Una m¨¢quina del tiempo
Seg¨²n pasaba las p¨¢ginas, a Juan Urbano se le iban llenando los ojos de iglesias, campanas y santos. Tal vez fuera por la Semana Santa, pero el caso es que entre la condena del Vaticano al te¨®logo Jon Sobrino, el empe?o del papa Benedicto XVI en beatificar con toda la urgencia del mundo a Juan Pablo II y la rebeli¨®n de una parroquia de Entrev¨ªas contra el arzobispado de Madrid, el diario parec¨ªa una procesi¨®n, s¨®lo que algunos de sus protagonistas iban hacia delante y otros hacia atr¨¢s, en algunos casos lo mismo que si al meterse en el nuevo t¨²nel de Sor ?ngela de la Cruz, uno entrara por la calle de la Infanta Mercedes y saliese a la Edad Media.
"Es decir", ponder¨® nuestro fil¨®sofo de todos los jueves, mientras remov¨ªa gravemente el caf¨¦ que acababan de servirle en un bar de la plaza de Espa?a, "que la Iglesia corre para todo aquello que consiste en no avanzar y va despacio cuando se trata de llegar al futuro." Cualquiera lo entend¨ªa.
Jon Sobrino es casi un resucitado que escap¨® milagrosamente de una matanza en El Salvador
El mot¨ªn de la parroquia de San Carlos Borromeo, que toma su nombre de un contrarreformista que llevaba cosido a la sotana un escudo con la palabra humildad grabada en el centro y que, seg¨²n las malas lenguas, lleg¨® a arzobispo de Mil¨¢n con enchufe, porque era sobrino de P¨ªo IV, se debe al cristazo sobre la mesa del cardenal Antonio Mar¨ªa Rouco Varela, que se ha sentido afrentado en lo m¨¢s P¨ªo XII de su ser al descubrir que los curas de Entrev¨ªas se atreven, ni m¨¢s ni menos, que a ayudar a los pobres y socorrer a los necesitados. Imag¨ªnense: como si nuestra Iglesia pudiera tirar el dinero en esas estupideces, con lo cara que les debe salir la Cope y lo que se gasta en autobuses a la capital cada vez que monta una manifestaci¨®n contra el Gobierno.
?Sabr¨¢ el arzobispo de Madrid que Sor ?ngela de la Cruz sosten¨ªa que ser religioso es querer "hacerse pobre entre los pobres" y que san Carlos Borromeo naci¨® rico y muri¨®, seg¨²n la leyenda, en la m¨¢s absoluta miseria? ?Sabr¨¢ que la palabra "cristazo" la invent¨® Miguel de Unamuno?
?Habr¨¢ le¨ªdo La agon¨ªa del cristianismo del pensador vasco? Juan Urbano hubiese jurado que la respuesta a todas esas preguntas era no, pero cualquiera sabe. En cualquier caso, el dedo del papa Benedicto XVI hab¨ªa tocado a Jon Sobrino y las ¨²ltimas fichas del domin¨® en caer hab¨ªan sido las de la parroquia de Entrev¨ªas, pero no iban a ser las ¨²ltimas.
Es m¨¢s, conociendo al arzobispo de Madrid, lo m¨¢s f¨¢cil es que todo acabe con la excomuni¨®n de los sacerdotes contestatarios, la clausura del templo del Puente de Vallecas y el desalojo violento de los insolentes que se han atrevido a buscar amparo y cobijo entre sus muros: hasta ah¨ª pod¨ªamos llegar.
Jon Sobrino es casi un resucitado que escap¨® milagrosamente de la matanza que unos criminales uniformados llevaron a cabo en la Universidad Centroamericana, UCA, de El Salvador en 1989, donde asesinaron a ocho religiosos, y que siempre ha defendido que hay que seguir al Dios de los oprimidos, lo cual, al parecer, equivale a enfrentarse a la jerarqu¨ªa eclesi¨¢stica, mucho m¨¢s preocupada por acumular poder que por repartir caridad, es decir, siempre m¨¢s pendiente de los bancos que de las catedrales.
El disparate de Entrev¨ªas le pareci¨® a Juan Urbano un buen ejemplo de c¨®mo la parte m¨¢s reaccionaria de la Iglesia se dedica a huir hacia atr¨¢s con la disculpa de que la persiguen, y lo ¨²nico que logra es alejarse de la realidad.
Porque, por pura l¨®gica, parece razonable pensar que cuando uno lleva un h¨¢bito o una sotana, todos los pasos que da hacia el poder, el dinero y la pol¨ªtica, le apartan de la marginaci¨®n y la pobreza, que son el territorio en el que, presuntamente, deber¨ªa hacer su trabajo.
Pero al arzobispo de Madrid los curas de Entrev¨ªas le parecen ovejas descarriadas, s¨²bditos contestatarios y tal vez hasta rojos subversivos, como a Benedicto XVI debe parec¨¦rselo el casi vasco Jon Sobrino, y, por tanto, ha puesto encima del altar sus herramientas de siempre: la amenaza, la descalificaci¨®n y el castigo.
Como se descuide, y teniendo en cuenta la reacci¨®n de los fieles, que siguen yendo contra viento y marea a las misas proscritas, los van a convertir en h¨¦roes y, si se le va la mano, puede que hasta en m¨¢rtires.
Eso s¨ª, no creo que lleguen a santos, ni siquiera a beatos, porque, hoy d¨ªa, para eso hay que recorrer un camino muy largo y hacerlo de espaldas y con una venda en los ojos, lo primero para no dar pasos en falso y lo segundo, para no ver el dolor y la injusticia que asolan el mundo.
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