Un asunto de familia
Los pa¨ªses de tradici¨®n cat¨®lica no suelen ser puritanos. El mecanismo de la confesi¨®n y la penitencia genera conciencias el¨¢sticas. Por eso el Vaticano vive pendiente de Espa?a e Italia: teme que el escepticismo religioso nos lleve a la amoralidad y la indecencia, sin estaciones intermedias. Y hace algo parecido a una oferta. Vale con que no vayan a misa, viene a decir, pero protejan la familia tradicional. En esta defensa, la Iglesia cat¨®lica utiliza argumentos relacionados con la moral, la historia, la pedagog¨ªa, la psicolog¨ªa, la sociolog¨ªa y el derecho. Quiz¨¢ resulten convincentes en el caso espa?ol. En Italia, sin embargo, podr¨ªan bastar tres palabras: econom¨ªa, Agnelli, Juventus.
Tras el esc¨¢ndalo, lo normal habr¨ªa sido mantener a 'la Juve' hasta ascender y venderla a buen precio
En Italia, el pa¨ªs m¨¢s mediterr¨¢neo del Mediterr¨¢neo, el Estado no inspira devoci¨®n. Ni siquiera temor. Viene a ser una cosa ¨²til para colocarse o colocar a los parientes. La justicia es lenta y err¨¢tica, la pol¨ªtica es indescriptible, el pueblo de al lado cae muy lejos y cae antip¨¢tico, los ideales s¨®lo son buenos mientras duran y todo es negociable. La aut¨¦ntica fe se deposita en la familia, la nuclear y la cl¨¢nica. Italia es un pa¨ªs de empresas familiares y de asuntos familiares. La cosa, a su modo, funciona. Y emana una extra?a naturalidad. ?Por qu¨¦ la gente simpatiza con los Corleone de El padrino? No por los cr¨ªmenes, ni por su c¨®digo de honor, sino porque son una familia de aroma italiano.
?Qu¨¦ habr¨ªa sido de Italia si el primer Agnelli o el primer Barilla no se hubieran casado? Muchas dinast¨ªas industriales fracasan, pero las que sobreviven se hacen casi indestructibles gracias a la fuerza de la sangre y a los lazos del clan. Esto de la sangre suena a burrada, pero es la ¨²nica explicaci¨®n posible ante ciertos fen¨®menos. Ah¨ª est¨¢ el caso de John y Lapo Elkann, dos muchachos neoyorquinos, crecidos en Brasil y educados entre Francia e Inglaterra. Su madre es una Agnelli y su abuelo fue Gianni Agnelli, el imponente Avvocato; ellos sufren a¨²n cierta dificultad para expresarse en italiano.
John ten¨ªa 22 a?os cuando ingres¨® en el consejo de Fiat. Ten¨ªa 28 en 2004, cuando, a la muerte del t¨ªo-abuelo Umberto, fue nombrado vicepresidente y cabeza de familia. Apoyado en Luca Cordero di Montezemolo, el fiel consigliere que asumi¨® temporalmente la presidencia para dar un poco de aire al muchacho, John se concentr¨® en las empresas familiares. Fiat, que todos daban por muerta, resucit¨®. El diario La Stampa se renov¨® con ¨¦xito. Ferrari sigui¨® siendo Ferrari.
Quedaba la Juve, un asunto de familia desde que Edoardo Agnelli asumi¨®, en 1923, su presidencia. Era un asunto sentimental de los viejos Agnelli, no daba dinero y causaba muchas preocupaciones. El a?o pasado dio el disgusto definitivo con la corrupci¨®n y el descenso de categor¨ªa. John y Lapo no simpatizaban con el r¨¦gimen de Antonio Giraudo, consejero delegado, y Luciano Moggi, director general. Lapo, por dislexia, lapsus freudiano o simple mala leche, les llamaba Ca¨ªn y Babel. Tras el esc¨¢ndalo, lo normal habr¨ªa sido mantener el Juventus hasta su vuelta a la Serie A y venderlo a buen precio para reforzar otras actividades. Al fin y al cabo, John y Lapo, a diferencia de su abuelo o de Berlusconi, no son muy futboleros.
Esta semana, con la Vieja Se?ora en camino del ascenso, los Elkann-Agnelli han efectuado una fort¨ªsima ampliaci¨®n de capital en el Juventus: 105 millones de euros, 70 de los cuales son de la familia, que pondr¨¢ tambi¨¦n una de sus marcas, New Holland, en las camisetas, lo que les costar¨¢ otros 33 millones. Y se declaran dispuestos a seguir pagando hasta que el club vuelva a la ¨¦lite mundial.
?Por qu¨¦? Porque el Juventus es un asunto de familia. Y con la familia no se juega. No hay otra explicaci¨®n plausible.
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