Pensar la izquierda
A fines de los a?os ochenta, el gran historiador e hispanista franc¨¦s Pierre Vilar me hac¨ªa una reflexi¨®n cuya validez se mantiene. En torno al 68, se?alaba, la evoluci¨®n del mundo se presentaba cargada de acentos positivos, y sin embargo se registr¨® una eclosi¨®n del pensamiento revolucionario. Veinte a?os m¨¢s tarde, las contradicciones del capitalismo, el fracaso del desarrollo econ¨®mico en el Tercer Mundo, apuntan a la necesidad de una transformaci¨®n radical, y sin embargo nadie habla de revoluci¨®n.
Tal vez en la explicaci¨®n de esa paradoja resida el n¨²cleo duro de la actual crisis de la izquierda, que no puede ser interpretada como simple efecto de la traici¨®n a unos ideales todav¨ªa vigentes ni como resultado de la hegemon¨ªa del pensamiento conservador. Resulta curioso ver c¨®mo supuestos marxistas tienden a adoptar este enfoque cargado de idealismo que, eso s¨ª, les permite cargarse de buena conciencia y apuntalar la consiguiente divisi¨®n maniquea del mundo entre los puros (ellos y quienes son como ellos) y los impuros, todos los que han renunciado al objetivo revolucionario. Tal pureza adem¨¢s es f¨¢cil de mantener, ya que en ausencia de perspectivas revolucionarias la profesi¨®n de fe tiene ante s¨ª un chivo expiatorio f¨¢cil, el antiamericanismo, y carece de riesgos personales. Y como suele ocurrir con las construcciones maniqueas, libera a sus portadores de la inc¨®moda tarea de pensar la realidad. Con ser verbalmente antisistema, casi todo vale, e incluso puede producir ganancias, si nuestro revolucionario (o revolucionaria) trasnochado/a se apunta a la Alianza de las Civilizaciones o, en estos ¨²ltimos tiempos, a respaldar ciegamente al Gobierno esgrimiendo el espantajo del PP "fascista".
Algunos ejemplos. Para tales personajes, s¨®lo desde la tradicional incomprensi¨®n propia de Occidente puede ser puesto en cuesti¨®n el acceso del pa¨ªs de los ayatol¨¢s y de Ahmadineyad a la condici¨®n de potencia nuclear. O por citar un caso m¨¢s concreto y reciente, las declaraciones de la marinera brit¨¢nica capturada ser¨¢n la prueba de la agresividad brit¨¢nica y no la muestra repugnante de un tipo de presi¨®n totalitaria sobre el cautivo, vista 1.000 veces para quien quiera verlo en Ir¨¢n desde 1979. Mirando hacia casa, no falta quien acepte como colegas a los defensores directos o indirectos del crimen pol¨ªtico en Euskadi: santa autodeterminaci¨®n obliga. As¨ª que a "dialogar" como sea, marginando a las reaccionarias v¨ªctimas del terrorismo. Y como los maniqueos vienen bien para la versi¨®n simplificada de la pol¨ªtica preferida por Zapatero, nada tiene de extra?o su presencia y ascenso en medios estatales y allegados.
Es la conclusi¨®n de un camino hacia ninguna parte iniciado para la izquierda radical hace casi cuatro d¨¦cadas, cuando en torno al 68 tuvieron lugar las ¨²ltimas grandes movilizaciones obreras de la historia europea y con el aplastamiento de la "primavera de Praga" qued¨® de manifiesto la imposibilidad de reformar el sistema sovi¨¦tico. Adem¨¢s, la crisis de los 70 abri¨® un proceso en el curso del cual la reestructuraci¨®n capitalista invalid¨® las pol¨ªticas de redistribuci¨®n al uso en la socialdemocracia. Hubo que abandonar la utop¨ªa y repensar la reforma. S¨®lo que muchos intelectuales de izquierda fueron incapaces de asumir que el fracaso de los comunismos no era s¨®lo t¨¦cnico, sino que supuso el feliz desplome de unos reg¨ªmenes tir¨¢nicos, con un grado de inhumanidad a veces incomparablemente superior al de la "opresi¨®n capitalista". Pensemos en Mao o Pol Pot, o veamos La vida de los otros. Pero el sectario tiene la piel dura. Incluso desde el 89, muchos siguieron y siguen aferrados al clavo ardiendo de Cuba, e incluso sue?an hoy con el modelo de Ch¨¢vez. A m¨¢s de uno le convendr¨ªa la etiqueta de "fascismo rojo". De este modo conservan su cuota en el mercado de las ideas.
La responsabilidad no es, pues, s¨®lo del capitalismo, aun cuando ¨¦ste en su grado de evoluci¨®n actual haga m¨¢s necesaria que nunca la existencia de un pensamiento cr¨ªtico que tenga su referencia en los que son hoy sus portadores viables, los partidos socialdem¨®cratas y los movimientos ecologistas. Sin servilismo, reconociendo la complejidad de lo real, la frecuente necesidad de criticar a dos bandas, y la exigencia de distanciarse de quienes siguen exhibiendo un rentable radicalismo verbal.
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