La naturaleza del escorpi¨®n
Cuando, los chicos de Miquel Iceta y compa?¨ªa asumieron, como mal menor, que ten¨ªan que gobernar con un partido cuyo lema era Som com som, dif¨ªcilmente imaginaron que protagonizar¨ªan la f¨¢bula de la tortuga y el escorpi¨®n. Ciertamente, "ser como uno es" puede ser el retrato de una noble coherencia, o sencillamente la expresi¨®n de una falta de pudor notable ante las propias miserias. ?Qu¨¦ naturaleza profunda se esconde ante una declaraci¨®n de principios que se plantea en estos t¨¦rminos? Confieso que, en su momento, el lema me pareci¨® horroroso: anunciaba las bondades de un partido, cuyo bander¨ªn de enganche no era un conjunto de ideas, sino una especie de personalidad blindada y controvertida, que se mostraba de forma chulesca. Parec¨ªa decir, "somos as¨ª, ?qu¨¦ pasa!". Pero, como en Catalu?a todo es un poco de broma, ji, ji, ja, ja, nos pareci¨® divertido tener en el Gobierno a un partido de chicos traviesos que aseguraban diversi¨®n y algo de sobresalto. Sin embargo, ?c¨®mo eran? El background reciente nos retrotra¨ªa a un colectivo pol¨ªtico heterog¨¦neo, bastante informal e inmaduro, que se sent¨ªa m¨¢s realizado en las aguas turbulentas del activismo esencial, que no en la comprometida traves¨ªa de la gesti¨®n pol¨ªtica. El coraz¨®n partido entre la vocaci¨®n de oposici¨®n eterna, y el gustillo por la moqueta, el coche y el despacho, hicieron correr r¨ªos de tinta en la ¨²ltima y traum¨¢tica legislatura y, finalmente, motivaron el naufragio del barco. Es decir, eran como eran, y todo el mundo a sufrir alegremente.
La consecuencia del 'tactismo' adolescente de ERC es una p¨¦rdida de credibilidad colectiva y, por tanto, de influencia
Pero estos d¨ªas de vodevil independentista, con el pa¨ªs experimentando la impresionante aventura de gozar de autodeterminaci¨®n un cuarto de hora, el lema electoral de ERC adquiere su dimensi¨®n m¨¢s real, se vuelve transparente. Como en la f¨¢bula, y a pesar del suicidio que comporta, parece que ERC no puede traicionar a su propia naturaleza, y as¨ª clava el aguij¨®n en el cuerpo de la tortuga que lo llevaba a hombros y lo salvaba de morir ahogado. Es cierto que nunca pasa nada demasiado grave en Catalu?a, porque somos expertos en vivir nuestros esc¨¢ndalos sin despeinarnos. Como tambi¨¦n es cierto que no hay b¨¢lsamo que cure m¨¢s heridas que el poder, y que s¨®lo en la bancada de la oposici¨®n quema el sol.
Pero sin pasar nada, pasa todo, y todo lo que pasa no pasa en balde. Es lo que tiene ser como uno es, y no ponerle remedio. Veamos el escenario, despu¨¦s de la ingesti¨®n masiva de cal?ots -"?no ser¨ªan porros", se preguntaba Salvador Card¨²s en Catalunya R¨¤dio-, el desperta ferro! del inefable Vendrell, el amor sin l¨ªmites del doblete Carod-Puigcerc¨®s, y la opera bufa que, con ayuda del coro convergente, protagoniz¨® nuestro noble parlamento. Lo primero que queda como un solar es la imagen de Catalu?a. Llevamos tanto tiempo montando numeritos de circo, sin otra vocaci¨®n que ganar alg¨²n titular sonoro y alg¨²n voto estomacal, (pero con pronta retirada al primer toque de trompeta), que al otro lado del puente a¨¦reo ya nos han tomado la medida.
Los serios no nos toman en serio y, la verdad, viendo lo visto, ?qui¨¦n lo har¨ªa? Por el contrario, y por desgracia, nos toman muy en serio los que no lo son, y as¨ª, aprovechan estos delirios de eyaculaci¨®n independentista precoz, para masacrarnos en cualquier esquina. Es decir, la primera consecuencia del tactismo adolescente de ERC, es una p¨¦rdida de credibilidad colectiva y, por tanto, de influencia, muy considerable. La segunda consecuencia tiene que ver con la banalizaci¨®n severa de los grandes conceptos pol¨ªticos, incluyendo aquellos que, leg¨ªtimamente, hunden sus ra¨ªces en los pastos f¨¦rtiles de las utop¨ªas. Es tan importante la autodeterminaci¨®n para un pueblo y es tan seria su reivindicaci¨®n, que cuesta creer que quienes m¨¢s dicen desearla m¨¢s la arrastran por los suelos de la ret¨®rica y la demagogia. La autodeterminaci¨®n es un derecho colectivo, y, como tal, ni es patrimonio de ERC, ni es de recibo que sea usada para marcar paquete pol¨ªtico, ni para barrer los l¨ªos internos de partido. Quemarla en la plaza p¨²blica, en boca de bravucones, para ganar el titular del d¨ªa, es, literalmente, una impudicia.
Pero la consecuencia m¨¢s inmediata, como es evidente, es la inestabilidad que crea en un Gobierno que est¨¢ empezando, que lentamente va cuajando su identidad y que ten¨ªa, como vocaci¨®n, no repetir errores del pasado. Sin ninguna duda, Montilla es, en esta f¨¢bula, la pobre tortuga, que pacientemente asumi¨® el reto de cargar con ERC y no morir en el intento.
Pero, como la mism¨ªsima tortuga, cuando m¨¢s seguro estaba de gozar de un pacto indisoluble, no en vano les iba la vida pol¨ªtica a ambos, aparece el aguij¨®n y se carga el invento. A pesar de que est¨¦n recomponiendo r¨¢pidamente los trozos y enviando botes salvavidas, la convicci¨®n de que ERC representa una bomba de tiempo est¨¢ cuajando por momentos. Su naturaleza profunda de eterna opositora, su vocaci¨®n por el activismo esencial, su incapacidad de salir del puro tactismo y su eterna pelea interna no representan, hoy por hoy, un anclaje nada seguro. Sea como sea, lo cierto es que Catalu?a ha vuelto a vivir un episodio de opereta que ha alimentado la frustraci¨®n de unos, el cachondeo supino de otros, el cansancio de muchos m¨¢s y la convicci¨®n mayoritaria de que pol¨ªtica y ciudadan¨ªa empiezan a ser conceptos antit¨¦ticos. No s¨¦ si ERC conseguir¨¢ un voto y medio m¨¢s con esta t¨¢ctica de desgaste permanente, pero el precio que pagamos todos s¨ª que es conocido. Pagamos, con rid¨ªculo colectivo, sus calentones adolescentes.
www.pilarrahola.com
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