Un barco llamado Clara
"Permitidme que, rindiendo un fervoroso culto a esa mitad del g¨¦nero humano, os diga (y perdone la Srta. Clara Campoamor, que si todas fuesen como ella no tendr¨ªa inconveniente en darles el voto), os diga que el voto de las mujeres es un elemento peligros¨ªsimo para la Rep¨²blica; que la mujer dentro de aquel hogar espa?ol que cant¨® Gabriel y Gal¨¢n como ama de la casa; que la mujer espa?ola, como educadora de sus hijos, merece tambi¨¦n la alabanza de los poetas; pero que la mujer espa?ola como pol¨ªtica es retardataria, es retr¨®grada; todav¨ªa no se ha separado de la influencia de la sacrist¨ªa y del confesionario...". No se lo pod¨ªa creer, el sindicalista que entraba en el sal¨®n ya iniciados los parlamentos, cuando se pronunciaban estas ¨²ltimas frases. Sobre todo al reconocer la voz de Mariano S¨¢nchez Soler, reportero de acreditada trayectoria progresista. Pero el impuntual pronto podr¨ªa comprobar con alivio que las meninges del escritor permanec¨ªan intactas, aunque le hubiera tocado leer parte de la intervenci¨®n del diputado radical ?lvarez Buylla cuando debat¨ªa en las Cortes republicanas con Clara Campoamor. Luego le lleg¨® a ella su turno: "Resolved lo que quer¨¢is, pero afrontando la responsabilidad de dar entrada a esa mitad de g¨¦nero humano en la pol¨ªtica, para que la pol¨ªtica sea cosa de dos, porque s¨®lo hay una cosa que hace un sexo solo: alumbrar. Las dem¨¢s las hacemos todos en com¨²n, y no pod¨¦is venir aqu¨ª vosotros a votar impuestos, a dictar deberes, a legislar sobre la raza humana, sobre la mujer y el hijo, aislados, fuera de nosotras".
Todo esto se escuchaba el martes en el puerto de Alicante, en un acto presidido por la ministra de Fomento pero con el recinto abarrotado de hombres, uniformados o no, a algunos de los cuales no debi¨® hacerles mucha gracia aquello de lo retardatario de las sacrist¨ªas, de la igualdad de los sexos... Magdalena ?lvarez estrellaba despu¨¦s la botella contra un pedazo de buque de salvamento mar¨ªtimo bautizado, por su voluntad expresa, con el nombre de Clara Campoamor (entre otras cosas porque la diputada sufragista sali¨® de este puerto tras la sublevaci¨®n de Franco, camino de un exilio del que jam¨¢s iba a regresar).
Fue interesante escuchar a la ministra hablando de nudos y carretes; de cables, remolques y posicionamiento din¨¢mico. Resalt¨® el esfuerzo inversor y asegur¨® que la del Prestige habr¨ªa sido menos cat¨¢strofe de haberse dispuesto de este tipo de dotaciones. ?lvarez hizo un s¨ªmil entre la situaci¨®n de escasez de medios hace 4 a?os y la actual; entre aquel pleistoceno pol¨ªtico en que se discut¨ªa el voto de las mujeres y el 2007, reci¨¦n aprobada la Ley de Igualdad. Pero aunque vaya en el sueldo del gobierno propagar lo mucho que hemos avanzado, a nadie se le oculta que parte del rechazo que a¨²n se expresa hoy hacia las pol¨ªticas feministas est¨¢ basado en los mismos argumentos que los salva-rep¨²blicas esgrimieron en 1931.
Los huracanes sol¨ªan tener nombres de mujer, como las barquitas de pesca. Pero s¨®lo el 3% de las calles de nuestros pueblos y ciudades. Por eso nos alegr¨® comprobar c¨®mo la ministra va poniendo sus monta?as de arena en el empe?o de hacer visibles a ilustres damas hasta hace nada olvidadas: la estaci¨®n del AVE de M¨¢laga se llama Mar¨ªa Zambrano y aviones y helic¨®pteros recuerdan a Rosal¨ªa de Castro, Josefina de la Torre, Isabel de Villena...
Este detalle me ha hecho recordar el c¨¢lido pero casi clandestino homenaje (al menos a efectos oficiales) que recibi¨® la otra noche la casi nonagenaria Matilde Salvador. De autoridades, s¨®lo la acad¨¦mica: el rector Francisco Tom¨¢s, de la Universidad de Valencia, que ya puso el nombre de la compositora a un sal¨®n de actos. El reconocimiento se debi¨® a los "Amics del Peri¨°dic d'Alboraia", aunque el galard¨®n lo otorgaba ese Ayuntamiento hasta que triunf¨® el PP. Hay que comprender que ahora el alcalde Manuel ?lvaro debe andar m¨¢s preocupado por transitar aceleradamente por todos los vericuetos legales y administrativos que, si nadie lo remedia, le conducir¨¢n a especular con la costa y a arrasar los campos de chufa.
Por cierto: el premio se llama Isabel de Villena.
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