La prostituci¨®n crece en segundo plano
La presi¨®n de los centros urbanos desplaza el negocio del sexo hacia rotondas, caminos y v¨ªas de servicio
-Da igual el nombre, ?no?
Eso contesta, con una sonrisa agradable pero poco real, una joven, muy joven, chica rumana -el origen geogr¨¢fico s¨ª lo desvela- cuando se le pregunta por su nombre. Lleva el pelo rubio tintado. Es guapa, aunque con aspecto algo cansado; tiene un sobrepeso bonito; viste provocativo, con ropa barata que, haga fr¨ªo o calor, deja mucho al viento; uno de sus ojos es claro; el otro, est¨¢ morado, marcado por ese tipo de heridas que afloran eventualmente en la cara de aquellas prostitutas del Este que ejercen al aire libre -en los clubes no se permiten las heridas-. Los macarras del Este golpean con pu?o o mano abierta a sus chicas, y a veces hasta las muerden, dejando marca. Los chulos rumanos, que controlan sobre todo a chicas moldavas, son muy violentos y hacen alianzas con ayudantes de diferentes nacionalidades (tambi¨¦n espa?oles, que les ayudan a orientarse en el pa¨ªs). Parece que s¨®lo temen a los delincuentes rusos, que dan m¨¢s duro, y hoy d¨ªa, seg¨²n estad¨ªsticas policiales de la Unidad Central contra las Redes de Inmigraci¨®n, la prostituci¨®n mafiosa de Europa del Este es la principal en Espa?a, hasta un tercio del total.
Aqu¨ª no hay que llegar a acuerdos con los due?os de los clubes, s¨®lo se reparten las zonas
La chica sin nombre, junto con dos compa?eras m¨¢s, acampa de sol a sol cerca de la llamada "zona comercial" de Alfafar, compendio de grandes almacenes a pocos kil¨®metros de Valencia que, desde hace un tiempo, asume en sus inmediaciones oferta al aire libre de sexo venal, bien al lado de alguna rotonda, bien de alguna entrada proveniente de la llamada pista de Silla. Las chicas llegan sobre las once de la ma?ana, y est¨¢n hasta las ocho de la tarde, m¨¢s o menos. Las trae alguien en turismo o furgoneta. La chica sin nombre y sus colegas han encontrado un viejo sof¨¢ tirado, y se sientan sobre ¨¦l, aunque a veces traen una sillita plegable. Llevan bocadillo y botella de agua: les quita la sed y les hace de bid¨¦ (a ellas, pero no al cliente, que en este estilo de prostituci¨®n no se lava antes del acto). Cobran entre 10 y 25 euros. El d¨ªa fuerte es el viernes, cuando los trabajadores de empresas cercanas quieren relajarse antes de llegar a casa, o cuando los clientes j¨®venes buscan tener sexo antes de salir de fiesta. La edad media de los que pagan es de 35 a?os, y a la baja.
Ellas, si hace fr¨ªo, se mojan, y si hace calor, se asan. Suelen durar unos tres a?os con apariencia agradable. En esta modalidad, los encuentros sexuales no suelen tenerse en el coche del cliente, sino en un peque?o descampado predeterminado, quiz¨¢ para que el macarra -que act¨²a s¨®lo o con asociados de su familia- pueda, desde lejos, supervisar mejor qu¨¦ pasa. Todas llevan tel¨¦fono m¨®vil, no tanto por su propia seguridad como para que el chulo -siempre una especie de delegado mafioso de zona, que sirve a un determinado mega-chulo mafioso en Ruman¨ªa- lleve bien las cuentas. Cada vez que se van con alguien, llaman por m¨®vil al macarra. Si las llamadas se demoran, el proxeneta enseguida se presenta y averigua a ver qu¨¦ pasa. Una buena jornada, muchachas de este estilo tienen unos seis clientes. Ellas se quedan entre el 10% y el 50% de lo que generan. M¨¢s de lo que tendr¨ªan en Ruman¨ªa. "All¨ª, el chulo es el due?o de todo", indica Micaela -as¨ª prefiere aparecer-, una chica rumana que no se dedica a la prostituci¨®n, pero que conoce sus resortes. "La mayor¨ªa ya eran prostitutas all¨¢, pero se vienen porque creen que van a estar mejor aqu¨ª", dice. Seg¨²n Micaela, la mayor¨ªa se imaginaban en clubes de lujo, con clientes que las seducir¨¢n y har¨¢n ricas. Pero una parte rese?able acaban arrastradas por caminos, tratadas como ganado cerca de carreteras frente a los ojos de la gente que va en coche. Un informe de la Organizaci¨®n Internacional de las Migraciones reconoce que, aunque la mayor¨ªa de ellas sabe que al llegar a Occidente v¨ªa mafia va a trabajar de prostituta -el 90% de las emigrantes moldavas, por ejemplo- "desconoce que va a ser tratada como esclava y que ser¨¢ muy dif¨ªcil escapar de sus captores".
Cuando las ven desde los coches, nadie pregunta, nadie dice nada, nadie siente pena. La cosa no molesta: s¨®lo chicas fantasmales deambulando en peque?os grupos aqu¨ª y all¨¢, sin hacer mal a nadie. No agobian, no se muestran en masa obscenamente. "Es una buena maniobra", comenta un amigo de Micaela cercano a c¨ªrculos de prostituci¨®n, "todos los problemas que hay en las ciudades se evitan cuando se traslada a las chicas a rotondas y caminos donde no hay vecinos". La nueva consigna es: discreci¨®n. Nada de grandes grupos de chicas abalanz¨¢ndose sobre los conductores. "Hoy se prefiere evitar problemas con vecinos y la polic¨ªa", contin¨²a, "y con la mayor¨ªa de los clubes llenos, los chulos quieren explotar a fondo la posibilidad de las v¨ªas de servicios". Adem¨¢s, aqu¨ª no hay que llegar a acuerdos con due?os de clubes, y los macarras tienen un control directo. S¨®lo se trata de repartirse bien las zonas. "Hay m¨¢s chavalas que en otros tiempos", dice el amigo de Micaela, "pero se las ve menos".
En la carretera. As¨ª, si la antigua prostituci¨®n de carretera se concretaba entre paredes, ahora se lleva a cabo al aire libre en v¨ªas de servicio, pol¨ªgonos industriales y caminos de huerta con las chicas al fresco. Con los showgirls y grandes clubes convertidos en locales para despedidas de solteros, y el constante hostigamiento policial y vecinal a la prostituci¨®n urbana, las rotondas son ahora la nueva manera de "hacer la calle". En Valencia, las chicas eslavas que se vend¨ªan en la playa de Las Arenas y en los alrededores de La Malva-rosa han desaparecido, como era de prever, expulsadas con todo lo que conlleva la Copa del Am¨¦rica. Las nigerianas cercanas al puerto se han visto disminuidas en n¨²mero, con restricciones del Ayuntamiento planeando. "Quedan chicas del Este en una rotonda, y grupos de africanas frente al Oceanogr¨¢fico y cerca de la depuradora de Pinedo", explica Susana, vecina de la zona.
La parte m¨¢s depauperada de este comercio se acab¨® trasladando a Velluters, al antiguo barrio chino, para clientela anciana. La parte que a¨²n pod¨ªa gustar a los j¨®venes, ha acabando deambulando en caminos de pueblos cercanos. Pero la verdad es que nuevas hornadas de chicas han ido aterrizando espec¨ªficamente a estos lugares, de tal manera que hasta este estilo de prostituci¨®n cutre -practicado antiguamente por espa?olas mayores o toxic¨®manas- est¨¢ siendo nutrido por las mafias de mujeres extranjeras, bellas, muy j¨®venes. La v¨ªa de servicio de la Pista de Silla est¨¢ salpicada, con presencia en entradas a diferentes pueblos. Sedav¨ª, Alfafar, Catarroja, Albal, Massanassa, Aldaia, Quart de Poblet, Silla o Beniparrell pueden ver aparecer muchachas en puntos de asfalto en los que hasta hace poco s¨®lo se ve¨ªan camiones. Aparte, caminos de huerta como el castellonense Camin¨¤s, que atraviesa La Plana, est¨¢ consagrado a un comercio cada vez menos africano y m¨¢s rumano. "Si t¨² no quieres ir hasta all¨¢, llamas al m¨®vil al chulo y te trae a la chica al centro urbano en moto", explica Francisco, un vecino castellonense que tiene contacto con prostitutas de la zona. "Y si no te gusta esa, vuelve al camino y te trae otra". Si no hay opci¨®n, hasta brinda a su propia pareja, y por precio de risa: unos 250 euros toda la noche. "Te cobran poco", dice Francisco, "pero todo son ganancias". Aunque no para las chicas.
Nuevos clientes, m¨¢s crudeza
Aunque a¨²n hay alguna prostituci¨®n local asociada a pol¨ªgonos industriales -siempre lo ha estado al de Picassent- y a los restos del barrio chino, las chicas espa?olas se ofrecen desde hace tiempo en casas, y, sobre todo, a trav¨¦s de anuncios por palabras en los medios. De hecho, algunas destacan que son "se?oritas valencianas", como una especie de pedigr¨ª, y otras que ofrecen pr¨¢cticas sexuales sofisticadas, copa tranquila y conversaci¨®n frente a lo rudimentario del encuentro en club, asfalto o campo. Y el precio, suele ser bajo (no m¨¢s de 120 euros la hora). Lo mismo sucede con la prostituci¨®n oriental, con abundantes mujeres chinas que se hacen pasar por japonesas para encender la sofocante imaginaci¨®n del cliente (la polic¨ªa ya ha desarticulado redes chinas en Alicante y Castell¨®n). La clientela de este estilo -la que va a casas- suele ser de edad avanzada. Al pagador m¨¢s joven, parece importarle poco la sofisticaci¨®n. Seg¨²n un estudio de los profesores de la Universidad Complutense, Mar¨ªa Jos¨¦ Barahona y Luis Mariano Garc¨ªa, acerca de los usuarios actuales de la prostituci¨®n femenina callejera en nuestro pa¨ªs -casi el 40% de los hombres espa?oles ha pagado por sexo alguna vez-, existe un uso real de este mercado por parte de un cliente juvenil, formado en la pornograf¨ªa y en el sexo esquem¨¢tico y de dominio que suele plantear. Toda usuario heterosexual con una media de 12 euros en el bolsillo puede participar de la prostituci¨®n de hoy; el cliente contempor¨¢neo invierte en las chicas de calle relaciones sexuales de pocos minutos, preferentemente a la hora de almorzar o despu¨¦s de las ocho de la tarde. Por eso, que tengan o no conversaci¨®n, le da igual.
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