Elogio de la locura

Har¨¢ a?os y a?os que no se da un 5-4 en la Liga. Es decir, el partido de ayer en El Sardinero pasar¨¢ a la historia para bien, de unos, o para mal, de otros. Nueve goles en un partido, ocho de ellos en la segunda mitad, probablemente impiden cualquier juicio de valor sobre lo ocurrido en el campo y sumergen el encuentro en el terreno de las emociones, las felicidades, los sinsabores o los infartos. Racing y Athletic construyeron un homenaje al f¨²tbol cardiovascular que cay¨® del lado c¨¢ntabro como pudo haber ca¨ªdo del lado vasco. De hecho, ya en tiempo de descuento, Iraola estuvo a punto de empatar en el en¨¦simo barullo defensivo.

Probablemente, nueve goles invalidan cualquier juicio cr¨ªtico sobre las interioridades del partido. A lo sumo, se reducen a la primera mitad, que en nada anunciaban un desenlace similar de la pel¨ªcula. El Athletic lleg¨® un par de veces, con dos faltas frontales, cerca del ¨¢rea, y una la transform¨® Luis Prieto tirando a dar. Dispar¨® sin mirar, a la barrera. El bal¨®n tropez¨® en una bota y se fue para el otro lado. La otra la mand¨® cerca de Cuenca. Y punto. No hizo m¨¢s ni busc¨® m¨¢s. El Racing, tampoco. Era un equipo espeso, s¨®lo aligerado por la velocidad de Balboa, que demostr¨® a Javi Gonz¨¢lez lo mucho que ha cambiado el f¨²tbol desde que se sent¨ªa internacional en potencia. Apenas dio para un par de intervenciones magn¨ªficas de Aranzubia, presumiendo lo cl¨¢sico en estos casos: un acoso cansino y reiterativo del Racing y una defensa complicada y aburrida del Athletic para el segundo acto.

Pues no. Los partidos, efectivamente, tienen vida propia, que incluso excede a las condiciones de los futbolistas. Tras otra parada de Aranzubia a remate de Garay, se abri¨® la t¨®mbola futbol¨ªstica, el desorden, la imaginaci¨®n, los accidentes, la punter¨ªa, todas las artes del f¨²tbol, buenas y malas, que a veces convierten este juego en algo tan enigm¨¢tico como apasionante. En 30 minutos se marcaron ocho goles, es decir a un ritmo de casi uno cada cuatro minutos. Al Athletic le hizo da?o especialmente uno, el que marc¨® Garay aprovechando un penalti absurdo de Murillo. Antes se hab¨ªa adelantado Etxeberria y a los tres minutos se le volv¨ªa a hundir el mundo. El resto fue un intercambio de golpes. Zigic se adue?¨® del ¨¢rea y golpe¨® dos veces, Etxeberria e Iraola respondieron de igual manera. Casi, casi, cada jugada se convert¨ªa en gol por aciertos de unos y dem¨¦ritos de otros. El Racing jugaba a la contra (la peor jugada para el Athletic) y el Athletic se impon¨ªa en el juego a¨¦reo (por dos veces habilit¨® Llorente a Etxeberria con la coronilla).

Y venga goles, al m¨¢s viejo estilo ingl¨¦s. Para entonces ya sobraban los entrenadores, condenados a un papel tan secundario como el del cuarto ¨¢rbitro: yo hago cambios, t¨² los apuntas. Y Zigic, que viv¨ªa su tarde de gloria con dos goles y medio (el que meti¨® con Murillo en el en¨¦simo centro de Munitis). Y Etxeberria (dos a?os sin marcar en San Mam¨¦s), que hac¨ªa dos goles. Y venga y dale, hasta el punto de que incluso tras el quinto gol del Racing, en el minuto 88, To?o tuvo que meter una mano prodigiosa para repeler un disparo de Iraola tras otra peinada de Llorente. Era el elogio de la locura y quiz¨¢s todo ocurri¨® porque el Athletic jug¨® con pantalones blancos y ya se sabe lo que le pasa al Athletic cuando le tocan los pantalones...