es f¨¢cil identificarlos. Am¨¦rica Latina s¨ª puede hacerlo y eso le da una gran fuerza. Fuerza para negociar, para coordinar posiciones, para resolver problemas, para afrontar retos. Pero, para ello, es necesario tener una visi¨®n integradora, no excluyente. Una visi¨®n pol¨ªtica generosa y que no divida. Una actitud valiente que sea capaz de convertir los riesgos en oportunidades.
Trinidad Jim¨¦nez Garc¨ªa-Herrera es secretaria de Estado para Iberoam¨¦rica.
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