... Y Smith dinamit¨® la final
Andaba el partido indeciso, sin saber muy bien qu¨¦ camino coger. Hasta que Charles Smith debi¨® de sentir que la gloria llamaba a su puerta. Al fin y al cabo, no ten¨ªa que hacer nada m¨¢s que responder a su cartel, apoyarse en lo mejor que ha sabido hacer a lo largo de su carrera deportiva: tirar como un diablo. Pero no es tan f¨¢cil conjugar el c¨®mo con el cu¨¢ndo. Y no hay ning¨²n sitio mejor que una final europea para incluir tu nombre en los anales y conseguir que se asocie tu apellido a un gran ¨¦xito.
El primer tiempo no hab¨ªa sido especialmente provechoso para ¨¦l, con una ¨²nica muesca en su rev¨®lver. Pero si eres un tirador lo eres siempre y debes pasar de los antecedentes. Smith lo entendi¨® perfectamente e hizo uno, dos, tres, cuatro, hasta cinco triples consecutivos que rompieron el partido en a?icos. Con cada uno de ellos fue venciendo la resistencia de los lituanos de la misma forma que se evaporaban las dudas que pudiesen albergar sus compa?eros.
Si siempre es bueno poder observar que uno de los que viste tu misma camiseta est¨¢ acertado, cuando juegas una final, resulta impagable. Hay jugadores tipo rodillo, como Felipe Reyes, de ¨¦sos que poco a poco te van golpeando hasta pasarte por encima, y hay otros estilo bomba at¨®mica, que, cuando explotan, no dejan nada a su alrededor. El alero madridista tuvo una influencia fundamental y la historia habr¨ªa sido distinta sin su acierto en un momento clave del partido, en ese tercer cuarto que tanto da y quita. Pero no fue el ¨²nico destacado.
Si algo bueno tuvo el Madrid fue que siempre cont¨® con una referencia en el campo. La primera fue Alex Mumbr¨². Vi¨¦ndole todo lo que puede aportar, se entiende los efectos que su ausencia ha provocado en los ¨²ltimos meses. En ese mundo tan complicado que siempre resulta la puesta en escena de una final, los primeros minutos fueron cosa suya. Anot¨®, rebote¨® y puso la primera piedra. Le sigui¨®, casi a la vez, el de siempre. Felipe Reyes estuvo imperial de nuevo y s¨®lo los problemas de faltas, alguna evitable, le quitaron un poco de ritmo de partido. Pero ha alcanzado una calidad en su juego impensable hace una o dos temporadas. Es, sin duda, el valor m¨¢s seguro con el que cuenta el Madrid y un pilar sobre el que edificar un futuro acorde con la historia de este equipo. Por all¨ª andaba tambi¨¦n Bullock, al que la escandalosa actuaci¨®n de Smith le convirti¨® en actor secundario, pero que dej¨® la firma en tres, cuatro acciones de ¨¦sas en las que combina efectividad, elasticidad y una belleza pl¨¢stica sin parang¨®n. Entre todos mantuvieron una frecuencia anotadora a la espera del Big Bang. De eso se encarg¨® Smith.
Esta personalizaci¨®n del ¨¦xito se podr¨ªa extender a todos, pues, por encima de los nombres, este equipo, al m¨¢s puro estilo de la selecci¨®n espa?ola, basa su secreto en el trabajo colectivo. Y no es una filosof¨ªa de cara a la galer¨ªa porque queda bonito, sino que los hechos lo demuestran. Empezando por el entrenador, Joan Plaza, personaje clave para entender la tremenda transformaci¨®n que se ha producido en esta secci¨®n desde el verano pasado. A partir de su coherencia entre lo que dice y lo que hace, todos se han juntado con una idea com¨²n y los personalismos o las tendencias individualistas est¨¢n fuera de lugar. Precisamente Smith es un buen ejemplo de c¨®mo nunca es tarde para convertirte en un jugador de equipo. Quiz¨¢s como agradecimiento, decidi¨® dinamitar la final.
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