El militar en carrera continua
El impacto de algunas im¨¢genes b¨¦licas parecer¨ªa dar a entender que lo relevante hoy en el campo de la seguridad y la defensa ser¨ªa el nivel tecnol¨®gico que unas Fuerzas Armadas (FF AA) puedan desplegar sobre el terreno. Guerra cibern¨¦tica, dominio del espacio electromagn¨¦tico, bajas cero, veh¨ªculos a¨¦reos no tripulados, armas inteligentes... Alguien podr¨ªa pensar que el factor humano ya no cuenta. Sin embargo, y a pesar de los cambios registrados desde el final de la Guerra Fr¨ªa en el terreno tecnol¨®gico y estrat¨¦gico, el elemento humano sigue siendo la pieza fundamental de los aparatos de defensa nacional y del sistema internacional de seguridad.
En Espa?a, esos cambios se han traducido, por resumirlo mucho, en la incorporaci¨®n a organismos internacionales de defensa colectiva -se cumplen ahora 25 a?os del ingreso en la OTAN-, una notable reducci¨®n de efectivos humanos, la incorporaci¨®n de las mujeres a sus filas, la participaci¨®n creciente en operaciones militares internacionales, el paso a unas Fuerzas Armadas plenamente profesionales, la integraci¨®n de personal extranjero y, todo ello, en paralelo a un incesante desarrollo tecnol¨®gico en sistemas de armas y en procedimientos de actuaci¨®n.
El elemento humano sigue siendo fundamental en los aparatos de defensa nacional
Si se tiene en cuenta que la legislaci¨®n de referencia en materia de personal nos retrotrae a la Ley 17/1989, complementada con la Ley 17/1999, que asienta el modelo de profesionalizaci¨®n de las Fuerzas Armadas, resulta inmediato dar la bienvenida a un proyecto de ley de la Carrera Militar, como el que acaba de iniciar su andadura en el Congreso de los Diputados. Hasta ahora, y en paralelo a una sucesi¨®n de planes de adecuaci¨®n escasamente cre¨ªbles -que incluyen la todav¨ªa vigente Ley de Plantillas-, se ha ido capeando el temporal gracias, sobre todo, al sobreesfuerzo personal de los miembros de unas FF AA empe?adas en responder, aun sin los medios adecuados, a los desaf¨ªos que planteaban los nuevos tiempos. Agotada esa v¨ªa y descartada la ruptura con el camino recorrido, se impone ahora impulsar el proceso, a?adiendo los pasos necesarios para saber qu¨¦ tipo de militares queremos/necesitamos.
La ley plantea un objetivo ambicioso -en un camino del que ya forma parte la Ley de Tropa y Mariner¨ªa, Ley 8/2006 de 24 de abril, y que debe continuar con unas nuevas Ordenanzas de las FF AA y una ley de derechos y deberes de los militares-: lograr la excelencia en el empleo de los profesionales de las Fuerzas Armadas. Tres son los puntos esenciales que destacan en su articulado:
-La creaci¨®n de una escala ¨²nica de oficiales, que d¨¦ sentido al marem¨¢gnum heredado de la larga historia de nuestras Fuerzas Armadas. Lograr este objetivo implicar¨¢ con seguridad sacrificios personales, para profesionales que deben readaptar sus expectativas y superar pruritos corporativos y de clase, y de ah¨ª que s¨®lo quepa esperar una sensibilidad especial para limar las asperezas que surjan en el camino.
Se trata de una exigencia racional y operativa que deber¨ªa sumar el apoyo de todas las fuerzas parlamentarias. El temor, en todo caso, est¨¢ en que la tensi¨®n pol¨ªtica nacional se traslade tambi¨¦n a este ¨¢mbito, olvidando que se trata de una pol¨ªtica de Estado, y que cada partido quiera convertirse en portavoz interesado de algunos grupos de hipot¨¦ticos damnificados. Tiene sentido el debate para encontrar el mejor modo de llevar a cabo la integraci¨®n; no lo tendr¨ªa que este tema se convirtiera en una baza de competencia partidista en el marco preelectoral en el que nos movemos.
-La instauraci¨®n de un sistema de formaci¨®n que combina la espec¨ªficamente militar con la universitaria. La demanda de un profesional con capacidades m¨²ltiples para enfrentarse a misiones y contextos muy distintos a lo largo de su extensa vida militar, lleva necesariamente a ampliar los ya exigentes planes militares de estudio con los propios de la universidad espa?ola. Con la nueva ley un oficial de las Fuerzas Armadas tendr¨¢ que disponer de un t¨ªtulo universitario -y un suboficial del de formaci¨®n profesional de grado superior- para convertirse en militar de carrera y para ejercer su profesi¨®n; de ese modo se refuerza la instituci¨®n, con mejores profesionales, y la persona, mejor dotada dentro y fuera de las Fuerzas Armadas. No es, como algunos quieren entender, un intento de cubrir una supuesta carencia de ra¨ªz -seg¨²n la cual los estudios militares ser¨ªan de segundo nivel-, sino de aspirar a esa excelencia en tareas cada vez m¨¢s especializadas y m¨¢s desafiantes.
No se da el paso, como se ide¨® en su origen, a una Universidad de Defensa Nacional, y el sistema elegido (de adscripci¨®n de los centros docentes militares a las universidades ubicadas en su entorno geogr¨¢fico) debe asegurar que no reduce el nivel de exigencia propio de las academias militares y que, por el contrario, suma el caudal de conocimientos civiles de aplicaci¨®n a las diversas tareas a desempe?ar en las Fuerzas Armadas. El modelo elegido parece id¨®neo para fomentar a¨²n m¨¢s los v¨ªnculos entre la sociedad civil y las FF AA, pensando no s¨®lo en el beneficio mutuo de compartir saberes y t¨¦cnicas, sino tambi¨¦n valores y principios.
-La fijaci¨®n del volumen de efectivos en el entorno de los 130.000-140.000 (de los que 50.000 deben ser cuadros de mando). Es una triste tradici¨®n de nuestras Fuerzas Armadas, y ah¨ª est¨¢ el actual proceso de profesionalizaci¨®n para demostrarlo, la esquizofrenia permanente de unos inexistentes ej¨¦rcitos de papel que poco tienen que ver con la realidad de nuestras unidades. Sobre la base de c¨¢lculos realistas, la futura ley apunta a la fijaci¨®n de un marco que parece encajar por fin las necesidades de la defensa con la disponibilidad de recursos presupuestarios adecuados, sin olvidar el imperativo demogr¨¢fico.
Con buen criterio, el sistema de ascensos se inclina cada vez con mayor fuerza hacia el m¨¦rito, en detrimento de la antig¨¹edad, y por combinar destinos operativos con una especializaci¨®n que termine por definir distintas trayectorias profesionales -no todas necesariamente orientadas al mando de unidades-.
Nos interesa a todos poner el reloj en hora. Y a eso se aspira con la nueva escenificaci¨®n del acto de jura a la bandera y con la inclusi¨®n en su articulado de unas normas de comportamiento ajustadas a la ¨¦tica de todo servidor p¨²blico, que a la disciplina y respeto a la jerarqu¨ªa a?aden la lealtad, el estricto acatamiento a la Constituci¨®n y el respeto a la dignidad humana. Se puede y debe aprovechar el esfuerzo, asimismo, para llegar a la eliminaci¨®n de instancias anacr¨®nicas -como el Servicio de Asistencia Religiosa, que bien se puede externalizar- y para, siguiendo el impulso racionalista de la estructura que se propone, fundir en un ¨²nico Cuerpo de Log¨ªstica a los tres de Intendencia que, de momento, siguen fragmentados en los tres Ej¨¦rcitos. Sus se?or¨ªas tienen ahora la palabra.
Jes¨²s A. N¨²?ez Villaverde es codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acci¨®n Humanitaria (IECAH, Madrid)
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