El estado del mundo
Entre toda esa farfolla de declaraciones altisonantes que llamamos actualidad, la tragedia de Casa Caseiro es una de esas noticias que congelan el alma. La estremecedora muerte por hambre y sed de un inv¨¢lido de 57 a?os, Antonio, d¨ªas despu¨¦s del fallecimiento de su madre de 81, ?ngela, ha congelado incluso el alma de aquellos que consideran que hay que airear al m¨¢ximo todo lo etiquetable como de inter¨¦s humano o sacar partido de todo cuanto afecte a la sensibilidad social.
Lo del contexto de atraso secular y penuria extrema no es aplicable. Los protagonistas eran una familia relativamente pudiente y el lugar de los hechos, Birbigueira, San Xo¨¢n do Campo, est¨¢ a una decena de kil¨®metros de Lugo, una ciudad donde se libra una feroz contienda pol¨ªtica desatada por la urgente necesidad de dotarse de un auditorio. Lo que pasa es que ocurri¨® en otro mundo. En aquel en el que, hasta no hace mucho s¨®lo te ayudaban la familia o los vecinos, si te ayudaban. Para quien naci¨® en 1926, como la madre de Casa Caseiro, el Gobierno era algo que llevaba a los mozos a morir en las guerras, o cobraba impuestos. "Donde todav¨ªa hay pueblo, ¨¦ste no comprende al Estado", describ¨ªa ese universo el Zaratustra de Nietzsche.
No muy lejos de Birbigueira, pero en otro mundo, hubo quienes supieron afrontar la fuerza del Estado reconduci¨¦ndola en beneficio propio, como Bruce Lee. Alcaldes como el de Ourol, que constituyeron una empresa municipal para explotar un parque e¨®lico que acab¨® misteriosamente privatizado. O el variopinto abanico de emprendedores del sector energ¨¦tico que recibieron concesiones de aprovechamiento el¨¦ctrico, desde el masajista de Manuel Fraga al conglomerado societario constituido por la familia del entonces preembajador en el Vaticano. O un se?or que pasaba por all¨ª y con una inversi¨®n de 600 euros obtuvo una licencia que le rindi¨® 10 millones en meses. En resumen, e independientemente del empresario que ten¨ªa un cu?ado pol¨ªtico o viceversa, la gesti¨®n de los recursos energ¨¦ticos de aquella Xunta regida por el prestigioso masajeado se desarrollaba en dos mundos distintos. En uno, los vecinos de los montes o los r¨ªos, los casacaseiros, recib¨ªan como mucho una compensaci¨®n que les daba para contratar a la orquesta Par¨ªs de Noia para las patronales. En otro imperaba el principio pol¨ªtico mexicano de "yo no quiero que me den, sino que me pongan donde hay".
En ese mismo mundo y ¨¦poca, a medio camino entre Birbigueira y Ourol, en Vilalba, alguien sostuvo en un foro que los medios de comunicaci¨®n ten¨ªan el deber de "ejercer su responsabilidad cada vez que una amenaza acecha al sistema de convivencia de los espa?oles". La amenaza era (en contra de lo que est¨¢n pensando) el Plan Ibarretxe, el foro las XIV Xornadas de Comunicaci¨®n de la Xunta, y el que se hab¨ªa presentado como Paul Revere, alertando a los colonos de la llegada de los brit¨¢nicos, Eduardo Zaplana. A diferencia del h¨¦roe norteamericano, el entonces ministro de Trabajo no lleg¨® a u?a de caballo, sino en jet privado. En uno de esos vuelos que ahora no le quieren pagar.
Por aquellos a?os en que ?ngela de Casa Caseiro se quedaba viuda y asum¨ªa que a su hijo lo cuidaba ella, en el otro mundo Eduardo Zaplana endosaba al Estado los chicles sin az¨²car que ro¨ªa en las negociaciones con sindicalistas, o 183.000 euros en detallitos para familiares y amigos. Mientras ?ngela en Birbigueira dicen que rechazaba ayudas, don Eduardo se acercaba a las mesas petitorias. Con la sonrisa desenvainada y con el mismo floreo elegante con el que anta?o hubiese manejado el chambergo para saludar a las se?oras, extra¨ªa un par de billetes y se iba tan retrechero como vino, memorizando asistentes y posici¨®n GPS de la mesa para solicitar al Estado la devoluci¨®n de la d¨¢diva. (Haberle dicho al de prensa que lo grabara con el m¨®vil, hombre). Tienen raz¨®n los que se quejan de que revelar ahora estos asuntos, e¨®licos o presupuestarios, parece una venganza a toro pasado. Ser¨ªa preferible y saludable que en este Estado estas cosas se supieran en el mismo momento en que se cometen. A ver si quiz¨¢s en otro mundo.
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