Fuera m¨¢scaras
Tres a?os despu¨¦s de la derrota del PP, su estrategia est¨¢ meridianamente clara. La derecha introduce ruido y furia en ciertos temas que debilitan el voto a la izquierda. El Gobierno del PSOE, con unos resultados econ¨®micos excelentes, con reformas sociales de gran calado y gran aceptaci¨®n entre la ciudadan¨ªa, deber¨ªa tener unas perspectivas razonables de ganar c¨®modamente las pr¨®ximas elecciones. De ah¨ª que el PP trate, por todos los medios a su alcance, de que no se hable de esos temas. El objetivo es ensombrecer esos logros y dirigir la atenci¨®n hacia otros asuntos, como el juicio del 11-M, los nuevos Estatutos de autonom¨ªa y, sobre todo, la pol¨ªtica antiterrorista. Si la gente se harta de la bronca permanente, si algunos se persuaden de que verdaderamente este Gobierno amenaza la supervivencia de Espa?a, si muchos se creen que este Gobierno es d¨¦bil con los terroristas, la derecha no lo tiene todo perdido por buena que sea la situaci¨®n del pa¨ªs.
En su empe?o por recuperar el poder cuanto antes, la derecha ha llevado a cabo estrategias peligros¨ªsimas para la convivencia y las instituciones. Vale la pena repasarlas sumariamente. El PP ha alentado una teor¨ªa conspirativa y paranoica sobre el atentado del 11-M para erosionar la legitimidad del Gobierno socialista. Ha recurrido al insulto de forma sistem¨¢tica. Ha transformado las Cortes en un gallinero. Ha lanzado acusaciones grav¨ªsimas con harta frecuencia: que si este Gobierno se ha arrodillado ante ETA, que si ha triturado la Constituci¨®n, que si ha roto el Estado de derecho, que si ha traicionado a las v¨ªctimas, que si ha balcanizado Espa?a, etc¨¦tera. El PP, adem¨¢s, ha hecho del terrorismo un asunto electoral. Ha profundizado en el enfrentamiento entre territorios mediante una campa?a hist¨¦rica contra el Estatuto catal¨¢n. Ha organizado un boicoteo contra el Grupo PRISA. Ha promovido el resurgir de un nacionalismo espa?ol que parec¨ªa superado. Ha realizado maniobras indignas con grave da?o para el Tribunal Constitucional y el Consejo General del Poder Judicial. Ha solicitado la convocatoria de un refer¨¦ndum populista. Y ha llevado la crispaci¨®n a la propia sociedad. En algunos lugares se advierte un odio pol¨ªtico que no se corresponde con la situaci¨®n objetiva del pa¨ªs.
Por supuesto, que la situaci¨®n pol¨ªtica haya degenerado tanto no es s¨®lo m¨¦rito de la oposici¨®n. Es verdad que en ocasiones el Gobierno, con su incapacidad para establecer una estrategia pol¨ªtica clara ante la ciudadan¨ªa, ha contribuido a enrarecer el ambiente. Ah¨ª est¨¢ el proceso err¨¢tico del Estatuto catal¨¢n, las inexplicables palabras de Zapatero en la v¨ªspera del atentado del 30-D, la gesti¨®n vacilante del proceso de paz, o los sustos que dan de vez en cuando los socios parlamentarios de Esquerra Republicana.
Adem¨¢s, hay un ¨¢mbito al menos en el que la crispaci¨®n del PP ha contado con el apoyo, quiz¨¢ no pretendido, pero desde luego crucial, de asociaciones ciudadanas, grupos de presi¨®n e importantes intelectuales y analistas. Me refiero, evidentemente, al caso del terrorismo. Con la ayuda inestimable de colectivos como ?Basta Ya!, el PP ha podido construir un discurso que divide el mundo en dos grupos: por un lado, quienes defienden la dignidad de la democracia, luchan por la libertad, respetan a las v¨ªctimas y son intransigentes ante el chantaje terrorista; por otro, quienes, hu¨¦rfanos de principios morales, no valoran la libertad, ceden ante el chantaje terrorista, humillan a las v¨ªctimas y pretenden alcanzar la paz, ese concepto afeminado propio del pensamiento d¨¦bil de los progresistas. Los primeros quieren la derrota de ETA; los segundos quieren satisfacer las demandas de ETA.
Para dar verosimilitud a un relato tan atrabiliario, se utiliza un lenguaje grandilocuente ("la paz es la Constituci¨®n", "no queremos una paz sin libertad", "no dejaremos que se mancille la memoria de las v¨ªctimas", "una mesa de partidos es una traici¨®n a la democracia", etc¨¦tera) y se manipulan las emociones a cuenta del tremendo sufrimiento que los terroristas vascos han producido en Espa?a durante d¨¦cadas. Sin ir m¨¢s lejos, al PP, a la AVT, al Foro de Ermua o a ?Basta Ya! nunca, en todos estos a?os, se les hab¨ªa ocurrido montar homenajes a los ca¨ªdos en la plaza de la Rep¨²blica Dominicana de Madrid en el atentado del 14 de julio de 1986. Hemos tenido que esperar m¨¢s de veinte a?os, cuando ETA est¨¢ plante¨¢ndose de una vez su final, para ver esos homenajes en los que sus promotores sobreact¨²an como los peores actores de una tragedia convertida en astracanada.
Las asociaciones que en los a?os noventa se constituyeron para luchar contra el terrorismo y contra el nacionalismo obligatorio, y que desempe?aron un papel decisivo en el acorralamiento civil de ETA, hoy siguen actuando, pero no ya para combatir a una ETA en estado terminal, sino para arremeter contra el Gobierno y para dar plausibilidad a los argumentos desquiciados de la derecha. Al situarse contra el Gobierno y no contra el terrorismo, se exponen a cr¨ªticas no menos furibundas que las que ellos realizan, perdiendo el aura de pureza y desinter¨¦s con que se presentaron inicialmente ante la sociedad.
No estoy diciendo que no se pueda estar en desacuerdo con la pol¨ªtica antiterrorista del Gobierno. Hay gente sensata que lo est¨¢ y que expresa sus reparos y objeciones de manera razonable. Aqu¨ª estoy hablando de otra cosa. Me refiero a ese lenguaje duro en las formas y en el contenido que cada semana eleva las exigencias (suspensi¨®n de la autonom¨ªa vasca, rebeli¨®n c¨ªvica contra un Gobierno claudicante, manifestaciones espont¨¢neas contra decisiones judiciales...) y que, por muchos aspavientos que hagan sus autores negando lo evidente, no hace sino favorecer a los elementos m¨¢s reaccionarios de la derecha espa?ola.
El contraste entre tanta gesticulaci¨®n y la realidad es elocuente. En los ¨²ltimos tres a?os ha habido menos asesinatos terroristas que en cualquier otro periodo de nuestra historia democr¨¢tica. Hay s¨ªntomas, todav¨ªa confusos tras el atentado de la T-4, de que ETA est¨¢ interiorizando la inutilidad de la violencia. Batasuna ha dado muestras de su voluntad de hacer pol¨ªtica. El PNV ha rectificado los errores del Pacto de Estella y hoy se muestra firme frente al chantaje de la violencia.
En estas condiciones, resulta sencillamente incomprensible que quienes encabezaron una iniciativa c¨ªvica de rebeli¨®n contra ETA ahora marchen contra el Gobierno. Han generado un nuevo fundamentalismo, de signo contrario al nacionalista, que en estos momentos no ayuda sino a quienes desde posiciones interesadas tratan de utilizar el terrorismo para acabar con el Gobierno socialista.
Ignacio S¨¢nchez-Cuenca es profesor de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense y coautor, con Jos¨¦ Mar¨ªa Calleja, de La derrota de ETA.
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