Guerreros sin causa
El autor sostiene que en los conflictos b¨¦licos la infanter¨ªa moderna necesita trabajadores sociales armados que sepan combatir, pero tambi¨¦n interactuar con el entorno.
Cuando las tropas norteamericanas invadieron la isla de Granada en 1983, un contingente de m¨¢s de un centenar de militares cubanos qued¨® atrapado en la isla. El previsible enfrentamiento entre la milicia cubana con los soldados estadounidenses se convirti¨® para la alta jerarqu¨ªa cubana en una cuesti¨®n de honor nacional, esperaban una resistencia a muerte. La rendici¨®n casi sin combatir de los cubanos fue as¨ª una terrible verg¨¹enza para Cuba.
Recientemente 15 marinos brit¨¢nicos fueron capturados por fuerzas iran¨ªes. ?stos, luego de ser instrumentados pol¨ªticamente, fueron liberados como un "regalo" a Gran Breta?a. La conducta de los marinos, su retorno a casa en primera clase con regalos, sus alegatos de tortura "emocional" y la venta de su historia a la prensa por doscientas mil libras, han significado una verg¨¹enza para Gran Breta?a.
Los Ej¨¦rcitos modernos deben avanzar de la tecnolog¨ªa a la sociolog¨ªa
Hoy m¨¢s que nunca las guerras son complicados escenarios pol¨ªticos y sociales
El coraje y la capacidad de los Ej¨¦rcitos cubano y brit¨¢nico est¨¢n fuera de toda duda. Sin embargo, los hechos narrados tienen algo en com¨²n: los militares no vieron razones para sacrificarse.
Se cuenta una historia latinoamericana sobre una de las muchas batallas ocurridas en el siglo XIX entre conservadores y liberales. Ambos bandos hab¨ªan tenido muchos muertos y estaban extenuados. Bajo esas circunstancias, el general liberal manda al trompeta tocar retirada, ¨¦ste se equivoca y toca asalto. Los conservadores, al escuchar al trompeta se desconciertan, se rinden y pierden la batalla.
Clausewitz defini¨® que la guerra se gana quebrando la voluntad de combate del enemigo. Esto implica que lo central es el campo moral y no necesariamente la destrucci¨®n f¨ªsica del contrario. El incidente de los marinos brit¨¢nicos esconde por ello uno de los problemas m¨¢s graves para los Ej¨¦rcitos de pa¨ªses ricos que est¨¢n peleando guerras en pa¨ªses pobres.
Las guerras se ganan haciendo muertos y se pierden por tener muertos. Cuando un Ej¨¦rcito es profesionalmente incapaz de causar da?os a su enemigo o cuando una sociedad ya no est¨¢ en capacidad de hacer sacrificios el resultado es la derrota.
Los vietnamitas le ganaron la guerra a Estados Unidos sufriendo tres millones de muertos y los americanos la perdieron con s¨®lo 58.000 bajas. Literalmente Vietnam le quebr¨® la voluntad de combate a la sociedad norteamericana que segu¨ªa disponiendo de enormes reservas humanas y materiales. La infanter¨ªa de los Ej¨¦rcitos se construye por regla general con los pobres, cuando un pa¨ªs se vuelve rico, los pobres escasean y sus Ej¨¦rcitos se hacen peque?os y caros. La vida humana alcanza su justo valor y la sociedad pierde disposici¨®n para guerrear si no existe una s¨®lida justificaci¨®n moral. No es falta de patriotismo o cobard¨ªa, simplemente la sociedad se vuelve m¨¢s racional. Esto fue lo que los espa?oles le explicaron con votos a su anterior Gobierno.
En el contexto descrito, la guerra de Irak se ha convertido en un dram¨¢tico escenario en el que ciudadanos clase A del mundo desarrollado combaten contra hombres bomba clase Z de pa¨ªses pobres.
Aunque el punto de partida en este caso es la justeza o no de la intervenci¨®n militar, siempre habr¨¢ circunstancias en las que el uso de las fuerzas internacionales est¨¦ justificado. ?C¨®mo librar esas guerras? ?C¨®mo combatir enemigos invisibles, fragmentados y fanatizados? ?C¨®mo enfrentar el terrorismo?
Seis a?os despu¨¦s de los ataques del 11 de septiembre se ha vuelto obvio que Estados Unidos cay¨® en una trampa. No se percat¨® de que aquello era una provocaci¨®n para hacerlo reaccionar de forma desproporcionada, y ahora est¨¢ atrapado en una guerra que no sabe c¨®mo pelearla y menos c¨®mo ganarla. La sociedad norteamericana y sus tropas empiezan a presentar s¨ªntomas de colapso moral. Algunos en Washington hablan incluso de reclutar extranjeros y otorgarles la ciudadan¨ªa para suplir los problemas de personal.
Por mucha tecnolog¨ªa que se posea, al final la infanter¨ªa debe ocupar el terreno. La soluci¨®n ha sido transitar de los Rambos a hombres equipados como para la guerra de las galaxias. Los Rambos terminan convertidos en criminales y los gal¨¢cticos no sirven para enfrentar guerras terrenales en escenarios de pobreza y fanatismo religioso de la ¨¦poca de las cruzadas. El resultado es que rompen corazones y envenenan mentes.
La tecnolog¨ªa nunca est¨¢ de m¨¢s, pero los Ej¨¦rcitos modernos deben avanzar de la tecnolog¨ªa a la sociolog¨ªa. La primera premisa es no exponerse en guerras moralmente indefendibles que est¨¢n sujetas a una severa fiscalizaci¨®n medi¨¢tica. La segunda es que antes de ver el n¨²mero de tropas y armamento hay que revisar las alianzas pol¨ªticas internacionales, nacionales y locales.
Hoy m¨¢s que nunca las guerras son complicados escenarios pol¨ªticos y sociales. Para capturar bandidos aislados se necesita investigaci¨®n cient¨ªfica, pero cuando la violencia tiene un cuerpo social extenso y se reproduce constantemente, la batalla se libra fundamentalmente en la arena pol¨ªtica.
La infanter¨ªa moderna requiere de trabajadores sociales armados, que sepan combatir, pero sobre todo que sean capaces de interactuar con el entorno social, cultural y pol¨ªtico de su teatro de operaciones. S¨®lo as¨ª pueden aislar al enemigo, s¨®lo as¨ª sabr¨¢n c¨®mo hacer sentir que su presencia es protecci¨®n y no una amenaza, y s¨®lo as¨ª podr¨¢n sentirse due?os de una causa por la que vale la pena ser h¨¦roes.
Joaqu¨ªn Villalobos, ex guerrillero salvadore?o, es consultor para la resoluci¨®n de conflictos internacionales.
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