Alucinando en Pompeya
La vida de hace dos mil a?os, redescubierta en una excursi¨®n inolvidable
La huella de los cuerpos calcinados tras la erupci¨®n del Vesubio, que cubri¨® la ciudad romana. Y 'graffiti' que hablan del circo, del precio de los garbanzos y del sexo. Un emocionante viaje en el tiempo.
El Vesubio llevaba 1.500 a?os sin entrar en erupci¨®n. Los romanos ni siquiera sab¨ªan lo que era un volc¨¢n; esta palabra, de hecho, no tiene equivalente en lat¨ªn, y la voz actual espa?ola procede del nombre de Vulcano, el dios del fuego y los metales
Muchos de los 'graffiti' son de amor, te?idos de deseo o de nostalgia, como en la entrada de la bas¨ªlica: "Vida m¨ªa, mi delicia, vamos a retozar un poquito". Uno de los m¨¢s hermosos proclama: "Nosotros habitamos aqu¨ª, que los dioses nos hagan felices"
Est¨¢bamos a mediados de septiembre, eran casi las nueve de la ma?ana, hab¨ªa amanecido nublado y a veces corr¨ªa un aire fr¨ªo que nos obligaba a frotarnos los brazos, pero no importaba porque hab¨ªa muy poca gente esperando en la puerta. En Pompeya hay dos opciones: o entrar temprano, si es posible antes de que comiencen a llegar los autobuses de turistas, o abandonarla al final de la tarde, cuando inicia el tramonto, la puesta de sol. Conviene sentir f¨ªsicamente el vac¨ªo para apreciar que aunque fuera abandonada hace casi dos mil a?os, no se puede decir que Pompeya est¨¦ desierta. Basta un m¨ªnimo esfuerzo para imaginarla viva, en pleno apogeo, con las aceras llenas de habitantes, los comercios abiertos y las carretas ocupando las calles. Ocurre en otros lugares, es cierto, pero aqu¨ª el ambiente congelado, sin superposiciones culturales, facilita mejor el juego de la recuperaci¨®n. De hecho, s¨®lo conozco otro caso similar, Antigua, la vieja capital de Guatemala destruida por un terremoto a finales del siglo XVIII; Antigua, nuestra Pompeya, la Pompeya de la cultura virreinal espa?ola.
A menudo, el viajero cree saber y, sin embargo, ahora m¨¢s que nunca, no sospecha la ciudad que est¨¢ despu¨¦s del camino. Primero, porque hay lugares donde el color, el tono, la luz interior de las casas y la atm¨®sfera de las calles es tan importante, creo yo, como muchos de los monumentos. Y despu¨¦s, porque Pompeya es un buen ejemplo de los lugares con prejuicios. Como les ocurre a tantas personas en su primera visita a Nueva York, que sienten haber pisado sus calles, en Pompeya tambi¨¦n crees saber. Sabes que fue destruida por la erupci¨®n del Vesubio, sabes que vas a ingresar en una ciudad romana recuperada, conservada tal cual era debajo de las cenizas, e incluso hasta puedes intuir que se trata de un espacio hibernado. Crees saber todo eso y estar preparado para lo que vas a ver, pero no puedes imaginarlo porque la arrogante cultura de tu ¨¦poca s¨®lo considera moderno el presente y te ha dicho que la calidad de vida es un fen¨®meno reciente. De modo que no esperabas calles mejor adoquinadas que las de la mayor¨ªa de los pueblos de tu pa¨ªs hasta hace muy poco tiempo, con aceras y pasos de cebra, fuentes, tiendas, tabernas y publicidad en las paredes; una ciudad con agua corriente, cuyas casas son como la tuya o mejores, cuyos habitantes se ba?aban a diario si lo deseaban, tomaban el aperitivo, dorm¨ªan la siesta, ten¨ªan acomodadores en los teatros y viv¨ªan con un confort que la civilizaci¨®n occidental no ha recuperado hasta bien entrado el siglo XX. Y mientras caminas verific¨¢ndolo -los restos que pisas han estado bajo tierra durante mil setecientos a?os- se te escapa una sonrisa. Acabas de enterarte de que, adem¨¢s, ni Pompeya ni Herculano eran villas de especial importancia, sino m¨¢s bien de segundo orden.
El 24 de agosto del a?o 79
Como siempre, el azar ha intervenido para que hoy podamos saber. Todo comenz¨® a las diez de la ma?ana del 24 de agosto del a?o 79 despu¨¦s de Cristo, con una explosi¨®n mil veces m¨¢s potente que la bomba at¨®mica de Hiroshima. La parte m¨¢s alta del Vesubio vol¨® por los aires dejando salir una columna de ceniza, roca y piedra p¨®mez que ascendi¨® 30 kil¨®metros hasta caer sobre los campos y los tejados. Hacia las seis de la tarde, las nubes de polvo y ceniza hab¨ªan oscurecido tanto el cielo de Pompeya que parec¨ªa de noche, mientras que en Herculano, mucho m¨¢s cerca del Vesubio, brillaba el sol. Los m¨¢s prudentes recogieron algunas pertenencias y se marcharon, pero la mayor¨ªa se qued¨®. Nadie pod¨ªa imaginar lo que iba a pasar. El Vesubio llevaba 1.500 a?os sin entrar en erupci¨®n y los habitantes de la regi¨®n lo ten¨ªan por una monta?a inofensiva. Es m¨¢s, los romanos ni siquiera sab¨ªan lo que era un volc¨¢n; esta palabra, de hecho, no tiene equivalente en lat¨ªn, y la voz actual espa?ola procede del nombre de Vulcano, el dios del fuego y los metales.
Por la noche ocurri¨® el desastre, lo que los vulcan¨®logos, con su pasi¨®n por las esdr¨²julas, llaman nube pirocl¨¢stica. Una gran ola hirviente que se desplom¨® del cielo y resbal¨® desde la pendiente del Vesubio a 50 kil¨®metros por hora. Sobre las doce de la noche se trag¨® Herculano. Al menos, sus habitantes murieron sin enterarse, la ola ten¨ªa 500 grados cent¨ªgrados de temperatura y vaporiz¨® los tejidos blandos en el acto. Al tiempo, el mar se retiraba de la costa para regresar en forma de tsunami. En pocos minutos, 16 metros de residuos de barro y fango se elevaban por encima de Herculano; Pompeya sufrir¨ªa m¨¢s o menos lo mismo siete horas despu¨¦s, ten¨ªa 20.000 habitantes y se han encontrado unos 2.000 cad¨¢veres.
Hay una cr¨®nica espl¨¦ndida de la tragedia gracias a la descripci¨®n de Plinio el Joven, quien viv¨ªa junto a su madre y su t¨ªo, Plinio el Viejo, en una villa cercana. Escribi¨® una carta a T¨¢cito, el historiador romano, en la que narr¨® c¨®mo su t¨ªo, que era comandante de la flota de Miseno, hab¨ªa cruzado la bah¨ªa con algunos barcos para investigar el fen¨®meno, rescatar a quien pudiera y se supone que incluirlo en los nuevos tomos de la Historia natural que estaba preparando. En la misiva, el muchacho describe con gran realismo el Vesubio "brillando con varias capas de fuego y llamas impetuosas, cuyo resplandor iluminaba la oscuridad de la noche. Los gemidos de las mujeres, el llanto de los ni?os y el clamor de los hombres eran constantes. Muchos oraban a los dioses, pero la mayor¨ªa estaban convencidos de que ya no hab¨ªa dioses y esa noche era la ¨²ltima del mundo". Mientras tanto, la flota desembarcaba en el otro lado, pero hac¨ªa tanto calor y ca¨ªa tanta lava y cenizas que se refugiaron en una localidad cercana. Al d¨ªa siguiente, Plinio el Viejo, que estaba aquejado de asma, sufri¨® un colapso y muri¨®.
Tenemos otro testimonio impagable sobre la erupci¨®n gracias a la iniciativa del arque¨®logo italiano Fiorelli, a quien se le ocurri¨® rellenar de yeso los huecos entre la ceniza que hab¨ªan contenido cad¨¢veres, obteniendo moldes tan perfectos que muestran con exactitud el ¨²ltimo aliento de vida. Si bien algunos tienen una expresi¨®n de terror claramente visible en el rostro, es en las posturas donde se aprecia la magnitud del dolor.
En el museo hay decenas de restos tirados por el suelo, como una extra?a instalaci¨®n de esculturas de color blanco sucio, ahora s¨ª, tan modernas. Cuerpos retorcidos, solos o abrazados, que se afanan en tapar con pa?uelos la boca de sus seres queridos o se aferran a sus joyas y ahorros. Los gladiadores y los perros guardianes han aparecido encadenados a las paredes, los primeros en el anfiteatro y los segundos en las paredes de las casas de sus amos.
La vida cotidiana
A los pompeyanos les encantaba el circo. La ciudad est¨¢ llena de anuncios de combates de gladiadores: "Octaviano, tracio, tres victorias, suspiro de todas las mujeres". Los graffiti son una de las mejores fuentes de informaci¨®n de la vida local. Por ellos conocemos los precios de los garbanzos, los zapatos o la piel. Hay que visitar los comercios y los bares con curiosidad. En una taberna se hall¨® la caja del establecimiento con la recaudaci¨®n del d¨ªa del desastre, 183 sestercios. Al pasar por la fullonica -la lavander¨ªa-, oyes a una gu¨ªa explicar que empleaban el amoniaco de la orina para limpiar las togas; la m¨¢s apreciada era la de camello, y despu¨¦s, la humana. En una panader¨ªa, los anuncios de las cr¨ºpes y los bu?uelos con miel est¨¢n escritos encima de las deudas de dos parroquianos. Luego, en las villas ves alinearse las escenas mitol¨®gicas con los retratos de los habitantes del imperio y comprendes que son algo m¨¢s que una pintura mural, est¨¢s asistiendo a una representaci¨®n teatral, un escenario en el que el due?o y la familia de la casa salen a la palestra para contarte sus ambiciones.
A veces, en los palacios, los ecos de fantasmas parecen errar a¨²n por los jardines, entre las fuentes y las p¨¦rgolas, junto a los frescos. Si se pone atenci¨®n, en cualquier pared, los insultos te acercan a la vida local: "Muerte", dice uno a otro, "que la desgracia caiga sobre ti, que los dioses te destruyan". Y sexo. El sexo est¨¢ en todas partes, la tradici¨®n judeocristiana a¨²n no formaba parte de Roma, aunque la abundancia de escenas er¨®ticas haya llevado a alg¨²n investigador a confundir unos ba?os p¨²blicos con un burdel. Hay cientos de graffiti de sexo. Unos son descriptivos: "Hapocras foll¨® aqu¨ª estupendamente"; otros, invocaciones: "?Salud al que ame, muerte al que no sepa amar!". Los hay comerciales, muy comunes: "Esperanza, de complacientes maneras, nueve ases". Lo m¨¢s abundante son imperativos del tipo "?Ch¨²pame la verga!". Muchos son de amor, te?idos de deseo o de nostalgia, como en la entrada de la bas¨ªlica: "Vida m¨ªa, mi delicia, vamos a retozar un poquito". Uno de los m¨¢s hermosos proclama: "Nosotros habitamos aqu¨ª, que los dioses nos hagan felices".
En una columna del foro fue encontrada una peque?a inscripci¨®n que se ha hecho c¨¦lebre. Es el cuadrado m¨¢gico, un pal¨ªndromo, es decir, un texto de lectura m¨²ltiple que dice lo mismo de derecha a izquierda que de izquierda a derecha o de arriba abajo y viceversa. "Sator arepo tenet opera rotas". Significa: "El labrador en su campo sostiene el trabajo de sus herramientas". Su sentido ha sido muy estudiado y contiene, seg¨²n parece, un mensaje cifrado entre cristianos, lo que muestra la expansi¨®n del dogma en fecha tan cercana como el a?o 72. Este hier¨¢tico texto encierra hasta la clave para descifrarlo y, entre otros mensajes, el del Apocalipsis de San Juan: "Yo soy el alfa y omega. El principio y el fin". Adem¨¢s, recomponiendo las letras se llega a la expresi¨®n "Pater Noster" formando una cruz.
Herculano y sus edificios
Aunque parezca asombroso, Herculano es todav¨ªa m¨¢s expl¨ªcita que Pompeya por un fen¨®meno de conservaci¨®n particular que ha permitido recuperar restos org¨¢nicos como vegetales, telas y objetos de decoraci¨®n. Los edificios conservan las partes estructurales de madera, las puertas, las vigas, las estanter¨ªas, las camas. Petrificadas, pero id¨¦nticas. Para internarte en la ciudad debes descender por un t¨²nel que parece excavado en chocolate. Herculano fue cubierta por r¨ªos de barro y fango. Desembocas en el antiguo puerto; en la salida del t¨²nel, una embarcaci¨®n te da la bienvenida; no lo puedes creer, la ciudad parece intacta. Mientras caminas, la vida cotidiana te sale al paso y t¨² que vienes de uno de los barrios marginales de N¨¢poles te preguntas d¨®nde se viv¨ªa mejor, si en esta villa, de apenas cuatro mil habitantes, hace dos mil a?os, o en la ciudad de arriba, hoy.
La ¨²ltima imagen de Pompeya fue por la tarde, dejando atr¨¢s la Casa de los Misterios. La atm¨®sfera ten¨ªa una luminosidad especial despu¨¦s de que el viento barriera las nubes y al final el sol se ense?oreara del cielo. Caminando, pasamos junto a un inmenso campo sembrado de flores amarillas que se alineaba sin transici¨®n con las tiendas de recuerdos y los estacionamientos. A nuestra espalda, las murallas de la ciudad, y sobre ellas, el cielo azul oscuro bordeado de manchas de color violeta y bermell¨®n. M¨¢s arriba, la masa oscura del Vesubio confundida con el firmamento. Cruzamos hasta la estaci¨®n del tren. En el aire, una mezcla de olor a aceite de oliva frito, pizza y frutas podridas. Ya en el vag¨®n, sentado, de vuelta a Roma, con la pluma entre los dedos para escribir unas l¨ªneas, mir¨¦ por la ventanilla, el ferrocarril estaba trazando una gran curva sobre la bah¨ªa y empezaba a tomar velocidad; el resplandor crepuscular casi hab¨ªa desaparecido, pero quedaban dos tenues l¨ªneas rosas sobre las tapas del cuaderno negro.
- Pedro Jes¨²s Fern¨¢ndez es autor de las novelas Pe¨®n de rey y Tela de juicio (Alfaguara).
GU?A PR?CTICA
OCULTA POR SEIS METROS de cenizas y lava, Pompeya permaneci¨® en el olvido hasta 1748, cuando Carlos III, por entonces rey de N¨¢poles y Sicilia, impuls¨® las primeras excavaciones. ?stas a¨²n prosiguen, y han permitido reconstruir con todo lujo de detalles la vida cotidiana en las antiguas ciudades romanas. Los frescos que decoran las paredes de villas, panader¨ªas, talleres artesanales, ba?os y burdeles conservan casi intactos sus colores, entre ellos los famosos rojos pompeyanos, y ofrecen la imagen de una sociedad voluptuosa y hedonista -no en vano la ciudad estaba consagrada a Venus, diosa de la belleza y el placer- que inspir¨® la c¨¦lebre novela de Edward Bulwer-Lytton Los ¨²ltimos d¨ªas de Pompeya (1834) y sus posteriores versiones cinematogr¨¢ficas. Entre sus ruinas se han hallado los restos de m¨¢s de 2.000 v¨ªctimas de la erupci¨®n. La ceniza desprendida por el volc¨¢n se compact¨® sobre los cuerpos, formando una especie de moldes que los investigadores rellenaron con escayola; el resultado es una inquietante galer¨ªa de figuras que muestran a los pompeyanos tal como les sorprendi¨® la muerte: abrazados, cubri¨¦ndose el rostro o en actitud de huir. El escritor alem¨¢n Wilhelm Jensen se inspir¨® en ellas para su novela Gradiva (1903), donde se cuenta la historia de un arque¨®logo obsesionado por la imagen de una joven muerta durante la erupci¨®n, un tema que tambi¨¦n atrajo a Sigmund Freud (amante de la arqueolog¨ªa) y a los pintores surrealistas.La visita- Prefijo telef¨®nico: 00 39 081.- Horario: de noviembre a marzo, de 8.30 a 17.00; de abril a octubre, de 8.30 a 19.30. Cierra el 1 de enero, el 1 de mayo y el 25 de diciembre. Entrada a Pompeya v¨¢lida para un d¨ªa, 11 euros. Entrada conjunta para tres d¨ªas a Pompeya, Herculano y otros tres sitios arqueol¨®gicos, 20 euros.C¨®mo ir- Iberia (902 400 500; www.iberia.com) ofrece vuelos directos de ida y vuelta entre Madrid y N¨¢poles desde 272 euros, tasas y cargos incluidos.- Con Alitalia (902 10 03 23; www.alitalia.es), un billete de ida y vuelta entre Madrid y N¨¢poles, v¨ªa Mil¨¢n o Roma, cuesta desde 217 euros, con tasas y cargos.- Mayoristas como Catai, Travelpl¨¢n y Politours, entre otras, organizan circuitos de seis d¨ªas por N¨¢poles, Pompeya y la costa Amalfitana desde unos 700 euros. En agencias.Dormir y comer- Hotel Forum (850 11 70; http://hotelforum.pompei.it). Via Roma, 99. Pompeya. Frente al yacimiento arqueol¨®gico. Con un agradable jardincillo interior para desayunar. Habitaciones desde 90 euros.- Hotel Giovanna (850 61 61; www.hotelgiovanna.it). Via Acquasalsa, 18. Pompeya. Habitaciones espaciosas sobre un hermoso jard¨ªn. Desde 65 euros.- Hotel restaurante Marad (882 56 64; www.marad.it). Via Benedetto Croce, 20. Torre del Greco. A dos kil¨®metros de Herculano. Desde 85 euros.- Restaurante Il Principe (850 55 66). Piazza Bartolo Longo, 8. Pompeya. Cocina moderna elaborada sobre la tradici¨®n de Campania. Unos 50 euros.Informaci¨®n- Centro de informaci¨®n en Pompeya (857 53 47; www.pompeiisites.org).- Turismo de Italia (915 67 06 70; www.enit.it).I. M.
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