En el imperio de los gupta
Par¨ªs acoge la mayor muestra de arte de la edad de oro de la India cl¨¢sica
"?Qui¨¦n es el Tolst¨®i de los zul¨²es? ?Y el Proust de los pap¨²es? Me gustar¨ªa leerlos", declaraba Saul Below en una entrevista. De vez en cuando hay exposiciones que no responden exactamente a ese deseo esc¨¦ptico de un premio Nobel harto de la tonter¨ªa bienintencionada del multiculturalismo sino que nos convierten a nosotros en pap¨²es o zul¨²es, es decir, en analfabetos del otro.
Es el caso de la fastuosa exposici¨®n parisiense dedicada a El imperio de los gupta. La edad de oro de la India cl¨¢sica, o sea, a un periodo que va del siglo IV despu¨¦s del nacimiento de Jesucristo al siglo VI, y que supone un periodo de expansi¨®n del budismo y del jainismo antes que la victoria militar de los hunos suponga el retorno de la tradici¨®n brahm¨¢nica o hinduista, socialmente regresiva y de menor tolerancia.
La exposici¨®n presenta un centenar largo de esculturas y una peque?a pero extraordinaria colecci¨®n de monedas. Las esculturas del periodo gupta remiten a una triple iconograf¨ªa e inspiraci¨®n, a la de las tres corrientes de pensamiento o religiosidad dominantes en lo que hoy es India y ponen las bases simb¨®licas y est¨¦ticas de toda una parte de la cultura de un continente.
La exposici¨®n de Par¨ªs, abierta hasta el pr¨®ximo 25 de junio en el Grand Palais, es una suerte de equivalente a la dedicada a Prax¨ªteles en el Louvre, s¨®lo que habla de otro mundo. El escultor griego fija, para los pr¨®ximos seis siglos pero tambi¨¦n para nuestro Renacimiento y, en definitiva, para toda la tradici¨®n occidental, un modelo de belleza y un canon a la hora de representar el cuerpo humano. El imperio gupta lega a todo el sur de Asia, y a¨²n m¨¢s all¨¢, el repertorio de gestos y signos ¨²tiles a la hora de esculpir la naturaleza, sus dioses o sus pr¨ªncipes, desde el gesto de las manos de Buda hasta los animales de los que puede aparecer acompa?ado. Son personajes o momentos fundacionales. Obviamente, si viendo las figuras de Prax¨ªteles la familiaridad es total, con las del imperio gupta no nos sucede lo mismo, a no ser que el visitante tenga, por las razones que fuesen, un buen conocimiento de la cultura y la religiosidad hind¨².
La calidad de las esculturas -en gres rosa cuando proceden de Matura, cerca de la actual Nueva Delhi, o en gres gris, cuando su origen es Sarnat, no lejos del actual Benar¨¦s- es sorprendente pero a¨²n lo es m¨¢s lo muy r¨¢pidamente que se codifica un lenguaje. En las terracotas el margen de libertad parece mayor, sobre todo cuando se trata de bajorrelieves que demandan narratividad, que nos muestran distintos episodios de la vida de un personaje, que necesitan inventarse el c¨®mo jerarquizar lo que muestran y el c¨®mo resumirlo. La estatuaria en bronce, al menos la que se ha conservado y ha llegado hasta los museos, est¨¢ dominada de manera obsesiva por Buda pues s¨®lo una de las figuras remite a Brahma.
Quedan los relicarios o, mejor dicho, las stupas que imitan la forma de los templos pero tienen un formato reducido, o las obras que remiten a la mitolog¨ªa o a pasajes de las grandes epopeyas, el Mahbarata o el Ramayana.
El conjunto nos permite rastrear influencias o coincidencias asirias o griegas pero sobre todo nos proyecta hacia el futuro, es el original luego mil veces copiado. Pero su magia es precisamente ¨¦sa, la de ser el original que transmita un ideal de claridad y calma, intemporal cuando pertenece a un momento preciso. Privilegio sin duda de ¨¦pocas privilegiadas. Y privilegio parisiense pues todos esos tesoros nunca hab¨ªan sido reunidos en un solo lugar ni hab¨ªan salido al mismo tiempo de sus museos en India.La estatuaria en bronce est¨¢ dominada de manera obsesiva por Buda, pues s¨®lo una figura remite a Brahma
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