Caricaturas
Anda equivocado aquel que, con la perversa intenci¨®n de igualar y caricaturizar al adversario (o ni tan siquiera adversario, al cr¨ªtico con ciertas pol¨ªticas), dibuja a un personaje pat¨¦tico, aferrado a una bandera y llorando por los rincones esa cantinela de "?que se rompe, que se rompe Espa?a!", como si asistiera impotente a un incendio asolador que rodea su casa. No dudo que haya individuos e individuas as¨ª en Madrid, con o sin abrigo de vis¨®n, dentro y hasta fuera del barrio de Salamanca, bramando por Espa?a como para¨ªso sentimental y abri¨¦ndose la camisa al estilo de Superman para ense?ar una camiseta rancia de ropa interior en la que hay dibujado un aguilucho. El problema de las caricaturas es que pueden ser geniales cuando su objetivo es definir a un personaje en concreto o entretenidas a la hora de hacer sociolog¨ªa de sobremesa, pero resultan de una simplicidad irritante cuando se pretende hacer pol¨ªtica con ellas. El simp¨¢tico que echa mano de esos arquetipos sabe (porque lo sabe, aunque prefiera ignorarlo) que hay un sector de la ciudadan¨ªa refractaria a las expresiones del patriotismo sentimental, o sea, que ni un himno ni un trozo de trapo ni el orgullo identitario le conmueven, pero ese sector, que no es tan peque?o y que merece ser respetado, alberga una leg¨ªtima preocupaci¨®n, la de que la pol¨ªtica territorial acabe, no con Espa?a, sino con la solidaridad que deben tener unas zonas con otras. Crear fronterillas que consiguen apropiarse de r¨ªos, escatimar el agua o malgastarla y convertirse en los due?os de una cultura no contaminada es algo que algunos tenemos como no deseable. Probablemente sea la bonanza econ¨®mica la que permita esta situaci¨®n. Leyendo estos d¨ªas las aterradoras previsiones de los cient¨ªficos sobre el cambio clim¨¢tico, la desaparici¨®n de especies y la desertizaci¨®n, hemos visto que, en lo que a Europa se refiere, el acento est¨¢ puesto sobre los pa¨ªses mediterr¨¢neos, entre ellos ¨¦ste, el nuestro. Dentro de 50 a?os, quiz¨¢ antes, compartiremos un problema tan grave y tan com¨²n que tal vez miremos el pasado con asombro: ?tan ricos ¨¦ramos que nos permitimos el lujo de andar a vueltas siempre con lo secundario? Qui¨¦n sabe, puede que la pobreza nos una. Y no ser¨¢ patriotismo sino necesidad.
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