'Hiyabs' bajo los invernaderos
Los empresarios alaban el trabajo de las temporeras marroqu¨ªes contratadas en origen para la fresa de Huelva
Hafita Alaui es marroqu¨ª, de 33 a?os. Hace menos de una semana que lleg¨® a Palos de la Frontera (Huelva) y es la primera vez que trabaja en la fresa. Las arranca con delicadeza de las matas y ordena los frutos en envases de pl¨¢stico. Los empresarios agr¨ªcolas de Huelva esperan contratar este a?o a unas 5.000 temporeras marroqu¨ªes como Hafita.
No le molesta el hiyab que le cubre la cabeza, el pa?uelo que usan las mujeres que profesan la religi¨®n isl¨¢mica. Le gusta llevarlo y no le importa el calor. A Hafita Alaui tampoco le sorprende que le pregunten por esa prenda. Por eso, responde con educaci¨®n: "No me estorba para coger las fresas"
La campa?a de 2007 empez¨® con mal pie. De las 10.000 trabajadoras rumanas que esperaban los agricultores como agua de mayo han faltado unas 7.000. El miedo a que gran parte de la cosecha terminase pudri¨¦ndose en los invernaderos hizo volver la mirada de la patronal a Marruecos. As¨ª, en colaboraci¨®n con el programa Aeneas -ideado por el alcalde de Cartaya, Juan Antonio Mill¨¢n (PSOE), para fomentar la contrataci¨®n de marroqu¨ªes- muchos empresarios viajaron hasta all¨ª para seleccionar en origen a trabajadores que pasasen entre tres y cinco meses recogiendo fresas. Su objetivo era encontrar, preferentemente, mujeres con cargas familiares con el fin de garantizar el cumplimiento del contrato en Huelva y su posterior retorno a Marruecos.
Hafita, que procede de un peque?o pueblo cercano a Casablanca, cumple, como sus compa?eras, con el perfil. Est¨¢ casada y tiene tres hijos, de entre dos y siete a?os. "Mi marido se ha quedado. No ve mal que yo est¨¦ aqu¨ª. En Marruecos gano menos de seis euros al d¨ªa vendiendo fruta y aqu¨ª gano casi 34 euros por d¨ªa", se?ala. "El dinero lo mando a mi casa para que mis hijos puedan tener comida y comprar lo que necesitan para la escuela", contin¨²a Hafita, contenta del trabajo.
Ella, como el resto de sus compa?eras marroqu¨ªes y rumanas, vive en la misma finca, en casas cedidas por el agricultor, que sufraga la luz, el agua y el gas. Las habitaciones son para dos o tres personas y se comparte una cocina, un comedor y un cuarto de ba?o con ducha. La manutenci¨®n, as¨ª como el viaje de vuelta, corre a cargo de las jornaleras. Su sueldo, estipulado en el convenio, es de 33,60 euros por d¨ªa trabajado, en turnos de seis horas y media.
"Es la primera vez que hacemos una contrataci¨®n en origen importante en Marruecos y esperamos que la experiencia sea buena, pero contamos con que podemos perder parte de la mano de obra, desde un 3% a un 8% de los trabajadores, esas cifras las podemos tolerar", explica Manuel Piedra, representante de la cooperativa Cora. Y es que los trabajadores magreb¨ªes, as¨ª como los subsaharianos, no gozaban hasta ahora de muy buena fama en Huelva. La raz¨®n, explican los agricultores, estriba en que muchos no cumpl¨ªan la totalidad de la campa?a y, si surg¨ªa otra en cualquier punto de Espa?a, se marchaban, dejando al agricultor sin manos para la cosecha.
A la cooperativa Cora pertenece Luis Cabezas, propietario de la finca donde trabaja Hafita Alaui, en Palos de la Frontera. Luis ha contratado este a?o a 11 trabajadoras marroqu¨ªes pero ya ha sufrido la marcha de dos de ellas. "No lo entiendo, de repente se fueron sin dar explicaci¨®n. Una, incluso, se ha dejado el pasaporte", exclama. A pesar de todo, el agricultor se muestra muy satisfecho con el trabajo de estas mujeres. "Llevan pocos d¨ªas pero son muy duras, m¨¢s que las del Este", dice observando c¨®mo Hafita y su compa?era Saquiya Sheli, de 41 a?os, completan las cajas que transportan en carretilla y que llevan a los camiones.
"El trabajo es cansado, sobre todo para la espalda, pero yo estoy acostumbrada a trabajar en el campo", dice Saquiya, que vive cerca de T¨¢nger con sus tres hijos.
"Las marroqu¨ªes no dan ning¨²n problema. Y ya tengo comprado dos animales para la fiesta del ¨²ltimo d¨ªa. Y el ¨²ltimo d¨ªa de trabajo, en la fiesta que organizaremos, haremos cerdo para las rumanas y cordero para las marroqu¨ªes", avanza un sonriente Luis Cabezas.
Un a?o de sustos
No est¨¢ siendo un a?o tranquilo para los freseros. La asociaci¨®n ecologista Adena ha fomentado una campa?a de "consumo responsable". Los conservacionistas exigen que toda producci¨®n sea "legal y sostenible". La patronal tilda la campa?a de aut¨¦ntico boicoteo.
"Pedimos que se reestructure el espacio agrario y que los mercados asuman su responsabilidad de no comprar productos que se produzcan en suelos no aptos para ello o regados de manera ilegal. Es necesario una producci¨®n legal y sostenible", afirma Guido Schmidt, responsable del programa de aguas de Adena.
"Hemos empezado con el fres¨®n de la zona de Do?ana, pero creemos que habr¨¢ que extenderlo a otros productos" a?ade el representante ecologista, quien reclama una mayor implicaci¨®n de la Junta en el problema. "Si no hay voluntad pol¨ªtica de hacer esto, pediremos a los supermercados que opten por otros proveedores que sean legales", a?ade.
Adem¨¢s, Jos¨¦ Cabrero, parlamentario andaluz de IU, solicit¨® la semana pasada la comparecencia de la consejera de Gobernaci¨®n, Evanjelina Naranjo, para aclarar supuestas irregularidades en las condiciones laborales de los temporeros. Entre otras cosas, Cabrero critica que hay residencias que "no re¨²nen las circunstancias m¨ªnimas de habitabilidad y algunos, simplemente, son alojamientos improvisados donde malvive el trabajador". Adem¨¢s, dijo que los jornaleros est¨¢n alejados de n¨²cleos urbanos, lo que "produce un importante movimiento de gente que deambula por las carreteras para llegar a los pueblos".
Manuel Romero, responsable de la mayor patronal, Freshuelva, pidi¨® el mi¨¦rcoles que Adena abandone los foros agrarios en los que viene trabajando.
Manuel Piedra, de Cora y representante de la Uni¨®n de Peque?os Agricultores, critic¨® el escaso conocimiento que sobre el sector tienen tanto la asociaci¨®n ecologista, como el parlamentario de Izquierda Unida. "Puede haber casos aislados en que haya fincas ilegales o empresarios que no ayuden a sus trabajadores. Pero esos casos son m¨ªnimos y no se puede generalizar", afirm¨® Piedra.
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