Cada vez m¨¢s viejos pero m¨¢s sanos
Se ha dicho que el envejecimiento de la poblaci¨®n es el principal determinante del aumento del gasto sanitario p¨²blico (GSPb) y que las proyecciones demogr¨¢ficas a medio y largo plazo pronostican que ser¨¢ financieramente insostenible porque constituye una de las m¨¢s elevadas partidas presupuestarias en protecci¨®n de las sociedades del bienestar. Ante el progresivo crecimiento observado en los ¨²ltimos a?os y dada la gran cantidad de recursos que consume, nuestro grupo de investigaci¨®n quiso evaluar el grado de influencia del envejecimiento en el aumento de los costes, contrastando los resultados con otros modelos.
Empleando exclusivamente datos hospitalarios (54% del GSPb espa?ol) del a?o 2002, comprobamos que entre los mayores de 65 a?os existen cohortes con mayor utilizaci¨®n, pero sin relaci¨®n directa con la edad cronol¨®gica. En concreto, la m¨¢xima complejidad y el mayor empleo de recursos y gasto se alcanza en los hombres de 70-74 y 75-79 a?os y en las mujeres de 80-84 y 85-89, aunque el acceso urgente (63% de los hospitalizados) supone episodios m¨¢s graves y complejos que el programado. La atenci¨®n urgente alcanza la m¨¢xima utilizaci¨®n en los subgrupos de 70-74 a?os en ambos g¨¦neros y disminuye posteriormente, lo que indica la necesidad de que sea gestionada por profesionales especializados.
La complejidad y gravedad tambi¨¦n son, obviamente, m¨¢s elevadas en los fallecidos pero alcanza los m¨¢ximos entre los 65-69 a?os, en ambos sexos, para descender m¨¢s tarde, lo que pone en evidencia que hay una relaci¨®n entre mortalidad y mayor consumo y una razonable disminuci¨®n del esfuerzo de la oferta en los grupos de edad m¨¢s avanzados.
Puede afirmarse, adem¨¢s, que los mayores de 85 a?os est¨¢n conformando progresivamente una poblaci¨®n con mejor estado previo de salud, presentan patolog¨ªas de mediana complejidad, y usan y gastan menos que el resto. En otras palabras, el sobreenvejecimiento no produce una casu¨ªstica m¨¢s grave ni tiene mayor consumo y coste. Estas conclusiones se suman a las de otros investigadores, alcanzadas con distintos modelos econom¨¦tricos, para los que tampoco la edad ser¨ªa predictora del gasto, sino que su crecimiento depender¨ªa fundamentalmente de la tecnolog¨ªa y la intensidad de los cuidados. Estos estudios sostienen que el envejecimiento no es el principal impulsor de la demanda y desmitifican la relaci¨®n establecida entre ambos. Espa?a tiene un 17,6% de mayores de 65 a?os, seg¨²n el INE. En 2025 podr¨ªa alcanzar el 22% y en 2050 el 35,6%. Espa?a figura as¨ª tras Jap¨®n entre los pa¨ªses m¨¢s envejecidos, y recientes informes de la OCDE y de la UE recomiendan introducir reformas fiscales y laborales para paliar los posibles efectos en las pensiones y la atenci¨®n sanitaria. En este alarmante escenario, proced¨ªa plantearse si los mayores de 65 a?os enferman m¨¢s porque presentan un peor estado previo de salud y, si es superior la tasa de enfermedades en estos sectores etarios, tambi¨¦n deber¨ªa serlo el consumo de recursos y el consiguiente gasto, cuestionando as¨ª la viabilidad del modelo. Era preciso, por tanto, investigar si los ancianos tienen actualmente mejor o peor salud, si emplean m¨¢s recursos (porque hay mayor poblaci¨®n, m¨¢s frecuentaci¨®n y expectativas), si gastan m¨¢s (incluso por encima de los j¨®venes, a igualdad de casu¨ªstica; si muestran mayor gravedad y complejidad, o si se realiza m¨¢s esfuerzo diagn¨®stico y terap¨¦utico), y qu¨¦ subgrupos consumen m¨¢s. Coincidiendo con otros autores, la prevalencia de enfermedades, sobre todo, cr¨®nicas, es m¨¢s elevada en los mayores de 65 a?os, pero paulatinamente menos y en etapas m¨¢s tard¨ªas (compresi¨®n de la morbilidad), est¨¢ creciendo la esperanza de vida libre de discapacidad (vejez m¨¢s sana) y los problemas y el gasto tienden a concentrarse en la etapa prefallecimiento. Es decir, un superior n¨²mero de personas ancianas no se traduce en aumentos del consumo y del coste, aunque los hospitales est¨¦n "envejeciendo" porque, aunque disminuya la frecuentaci¨®n por mejor salud, crece la poblaci¨®n de cada cohorte, especialmente las de m¨¢s edad.
El envejecimiento demogr¨¢fico es un fen¨®meno sin precedentes, que tambi¨¦n afecta a los pa¨ªses en desarrollo, es duradero, dif¨ªcilmente modificable y con repercusiones m¨²ltiples, sobre todo econ¨®micas, sociales, laborales y sanitarias. Y es un fen¨®meno que, curiosamente, es consecuencia del claro descenso de la mortalidad gracias a las mejoras en salud -con un expresivo aumento de la esperanza de vida- aunque tambi¨¦n de una franca disminuci¨®n de la fecundidad y la natalidad en las ¨²ltimas d¨¦cadas. Pero el factor demogr¨¢fico no es sino uno m¨¢s entre los condicionantes del crecimiento del GSPb (precios, intensidad de la oferta, tecnolog¨ªa, cobertura), y parece que algunas caracter¨ªsticas de los propios modelos asistenciales, los cambios socioecon¨®micos y los epidemiol¨®gicos tienen mayor relevancia que el elemento exclusivamente poblacional, al que se concede tan s¨®lo una participaci¨®n menor del 1% anual.
Cabe esperar, as¨ª, que el envejecimiento bien gestionado no desestabilice la protecci¨®n social ni las arcas p¨²blicas, siempre que se hagan m¨¢s efectivos y eficientes el resto de determinantes, para lo que hay que promover nuevas estrategias: procurar una vejez saludable, adaptar el sistema a la realidad con una puerta ¨²nica a los recursos sociosanitarios, evitar inequidades y desigualdades, adecuar la oferta a la necesidad, externalizar prestaciones limitando las no coste-efectivas e incentivar los programas para procesos cr¨®nicos. En cualquier caso, habr¨ªa que preguntar a los ciudadanos cu¨¢l es el deseo social respecto a la sostenibilidad del gasto en salud e identificar otras posibles alternativas financieras.
Emilio Moreno Mill¨¢n es doctor en Econom¨ªa y jefe de Servicio de Medicina Intensiva de la Universidad de Almer¨ªa.
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