Fin del mundo
A m¨ª me pueden parecer m¨¢s o menos apetecibles o ingeniosos, de mejor o peor gusto, algunas series o programas de humor que produce ETB. Puedo estar m¨¢s o menos de acuerdo (en general menos) con los retratos socioculturales que all¨ª se ofrecen, con las parodias que se intentan escenificar. Puedo lamentar, y mayormente lamento, la propensi¨®n al primitivismo que esas series o programas de gags demuestran, su apego a la representaci¨®n de una especie de instinto b¨¢sico de lo vasco y/o de lo humano. Sus guionistas deben de pensar en la vasquitud como en un m¨¢ximo de ombliguismo unido a un m¨ªnimo de narcisismo, a juzgar por las im¨¢genes de nosotros mismos que nos proponen, y que no son, desde luego, para levantar el ¨¢nimo o la apetencia identitaria. Yo puedo pensar que con la iron¨ªa hay que tener mucho cuidado, que es un ejercicio tan sutil y arisco que si no lo manejas bien se vuelve contra ti, te sale el tiro ir¨®nico por la culata. Y que la mayor¨ªa de esas series o producciones de humor manejan tan escasa o abruptamente los recursos ir¨®nicos que al final parecen hacer la apolog¨ªa de los comportamientos que (supuestamente) intentan criticar o parodiar. A m¨ª me puede parecer lo que me parezca, pero al fin y al cabo esos programas son de mentiras, espacios de ficci¨®n.
Pero la ETB tambi¨¦n produce programas de realidad, donde act¨²an personas, no personajes ficticios. Y entonces la cosa cambia, porque se estrecha el terreno de la interpretaci¨®n: desaparece el amparo o coartada de la iron¨ªa; toca dividir la multiplicaci¨®n de los posibles sentidos. En fin, que lo que vemos es lo que hay. Por ejemplo en Date el bote, un programa concurso del mediod¨ªa de ETB-2. Ya he comentado aqu¨ª alguna vez lo desolador que me resulta ver la exhibici¨®n -a menudo exhibicionismo- de carencias culturales en los j¨®venes concursantes. Tan profunda es la ausencia de conocimientos que las hechuras ("contenido" no me parece un t¨¦rmino apropiado en este caso), que las propias hechuras de las preguntas suelen ser agravio para la inteligencia. Pero la ignorancia la aportan los participantes, no est¨¢ (?o s¨ª?) en el dise?o del programa; lo que s¨ª est¨¢ es la animaci¨®n del concurso delante de las c¨¢maras. Y ah¨ª la exhibici¨®n-exhibicionismo del presentador incluye otras aportaciones que son, a mi juicio, lamentables e inaceptables en una televisi¨®n que (aunque no lo parezca) sigue siendo p¨²blica, es decir, de todos, desde la fuente a la desembocadura. Me refiero en concreto a su enfoque de lo multicultural, al abordaje entre estupefacto y caricaturesco que el presentador suele hacer de lo extranjero. No s¨¦ lo que pensar¨¢n los espectadores de origen ¨¢rabe o chino de la manera en que all¨ª se pronuncian sus lenguas; no s¨¦ lo que pensar¨ªan los espectadores en general si supieran que en alg¨²n pa¨ªs de nuestro entorno hay un programa de televisi¨®n (p¨²blica) entre cuyas gracias se incluye la de pronunciar rid¨ªculamente apellidos vascos.
Y luego est¨¢ El conquistador de la Patagonia, esa producci¨®n de la ETB en la que unos concursantes juegan a pasar fr¨ªo y hambre (con la de hambre y fr¨ªo reales, no reality, que hay en el vecindario, en ese pa¨ªs que la visi¨®n ego/euskocentrista del programa mantiene fuera de objetivo), que juegan a cazar -para com¨¦rselos de verdad- corderitos atados con una cuerda a la puerta de casa. Que juegan (?o no?) ni m¨¢s ni menos que a conquistar, y a ponerle expl¨ªcitamente una ikurri?a a un territorio que ya tiene su bandera y sus propios s¨ªmbolos y su propio de todo. Yo creo que en ETB las conquistas territoriales no deber¨ªan estar promocionadas; deber¨ªan limitarse rigurosamente a los teleberris de malas noticias. Pero no quiero dar la impresi¨®n de que todo me parece mal en ese show. Hay algo que s¨ª considero adecuado: la segunda parte del t¨ªtulo. Los valores que parece alentar el programa: rivalidad, exaltaci¨®n del instinto, colonizaci¨®n egoc¨¦ntrica del entorno natural y conquista me parecen una acertada representaci¨®n, o un cre¨ªble presagio, del fin del mundo.
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