Menos mal que quieren nuestro bien
No es ya la banalidad del mal, sino ese empe?o insensato seg¨²n el cual las mayores atrocidades en cualquier ¨¢mbito se cometen usurpando nuestra propensi¨®n a un bien tranquilo y como de andar por casa
Vale ya
ETA insiste en salvarnos, un tanto a la manera de ese Papa bendito, que tambi¨¦n quiere salvarnos de todo mal por su propio bien, pero que al menos ya no ordena disparar contra sus adversarios. En ese absurdo pol¨ªtico del y si no, nos enfadamos, todo vale para conseguir unos objetivos que muy pocos comparten, y tal vez se trata de eso, de corregir la estad¨ªstica mediante las armas. Que unos cien mil votantes y un centenar de profetas armados quieran la independencia para su pa¨ªs basta para amenazar de muerte y para andar causando destrozos con sus bombas, como tampoco se ve en qu¨¦ habr¨ªa de contribuir a la felicidad del Pa¨ªs Vasco la muerte de una persona tan afable como Savater. Es una man¨ªa psic¨®tica que tiene como eje verdadero el ritual del sacrificio de los otros en nombre de una creencia que no comparten, una creencia de b¨¢rbaros. Y Alfonso Sastre, tan ilustrado ¨¦l, ?no tiene nada que decir en contra de esa barbarie?
Txeroqui
Bush
Nada le encantar¨ªa m¨¢s al jefe de la banda que contar con el poder de un George Bush cualquiera. Ah¨ª se iban a enterar los espa?oles de mierda y los vascos tibios de lo que vale un peine. Desembarco masivo en la playa de la Concha, bombarderos contra las torres Kio, el Museo del Prado a hacer pu?etas y ocupaci¨®n permanente de la gran Euskal Herria tal vez ya para siempre. Adem¨¢s de que para una broma (sangrienta) ya est¨¢ bien, si Txeroqui consiguiera sus prop¨®sitos no tendr¨ªa otro remedio que dedicar su asesino tiempo a defenderlos para siempre, pues lo que una minor¨ªa habr¨ªa conseguido por el chantaje de la amenaza armada obligar¨ªa a estar con la guardia alzada de por vida. Versi¨®n r¨²stica de Macbeth sin saberlo.
Ah¨ª est¨¢ el detalle
En un proceso de las caracter¨ªsticas que rodean al que se est¨¢ celebrando sobre el ll-M todo depender¨¢ de una acumulaci¨®n de peque?os detalles sin importancia aparente pero que ir¨¢n tejiendo una urdimbre de la que ninguna trama se saldr¨¢ de rositas. Esa eventualidad la han ignorado los autores intelectuales del bulo de la conspiraci¨®n, m¨¢s apresurados en sugerir respuestas improbables que en bucear en las incertidumbres de un suceso de esas caracter¨ªsticas, que bien pueden pasar por inveros¨ªmiles en tanto se esclarezcan. Esclarecedor es el testimonio de un teniente de la Guardia Civil, controlador del chivato Raf¨¢ Zouhier, al que se le olvid¨® informar de que le hab¨ªan soplado el robo de 150 kilos de explosivos, pese a que se molest¨® en llamar a sus colegas de Asturias para que borrasen los rastros del soplo. El detalle es su insistencia en que se trat¨® de un olvido, porque "no hab¨ªa ning¨²n otro motivo". La pregunta es qu¨¦ otro motivo podr¨ªa ser interesante en ese asombroso lapsus. Y c¨®mo funcionaban los cuerpos de seguridad presuntamente dirigidos por ?ngel Acebes desde Interior.
Tan cerca, tan lejos
Es cierto. La ciudad de Valencia nunca ha vivido de espaldas al mar, aunque durante mucho tiempo el mar se limitara para los valencianos a los merenderos de la playa de la Malva-Rosa, con su posterior extensi¨®n a la Patacona. Han sido m¨¢s bien los responsables pol¨ªticos los que han venido obviando el asunto, cuando para llegar hasta las playas no exist¨ªa m¨¢s que ese camino de carros que era la avenida del Puerto, con el Camino de Vera por el sur y el paseo de Las Moreras por el norte. Lo que se ha producido ahora no es un encuentro, o reencuentro, sino m¨¢s bien un encontronazo, y basta con observar los atascos de cada celebraci¨®n de la Noche de San Juan para comprobarlo. Y tampoco est¨¢ de m¨¢s considerar el consentido deterioro de los llamados Poblados Mar¨ªtimos para ver hasta qu¨¦ punto la reconversi¨®n de la fachada mar¨ªtima precisa de algo m¨¢s que retoques y edificios emblem¨¢ticos para reorientar su di¨¢logo con la ciudad.
El mal rollo
Supongamos que el r¨®tulo comercial de Espa?a es algo m¨¢s que una bronca para aprovechados que tratan de monopolizarlo. No es ya que es espa?ol quien no puede ser otra cosa, sino que esa cosa es Jim¨¦nez Losantos, incapaz de convertirse en otra cosa, y lo mismo con Rouco Varela, Zaplana (?Zaplana!) y ese Rajoy que de mefistof¨¦lico apenas tiene la barbita y el ceceo. Todos est¨¢n muy enfadados a causa de una conjura inexistente en la que ellos son los ¨²nicos que despedazan la realidad a trompicones. Tambi¨¦n ellos quieren salvarnos, no se sabe bien de qu¨¦, aunque lo mejor ser¨ªa una retirada a tiempo que nos salve, al menos, de ellos mismos. No pedir¨¢n excusas ni perd¨®n, porque ni siquiera las merecen. Que se vayan. Tienen, como Batasuna, cien mil votantes fijos del franquismo y otros novecientos mil aleatorios. En trance de perderlos.
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