Enfermos de uranio, v¨ªctimas de la administraci¨®n
El Ministerio de Trabajo exige nuevas pruebas a los ex empleados de la F¨¢brica de Uranio de And¨²jar para reconocerles la enfermedad profesional. La mitad de ellos ya ha muerto por las radiaciones
A sus 67 a?os, Jos¨¦ Soto est¨¢ convencido de que en torno a la F¨¢brica de Uranio de And¨²jar (FUA) se ha larvado una maldici¨®n. No s¨®lo porque la mitad de los 126 trabajadores que conformaron la plantilla entre 1959 y 1981 ya han fallecido por distintas patolog¨ªas asociadas a la exposici¨®n a radiaciones provocadas por la extracci¨®n de uranio, sino tambi¨¦n porque llevan 15 a?os luchando de modo infructuoso para que se les reconozca la enfermedad profesional.
Desde el a?o 1995, los antiguos empleados de "la nuclear", como se conoc¨ªa a la f¨¢brica en And¨²jar, se han sometido a tres reconocimientos m¨¦dicos como exigencia previa de las autoridades sanitarias para que se les reconozca su enfermedad profesional por su exposici¨®n durante 22 a?os al uranio. En todos los casos, asegura Jos¨¦ Soto -que es el presidente de la asociaci¨®n de ex trabajadores-, los m¨¦dicos vincularon sus dolencias con su trabajo en contacto con el uranio, pero ninguno de ellos se atrevi¨® a firmar que exist¨ªa relaci¨®n causa-efecto, un requisito imprescindible para el reconocimiento de enfermedad profesional.
Fueron 22 a?os de calvario, y una mera "experiencia piloto" para los responsables
"No habr¨¢ problema en reconocer la gravedad de los hechos", dijo Caldera en 2005
La F¨¢brica de Uranio de And¨²jar (FUA) trataba mineral de uranio para la obtenci¨®n de concentrado de ¨®xido de uranio con una pureza del 80% al 90%, que, posteriormente, se transportaba en bidones a Francia o Estados Unidos para su utilizaci¨®n en los reactores de las centrales nucleares. Los trabajadores aseguran que ten¨ªan que realizar su actividad sin apenas medidas de protecci¨®n.
"Apenas ten¨ªamos un mono de trabajo y unos guantes de goma", comenta Soto, que recuerda que el polvo amarillo se met¨ªa en los ojos, la boca y la nariz. Seg¨²n unos an¨¢lisis de orina del a?o 1964, los empleados ten¨ªan en torno a 116 microgramos de uranio por litro, cuando el l¨ªmite de seguridad estaba en 0,8 microgramos.
Pero los trabajadores no eran conscientes del peligro que corr¨ªan, pues el dos¨ªmetro personal que portaban siempre estaba defectuoso. Fueron 22 a?os de calvario para 126 trabajadores, pero una mera "experiencia piloto" para los responsables de la FUA, seg¨²n admiti¨® el director, Jos¨¦ Perarnau, que fue uno de los 13 imputados tras la querella que present¨® la asociaci¨®n de ex trabajadores y que se archiv¨® en el a?o 2002 por falta de pruebas.
El doctor Mart¨ªnez de la Concha, del hospital Reina Sof¨ªa de C¨®rdoba, emiti¨® en su d¨ªa un informe m¨¦dico a partir del estudio de 52 trabajadores y 22 historias m¨¦dicas de fallecidos. En el mismo se indicaba que un 55,7% presentaba alg¨²n tipo de enfermedad del aparato circulatorio, el 54% padec¨ªa artrosis, el 30% ten¨ªa alguna afecci¨®n de pr¨®stata y el 13,5% presentaba enfermedades en la piel.
En el a?o 2005, poco despu¨¦s de que el Congreso aprobara por unanimidad de todos los grupos pol¨ªticos una iniciativa para dar respuesta a estos trabajadores, el Ministerio de Trabajo y la Junta de Andaluc¨ªa firmaron un protocolo que intentaba hacer efectivo el mandato parlamentario. "Desde una perspectiva pol¨ªtica, no habr¨¢, y me comprometo a ello, ning¨²n problema en reconocer la gravedad de los hechos y en buscar una soluci¨®n", dijo el ministro Jes¨²s Caldera en septiembre de 2005.
Sin embargo, lejos de encontrar una soluci¨®n a sus demandas, los antiguos trabajadores de la FUA han recibido una nueva decepci¨®n. La consejera de Salud del Gobierno andaluz, Mar¨ªa Jes¨²s Montero, asegura que su departamento "ha cumplido con todos los compromisos fijados en el protocolo" (con las pruebas m¨¦dicas practicadas), y se?ala que, a partir de ahora, corresponde al Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) determinar la existencia o no de enfermedad profesional. Desde el Ministerio de Trabajo, un portavoz confirm¨® que el protocolo sigue su curso y que el INSS deber¨¢ analizar ahora caso por caso.
Para la asociaci¨®n de ex trabajadores esta nueva exigencia supone un mazazo a sus aspiraciones. Por todo ello, los antiguos empleados de la FUA, las viudas y sus familiares estudian nuevas movilizaciones al sentirse, una vez m¨¢s, defraudados por la clase pol¨ªtica. "Nos sentimos enga?ados por el PSOE y por el PP, y tambi¨¦n nos da la espalda el Ayuntamiento de And¨²jar [gobernado por el PP y el PA]", denuncia Jos¨¦ Soto.
La antigua FUA permanece hoy enterrada en un enorme mont¨ªculo a las afueras de And¨²jar, gracias al plan de clausura aprobado en 1991 por el Ministerio de Industria y Energ¨ªa con el visto bueno del Consejo de Seguridad Nuclear. En la monta?a resultante de ese enterramiento crecen ahora, a duras penas, algunos de los 2.000 ¨¢rboles plantados en su d¨ªa para restaurar la zona. La asociaci¨®n de ex trabajadores asegura que debajo de ese enorme mont¨ªculo hay enterrados 5.500 curios de uranio.
Antonio Fern¨¢ndez / Ex trabajador. "Cuando llegaba a casa escup¨ªa amarillo"
Alrededor de la FUA ha existido siempre un halo de misterio entre la poblaci¨®n de And¨²jar. Entre las propias familias se hablaba muy poco de c¨®mo era la vida en el interior de la escombrera. El motivo era otro el documento que los trabajadores ten¨ªan que firmar cuando entraban en la f¨¢brica donde se compromet¨ªan a no dar informaci¨®n alguna sobre la FUA. "Parec¨ªa que firm¨¢bamos un secreto de Estado", recuerda indignado Antonio Fern¨¢ndez, que estuvo algo m¨¢s de 22 a?os en la FUA. Sin embargo, a pesar de sus dolencias en las rodillas, la pr¨®stata y el pecho, hoy se considera un privilegiado porque a¨²n lo puede contar: "Estoy vivo porque hice caso a mis hijos y rechac¨¦ el traslado a otra escombrera en Don Benito (Badajoz)", comenta Antonio."Nos daban un mono para trabajar que ten¨ªa que llevar a mi casa para lavar, mezcl¨¢ndolo con el resto de la ropa de mi familia. Y ten¨ªamos unas mascarillas de papel que no proteg¨ªan nada, por eso cuando llegaba a casa escup¨ªa uranato amarillo". Antonio, que es el tesorero de la asociaci¨®n de ex trabajadores, reivindica el reconocimiento de enfermedad profesional para dignificar su pensi¨®n y, sobre todo, "para que se haga justicia y se nos compense por todo lo que sufrimos en esas instalaciones". Antonio no quiere ver la FUA ni en pintura. Tanto es as¨ª que prohibi¨® a sus nietos asistir a las visitas guiadas organizadas por Enresa para divulgar las bondades del plan de clausura.
Sacramento Rodr¨ªguez / Viuda. "Iban como corderos al matadero"
Sacramento Rodr¨ªguez (72 a?os) lleva casi media vida como viuda. Su marido muri¨® con s¨®lo 42 a?os despu¨¦s de caer enfermo, tras pasarse 13 a?os y medio trabajando en la FUA. "No sab¨ªan que iban como corderos al matadero", subraya Sacramento, mientras se?ala el lugar donde est¨¢ enterrada la antigua escombrera de uranio de And¨²jar: "Ah¨ª est¨¢n las vidas de nuestros maridos", dice, con amargura. Su marido trabaj¨® en la secci¨®n de concentrados: "Parec¨ªa mi padre de lo envejecido que estaba, llegaba muy cansado a casa y echaba espuma por la boca. Le dieron de baja y enseguida falleci¨®", cuenta Sacramento, que a¨²n no ha podido borrar de su mente lo que le dijeron los m¨¦dicos que atendieron a su marido: "Tienes que decir que ha muerto de enfermedad com¨²n y a callar".La cuesti¨®n es que Sacramento se qued¨® viuda muy joven, con una pensi¨®n de 5.000 pesetas y tuvo que trabajar de costurera para sacar adelante a sus cuatro hijos de entre 11 y 15 a?os. Hoy es una de las 33 viudas que forman parte de la asociaci¨®n de ex trabajadores de la FUA y que reivindica que el reconocimiento de la enfermedad profesional se haga extensivo tambi¨¦n a ellas con el fin de poder mejorar sus actuales pensiones, que en el caso de Sacramento es de 490 euros. Ella tiene claro que tanto su marido como el resto de los empleados estuvieron enga?ados en todo momento.
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