'Hikikomori blues'
1. La tristeza. Y el tema de los fantasmas tumbados y otros pioneros del porvenir aflorando a primera hora de esta noche.
"-Su joven amigo -dijo Chamfort- no tiene ning¨²n conocimiento del mundo, no sabe nada de nada.
-S¨ª -respondi¨® Rivarol-, y ya est¨¢ triste como si lo supiera todo".
2. Mientras que algunas personas padecen agorafobia, el hikikomori reacciona con un completo aislamiento social para evitar toda presi¨®n exterior. Suelen normalmente ser j¨®venes japoneses, varones la mayor¨ªa, que se encierran en una habitaci¨®n de la casa de sus padres durante periodos de tiempo prolongados, generalmente a?os. Sienten tristeza y apenas tienen amigos, y la gran mayor¨ªa duermen o se tumban a lo largo del d¨ªa, y ven la televisi¨®n o se concentran en el ordenador durante la noche. En Jap¨®n les llaman tambi¨¦n solteros par¨¢sitos. Aquellas m¨¢quinas solteras que inventara Duchamp se han hecho pues realidad. Se calcula que hay un hikikomori por cada diez j¨®venes en Jap¨®n. En total, m¨¢s de un mill¨®n de hikikomoris. Un ¨ªndice muy alto de fantasmas tumbados, de ensimismados tristes, de muertos en vida.
3. Los japoneses parecen los pioneros de un porvenir que se intuye poblado de seres alienados, in¨²tiles, solitarios, extraviados en la infinitud de la red, abocados a la destrucci¨®n. Es un porvenir visible, por ejemplo, en Pulse, de Kiyoshi Kurosawa, pel¨ªcula muy ligada al fen¨®meno de los solteros par¨¢sitos. En ella, un adolescente, Kawashima, novato en materias inform¨¢ticas, se ve sorprendido un d¨ªa al encontrar en su ordenador una extra?a p¨¢gina web abierta. La p¨¢gina web en cuesti¨®n, v¨ªa webcam, muestra a un desconocido vagando por una habitaci¨®n. Ah¨ª comienza el terror en esta pel¨ªcula que empieza contando una historia de m¨ªstica digital y termina con pavorosas im¨¢genes de un mundo dirigido directamente al desastre.
El cine de Kiyoshi Kurosawa (Kobe, 1955), tiene un trasfondo existencialista y metaf¨ªsico, y su universo espiritual ofrece la m¨¢s angustiosa y completa aproximaci¨®n al fen¨®meno de todos esos solitarios que viven atrapados en un M¨¢s All¨¢ de Internet en el que irrumpen sombras, a veces s¨®lo siluetas inm¨®viles que acechan al modo de inquietantes im¨¢genes de pesadilla que andan espi¨¢ndoles desde lo m¨¢s hondo de las pantallas de sus ordenadores. En Pulse sorprende el modo en que uno se ve atrapado en una espiral que nos conduce de lo que parece una historia m¨¢s de fantasmas que usan la tecnolog¨ªa, a una intrigante trama visionaria y apocal¨ªptica de horror global sobre la extinci¨®n de la humanidad: una clara intenci¨®n de denuncia de una sociedad de hikikomoris peligrosamente alienada, solitaria, enferma, condenada al hundimiento.
4. "Cuando empec¨¦ a pasar las tardes en el cuarto de ba?o, no ten¨ªa previsto instalarme en ¨¦l..." (Jean-Philippe Toussaint, La salle de bain).
5. Completamente de acuerdo con Pascal cuando dice que los mayores problemas de los seres humanos vienen de no poder quedarse tranquilos en su habitaci¨®n. Lo dice en uno de sus m¨¢s celebres pensamientos, y se dir¨ªa que esto es lo que piensan precisamente, hoy en d¨ªa, los hikikomori, pioneros de un tipo de angustiosas conductas que en el mundo del futuro ser¨¢n habituales. Es decir, que aquellas ingenuas o simp¨¢ticas ficciones en las que se ve¨ªa a gente que se encerraba en el lavabo y decid¨ªa no salir de all¨ª nunca m¨¢s (la novela La salle de bain, de Jean-Philippe Toussaint, por ejemplo, o la pel¨ªcula El anacoreta, de Juan Estelrich, que tanto nos sorprend¨ªan) han empezado ya a convertirse en una contundente y dura realidad.
6. Cuando, a la vuelta de Colombia, empec¨¦ a pasar el d¨ªa entero en mi gabinete de estudio, no ten¨ªa previsto instalarme en ¨¦l. Pero llevo d¨ªas aqu¨ª haciendo vida de hikikomori, de par¨¢sito en ¨²til contacto constante -hay que ir acostumbr¨¢ndose- con la soledad extrema, en definitiva con la soledad infinita que nos espera a todos despu¨¦s de la muerte, es decir, despu¨¦s de que entremos en la eternidad. Aunque ma?ana romper¨¦ con el radical aislamiento. Voy al Registro Civil (expediente 4859/ 06) a firmar unos papeles.
7. Paso mis ¨²ltimas horas de hikikomori como si estuviera en plena despedida de soltero, y lo hago leyendo a Ryu Murakami, el maestro del thriller psicol¨®gico -el autor de Kyosei Chu (Parasites) y de Azul casi transparente-, el escritor japon¨¦s que m¨¢s se acerca a Kiyoshi Kurosawa en la observaci¨®n de esa sociedad contempor¨¢nea que, dominada por el desarrollo tecnol¨®gico, origina una incomunicaci¨®n infinita, un mundo de m¨¢quinas solteras agazapadas en secreto a lo largo y ancho del antiguo Imperio japon¨¦s.
8. "?La eternidad? Sin duda me encantar¨¢; uno entra en ella tumbado" (Antoine de Rivarol, Pensamientos y Rivarolianas).
9Desde mi individualismo extremo, que tratar¨¦ de atenuar ma?ana sin falta, observo ahora aterrado en la pantalla los movimientos de un joven triste que emprende un viaje a un lugar desconocido. Otro vuelve a casa. Se oye un blues lejano. Un tercer hikikomori llega a una ciudad sin nombre. Un soltero escribe cartas desde ning¨²n sitio, desde el espacio blanco abierto en su mente. Un quinto joven emprende un viaje en busca de aquel primer solitario, que ya hace tiempo que se perdi¨®. Un sexto hikikomori va vagando por el espacio infinito de la pantalla. Y me digo que har¨¦ muy bien ma?ana pisando la calle, viendo las nubes y los ¨¢rboles y tocando todas las cosas que hay por ah¨ª, aunque sepa que est¨¢n aqu¨ª mismo, en la ventana obsesiva y fantasmal de mi pantalla siempre, siempre iluminada.
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