Muchos encuentros
La Bienal de Valencia celebra su cuarta edici¨®n. La primera la dirigi¨® Achile Bonito Oliva; las dos siguientes, Luigi Settembrini. En esta ocasi¨®n, el coordinador general es Amador Gri?¨®, un hombre de la casa, aunque no por ello menos competente. Y seguramente m¨¢s barato. De hecho, una de las cosas en las que se ha insistido en esta edici¨®n es en la austeridad con que se ha actuado. El gerente de la fundaci¨®n de la bienal lo dej¨® bien claro: se han trasladado nada menos que 133,5 toneladas de arte, en su mayor parte a trav¨¦s del Atl¨¢ntico, para un evento que s¨®lo va a costar 3,5 millones. Esto es algo que, dadas las circunstancias, tiene bastante m¨¦rito. En serio.
En cuanto al contenido de las toneladas: la bienal se articula en cinco exposiciones distribuidas en cuatro espacios. La muestra principal es la que justifica el t¨ªtulo general del asunto: Encuentro entre dos mares. De lo que se trata es de la conexi¨®n acordada entre la Bienal de S?o Paulo y la de Valencia. Parece que se pretende que haya continuidad. Lo que se puede ver de la de S?o Paulo (que ha cumplido 50 a?os) es una muestra, Luz ao Sul, de lo que se pudo ver all¨ª en su momento. Los comisarios, Agnaldo Farias y Jacopo Crivelli, presentan una selecci¨®n bastante heterog¨¦nea de 24 artistas. En este contexto destacan, por ejemplo, los trabajos del argentino Le¨®n Ferrari, a manera de cartas ilegibles llenas de volutas, o los mapas imaginarios de los tambi¨¦n argentinos Guillermo Kuitca o Jorge Macchi, los ¨¢rboles de l¨¢tex de Alberto Baraya, las bicicletas a¨¦reas del brasile?o Jarbas Lopes o las melodram¨¢ticas im¨¢genes de la malograda Ana Mendieta.
Junto a ello, en el mismo espacio del Centre del Carme (en un marco un tanto confuso y algo atiborrado), encontramos una gran cantidad de arte popular ind¨ªgena o, en su caso, indigenista. De hecho, se trata de "un canto de amor al pueblo negro", comisariado por el director del Museo Afrobrasil, Emanoel Araujo. El largo t¨ªtulo de esta parte de la bienal, ?fricas-Am¨¦ricas. Encuentros convergentes: Ancestralidad y contemporaneidad, nos habla claramente de sus entusiastas pretensiones y de su ligera desmesura. Dejando a un lado su indudable inter¨¦s antropol¨®gico (hay mucha antropolog¨ªa en esta bienal...), hay cosas espectaculares y cosas inteligentes. Las fotograf¨ªas de negros de Pierre Verger (gentes de Bah¨ªa, Hait¨ª, Cuba, Surinam o Benin) nos presentan la negritud como una suerte de realidad nacional capaz de traspasar los continentes; Sydney Amaral construye im¨¢genes con monedas devaluadas; Z¨¦ do Chal¨¦ realiza imaginativas tallas de madera de ra¨ªces amerindias, lo mismo que Nino, quien, como subraya Janete Costa (responsable de una secci¨®n de esta muestra), es analfabeto, hasta el punto de que firma sus obras con palitos; aunque, la verdad sea dicha, no parece menos culto o refinado que la mayor¨ªa de los artistas que hoy triunfan por doquier.
La bienal se despliega en
otros tres espacios. En el de la Universitat de Val¨¨ncia puede visitarse una muestra de arte contempor¨¢neo de Jordania. Las razones de su inclusi¨®n no son evidentes. Lo que s¨ª resulta evidente es la extra?a intemporalidad que emana de esta exposici¨®n. Por ejemplo, de las pinturas abstractas de Ammar Khammash, de los extensos paisajes fotogr¨¢ficos de Jan Kassay, e incluso del v¨ªdeo de Sima Zureikat, de tem¨¢tica enigm¨¢ticamente religiosa.
El otro gran espacio es el de la Nave del Puerto de Sagunto. El edificio es uno de tantos residuos de un pasado vinculado a la industria sider¨²rgica. Los organizadores de la muestra subrayan el car¨¢cter imponente de este "macrocontinente cultural". Al fin y al cabo, no es para tanto. La amplia nave permite acoger bastantes cosas, dej¨¢ndolas respirar bastante mejor que en el convento del Carmen. Dos son las exposiciones en Sagunto. Una de ellas, bajo el plat¨®nico t¨ªtulo de Anamnesis, recoge obras m¨¢s o menos neotecnol¨®gicas de artistas espa?oles m¨¢s o menos emergentes. Todas son pol¨ªticamente correct¨ªsimas. Entre las m¨¢s curiosas se encuentran la acogedora c¨¢mara frigor¨ªfica -y b¨²nker- de Linarejos Moreno o el trabajo de Txuspo Poyo poniendo en movimiento a los solteros de Duchamp.
En la misma Nave, y comisariada por Kevin Power y Ticio Escobar, se nos ofrece una excelente muestra de arte latinoamericano contempor¨¢neo. Lo que domina en este marco es la denuncia pol¨ªtica (militares, pistolas, violencia, opresi¨®n, ya se sabe), pero casi siempre entendida en unos t¨¦rminos bastante ir¨®nicos que denotan envidiable inteligencia. Un ejemplo: las fotograf¨ªas de Stroessner manipuladas por Fredi Casco (en las que el dictador paraguayo aparece duplicado, reducido, acompa?ado de gentes con pinta extraterrestre), o las de Bernardo Oyarz¨²n con su parentela (tras ser detenido por la polic¨ªa y descrito como descerebrado por su aspecto negroide), o las simp¨¢ticas s¨¢banas sucias de Juan Carlos Rodr¨ªguez. Finalmente, tanto en este espacio como en el conocido como La Gallera, en Valencia, puede verse un muy buen proyecto peruano debido a Gustavo Buntinx (Al fondo hay sitio), consistente en una muestra de su Micromuseo ambulante, en donde conviven el kitsch y el esp¨ªritu objetivo, el pop y el neobarroco, los artistas y los artesanos (los art¨ªfices en general, como bien dice Buntinx), con im¨¢genes potentes y abigarradas, algo alucinatorias, como las de ?ngel Valdez o Susana Torres, en obras en donde todo cabe.
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