"Nunca fui consciente de ser un revolucionario"
Aquella melena rubia, icono de toda una d¨¦cada, ha dejado paso a las canas. Pero en las distancias cortas, detr¨¢s de unos ojos azul¨ªsimos, se adivina el trasfondo de quien se sabe un mito. Bjorn Borg (Estocolmo, 1956) ha pasado este fin de semana por Madrid para disputar el Masters Senior de tenis y recordar los buenos tiempos junto a algunos de sus viejos rivales. Sentado en una mesa de la cafeter¨ªa de su hotel, se muestra sereno, animado y sorprendentemente accesible trat¨¢ndose de alguien que elev¨® el deporte de la raqueta a la categor¨ªa de fen¨®meno de masas.
Eran los a?os setenta, los de los estertores de la guerra de Vietnam, el esc¨¢ndalo Watergate y el inicio del punk. Tiempo de cambios. Un joven flaco, de piernas arqueadas y temperamento de hielo irrump¨ªa en el circuito profesional y lo transformaba para siempre. "Simplemente, me toc¨® estar en una etapa en la que el tenis se estaba convirtiendo en algo nuevo", dice con modestia mientras da un sorbo a su cerveza como si fuera un turista sueco m¨¢s de visita por Espa?a.
"No s¨¦ por qu¨¦ me retir¨¦ [con s¨®lo 26 a?os]. Quiz¨¢s fue porque empece... Si alguien viniera y me dijera 'esto es por lo que te retiraste', le escuchar¨ªa"
"Fui el primer jugador en presentarme en los torneos con un entrenador. Recuerdo que los dem¨¢s nos miraban raro, como si esturiv¨¦ramos locos"
Pero Borg fue un pionero, un revolucionario. Su juego, tan novedoso como alejado de los c¨¢nones cl¨¢sicos, marc¨® tendencias. Sus golpes liftados desde el fondo de la pista, su rev¨¦s a dos manos y su colocaci¨®n en la cancha sentaron las bases del tenis moderno. "Es cierto que fui el primero en utilizar esos golpes. Pero en aquel momento lo ¨²nico que me preocupaba era ganar torneos, ganar los del Grand Slam. No me planteaba otra cosa", asegura; "gente como
[John] McEnroe, [Jimmy] Connors o yo revolucionamos este deporte. Lo llevamos a otro nivel. Pero nunca fuimos conscientes de ello".
Borg cita a McEnroe, con quien protagoniz¨® algunos de los duelos m¨¢s legendarios de la historia del deporte, como la ¨¦pica final de Wimbledon de 1980, conocida como el partido del siglo. Hoy, con once t¨ªtulos del Grand Slam a sus espaldas -seis de Roland Garros y cinco, consecutivos, de Wimbledon-, Borg echa la vista atr¨¢s y recuerda sus enfrentamientos con el estadounidense: "Jugar contra John siempre era muy especial. Era diferente del resto de los adversarios. Desde que sal¨ªas a la pista, pod¨ªas percibir una atm¨®sfera distinta. En la cancha y entre el p¨²blico. A m¨ª me encantaba esa sensaci¨®n. Y me motivaba".
Motivaci¨®n y fuerza mental. Fueron las mejores armas de Borg durante su carrera. Su car¨¢cter, inmutable bajo la presi¨®n, y su enorme frialdad para jugarse los puntos decisivos no eran innatos. Los adquiri¨®, afirma, tras mucho trabajo: "Cuando ten¨ªa 12 o 13 a?os, perd¨ªa los nervios muy f¨¢cilmente y me comportaba muy mal en la pista. Una vez me suspendieron seis meses sin jugar. Entonces decid¨ª que ten¨ªa que aprender a controlar mis emociones. Despu¨¦s de mucho esfuerzo y gracias a Lennart, que volc¨® toda su experiencia en m¨ª, lo consegu¨ª".
"Lennart" es Lennart Bergelin, su entrenador, que le acompa?¨® desde los 17 a?os hasta su retirada y del que habla con un respeto reverencial: "Fue como un segundo padre para m¨ª. Me ayud¨® no s¨®lo a mejorar mis golpes, sino tambi¨¦n a madurar dentro y fuera de las canchas". Tambi¨¦n en esto Borg fue un precursor. "Fui el primer jugador en presentarme en los torneos con un entrenador. Recuerdo que los organizadores y los dem¨¢s jugadores nos miraban raro, como si estuvi¨¦ramos locos", apunta entre risas.
Adem¨¢s de por ser el chico que iba a los partidos con entrenador, Borg era famoso en el circuito por sus supersticiones y extravagancias. ?l se defiende y dice que era una forma de mantener la concentraci¨®n. "No me afeitaba durante los torneos. En los partidos me palpaba la cinta del pelo entre punto y punto. Pellizcaba las cuerdas. Golpeaba la raqueta contra las zapatillas... Eran peque?os rituales que me ayudaban a dejar la mente en blanco y estar pendiente ¨²nicamente del juego". Perfeccionista hasta el paroxismo, no dejaba escapar ni un solo detalle que pudiera afectar a su tenis, como el cordaje de sus raquetas, tarea para la que s¨®lo confiaba en un amigo: "Mats Laftman. ?l era el ¨²nico capaz de dejarme la raqueta como yo quer¨ªa. A m¨ª me gustaba que el cordaje estuviera muy tenso, a unos 36 kilos, lo que para la ¨¦poca y las raquetas de madera era una barbaridad. A esa presi¨®n, lo normal era que el cordaje se rompiera o que el marco de la raqueta cediera", explica. "Afortunadamente, ten¨ªa buena relaci¨®n con la SAS [la l¨ªnea a¨¦rea escandinava], que nos dejaba mandar hasta 1.500 raquetas a Suecia para que Mats las preparase y luego me las enviaba adonde yo estuviera. Era necesario porque en un solo torneo pod¨ªa romper muchas cuerdas. Un a?o, en Roland Garros, creo que llegu¨¦ a hacerlo hasta 60 veces", rememora.
El tenis ha cambiado desde aquellos tiempos dorados. Las raquetas ya no son de madera y la tecnolog¨ªa se ha convertido en un elemento esencial del juego. "Es un deporte distinto, mucho m¨¢s r¨¢pido", apostilla; "se juega a otra velocidad, se golpea la pelota mucho m¨¢s fuerte". En este nuevo deporte, ?qui¨¦nes son los favoritos de Borg? "Roger Federer, claro. Y Rafa Nadal", sentencia. "Me encanta su mentalidad, su actitud. Adem¨¢s, est¨¢ mejorando en la hierba. El a?o pasado tuvo posibilidades de ganar en Wimbledon. Ya sabe que puede vencer, ya se lo cree", comenta sobre el espa?ol. "Luego, hay j¨®venes que tambi¨¦n me gustan, como Gasquet o Djokovic. Pero ninguno tiene la fuerza mental de Nadal", concluye.
?Un mito tambi¨¦n ten¨ªa sus ¨ªdolos de juventud? "?Claro!", responde; "Rod Laver era el m¨ªo. Era mi referencia. Cuando empec¨¦ a jugar, imaginaba que era el australiano, que jugaba en Wimbledon y en la Copa Davis. No s¨¦ si fue el mejor de todos los tiempos porque cada ¨¦poca tiene sus grandes campeones y no se pueden hacer comparaciones, pero reconozo que a Laver le tengo un cari?o especial".
Despu¨¦s de dos matrimonios tempestuosos y de problemas financieros que incluso le llevaron a pretender subastar alguno de sus trofeos -McEnroe le llam¨® por tel¨¦fono al grito de "?qu¨¦ haces?, ?est¨¢s loco?", y logr¨® hacerle cambiar de idea-, Borg dice haber encontrado la estabilidad. Echa de menos la competici¨®n y practica cuatro horas semanales para matar el gusanillo. Se entrena con los juveniles suecos y, de vez en cuando, como en esta ocasi¨®n en Madrid, participa en alg¨²n torneo de exhibici¨®n.
Pero no se arrepiente de nada. Ni siquiera de haberse retirado en 1983, con s¨®lo 26 a?os, aunque, a d¨ªa de hoy, no sepa el motivo exacto que le llev¨® a tomar esa decisi¨®n: "No lo s¨¦. Me quedaban todav¨ªa algunos a?os a buen nivel, es verdad. Quiz¨¢s fue porque empec¨¦... No lo s¨¦. Si alguien viniera y me dijera 'esto es por lo que te retiraste', le escuchar¨ªa".
MASTERS SENIORS DE MADRID: Semifinales: Costa-Ivanisevic (Croacia): 6-4 y 7-5. Wilander (Suecia)-McEnroe (EE UU), pendiente.
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