Teor¨ªa de la crispaci¨®n
El desarrollo de una estrategia de la crispaci¨®n es el rasgo m¨¢s destacado de la situaci¨®n pol¨ªtica espa?ola. Ella se refiere tanto a la aspereza de las formas utilizadas como a la concentraci¨®n de la agenda en torno a unos temas sobre los que, habitualmente, ha existido alg¨²n tipo de consenso para dejarlos al margen de la competici¨®n electoral. Esta crispaci¨®n est¨¢ afectando a las relaciones entre el Gobierno y la oposici¨®n, a la vida cotidiana de algunas instituciones centrales y a la convivencia entre los ciudadanos, generando una divisi¨®n entre los mismos.
La existencia de una estrategia de la crispaci¨®n es un fen¨®meno an¨®malo en las democracias maduras. No la tendencia al conflicto, que est¨¢ inscrita en el sistema ya que existen grupos, con y sin poder, que persiguen objetivos diversos. Pero para obtener este poder no vale todo y, sobre todo, no vale la deslegitimaci¨®n permanente y sistem¨¢tica del adversario. Entendemos por estrategia de la crispaci¨®n un desacuerdo permanente y sistem¨¢tico sobre algunas iniciativas del antagonista pol¨ªtico, presentadas desde la otra parte como un signo de cambio espurio de las reglas del juego y, en ¨²ltima instancia, como una amenaza a la convivencia o al consenso democr¨¢tico.
Este tipo de estrategia se contrapone a otro esquema de relaci¨®n m¨¢s fluida en el que se suceden o coexisten momentos de tirantez y de relajaci¨®n, y en el que predomina la negociaci¨®n y el intercambio por grandes que sean las diferencias. Mientras en esta ¨²ltima situaci¨®n la crispaci¨®n ocupa un momento ocasional y pasajero, en el caso de la estrategia de la crispaci¨®n la tensi¨®n opera de forma sistem¨¢tica, incluso sobre cuestiones de m¨ªnima significaci¨®n.
?Por qu¨¦ se pone en marcha deliberadamente una estrategia de la crispaci¨®n? Hay analistas que la identifican directamente con la cercan¨ªa de procesos electorales. Sin duda ello es una condici¨®n necesaria, pero no la explica del todo: hay muchos momentos en la historia de las democracias en los que se celebran elecciones sin una crispaci¨®n a?adida. Por tanto, hay que a?adir otros elementos al an¨¢lisis. Por lo menos, dos, estrechamente vinculados entre s¨ª: los denominaremos el elemento ideol¨®gico y el elemento instrumental.
El elemento ideol¨®gico se refiere al grado de legitimidad que la oposici¨®n reconoce al Gobierno y viceversa. El funcionamiento normal de la democracia requiere la aceptaci¨®n y el respeto por parte de los actores de algunas reglas no escritas: a) el que pierde, reconoce su derrota; b) el que gana, respeta al derrotado y no lo persigue; c) para ganar, no todo vale. Las dos primeras reglas citadas son la consecuencia obligada del m¨¦todo democr¨¢tico que se basa, por un lado, en el reconocimiento de la elecci¨®n como procedimiento de selecci¨®n del Gobierno y, por otro, en el respeto a las minor¨ªas como expresi¨®n del pluralismo pol¨ªtico. La tercera es una derivada del consenso fundamental que hace posible el disenso y la competici¨®n entre los partidos, lo que implica que determinadas cuestiones, como por ejemplo la lucha contra el terrorismo (en casos como el espa?ol), quedan fuera de la arena competitiva.
Esa forma de normalidad se hace pr¨¢cticamente imposible si algunos de los principales actores se niegan a reconocer el veredicto de las urnas y/o cuestionan la legitimidad de la victoria del ganador. En 1996, Felipe Gonz¨¢lez acept¨® r¨¢pidamente su derrota, y en 2000 Joaqu¨ªn Almunia asumi¨® la responsabilidad de la suya anunciando esa misma noche su dimisi¨®n irrevocable. Por contraste, bajo el liderazgo de Aznar, el PP disput¨® en 1989 la mayor¨ªa absoluta del PSOE impugnando los resultados en varias circunscripciones y la regularidad del recuento porque los resultados del escrutinio desment¨ªan los pron¨®sticos de las encuestas y, por la misma raz¨®n, en 2004 discuti¨® el triunfo de sus adversarios atribuy¨¦ndolo a sus supuestas maniobras para capitalizar el impacto del atentado del 11-M.
El elemento instrumental para propiciar la estrategia de la crispaci¨®n constituye la otra cara del ideol¨®gico. Si uno de los grandes partidos que compiten por el Gobierno subordina cualquier consideraci¨®n a ese objetivo y entiende que una atm¨®sfera de crispaci¨®n le favorece en mayor medida que a su adversario, es muy probable que la promueva. La explicaci¨®n, que casi siempre es la misma, se puede resumir as¨ª: a) las elecciones no se ganan, sino que se pierden y por consiguiente es in¨²til competir desde la oposici¨®n con el Gobierno; b) es m¨¢s dif¨ªcil atraer a los sectores identificados con el Gobierno que desmovilizar a una parte de ellos; c) en consecuencia, la estrategia para ganar consiste en movilizar a
los nuestros, radicalizando las posiciones para asegurarnos su lealtad, y en atribuir la radicalizaci¨®n al adversario para desmovilizarlo en lo que se pueda.
As¨ª, si el partido que lidera la estrategia de la crispaci¨®n est¨¢ en la oposici¨®n, a) renunciar¨¢ a discutir las pol¨ªticas del Gobierno tratando de deslegitimarlas por todos los medios; b) rechazar¨¢ de forma sistem¨¢tica las iniciativas del Gobierno evitando competir con ¨¦l mediante la contraposici¨®n de las suyas propias; c) se negar¨¢ a aceptar cualquier oferta de acuerdo por parte del Gobierno, inclin¨¢ndose a invertir los papeles y exigirle a aqu¨¦l acuerdos y compromisos basados en sus contrapropuestas, como si le correspondiera a la oposici¨®n la direcci¨®n de la pol¨ªtica nacional; o d) introducir¨¢ en la agenda pol¨ªtica asuntos de Estado, vedados por la tradici¨®n para la discusi¨®n interpartidista. En una palabra, intentar¨¢ imposibilitar los acuerdos m¨¢s significativos.
En esta teor¨ªa de la estrategia de la crispaci¨®n hay algunos rasgos que se repiten de modo sistem¨¢tico y que generan ese clima enrarecido y angustioso en que se viene desenvolviendo la vida pol¨ªtica en los ¨²ltimos tiempos: a) la deslocalizaci¨®n de la cr¨ªtica al Gobierno traslad¨¢ndola de la arena parlamentaria a los medios de comunicaci¨®n, de modo que el discurso parlamentario busca menos el intercambio de opiniones y propuestas que su eco medi¨¢tico; b) la desmesura en la cr¨ªtica al adversario sin respeto a las reglas que exigen la cortes¨ªa parlamentaria; c) la magnificaci¨®n de los errores de los dem¨¢s, as¨ª como de las m¨¢s m¨ªnimas discrepancias con ellos; d) la distorsi¨®n de los hechos, negando haber realizado lo que consta en todas las hemerotecas y desautorizando las iniciativas del Gobierno no en funci¨®n de sus resultados, sino de las perversas intenciones que se le atribuyen.
?En qu¨¦ modo se ha instalado la estrategia de la crispaci¨®n en Espa?a? En nuestra opini¨®n, el PP ha elegido la estrategia de la crispaci¨®n para hacer oposici¨®n en la legislatura actual. Ello se manifiesta mediante tres caracter¨ªsticas: a) es una estrategia deliberada (porque cree que le beneficia para sus intereses electorales); b) se implanta mediante la ausencia total de colaboraci¨®n con el Gobierno en algunos temas que, en buena parte, se corresponden con los que hasta ahora se hab¨ªan identificado como de Estado (lucha contra el terrorismo en sus dos modalidades, la fundamentalista isl¨¢mica y la etarra, y en parte en la estructura territorial del Estado) que ocupan el centro de la agenda pol¨ªtica, dando lugar a un enfrentamiento completo; y c) tono dur¨ªsimo en la cr¨ªtica, que degenera en muchas ocasiones en insultos. Ello conduce a una sensaci¨®n de estar permanentemente al borde del abismo, como si el pa¨ªs se encontrase en una encrucijada en la que se jugara su propia supervivencia. En definitiva, una percepci¨®n artificial de alarma social.
Los Ejecutivos de Rodr¨ªguez Zapatero han sido muy reformistas, y se puede considerar que algunas de esas reformas han alterado el statu quo sociol¨®gico, aunque no los consensos b¨¢sicos de la sociedad. Entre esas reformas cabe destacar la salida de las tropas de Irak; medidas para permitir la investigaci¨®n con c¨¦lulas madre; la reforma del C¨®digo Civil para permitir a las personas del mismo sexo formar una familia en las mismas condiciones que las personas de distinto sexo; la agilizaci¨®n de los procedimientos para tramitar el divorcio; la universalizaci¨®n de la asistencia a las personas dependientes; la ley de la Igualdad, que favorece a trav¨¦s de acciones de discriminaci¨®n positiva la incorporaci¨®n de la mujer al trabajo con la cauci¨®n de que a igual trabajo, etc¨¦tera.
Naturalmente, el ambiente que genera un enfrentamiento continuo no es agradable y nadie quiere hacerse responsable del mismo. Por ello, el PP niega la utilizaci¨®n de la crispaci¨®n como estrategia deliberada para quebrar el voto socialista y ganar as¨ª las pr¨®ximas elecciones generales. La derecha pol¨ªtica recuerda la cantidad de asuntos en los que el Gobierno socialista ha recibido su apoyo (la ley de la Dependencia, la de la violencia de g¨¦nero, la aprobaci¨®n de la Constituci¨®n europea, la reforma de algunos estatutos como el de Andaluc¨ªa o la Comunidad Valenciana...). Lo que le es imposible aceptar al PP es el proyecto radical que dice que el Gobierno est¨¢ aplicando y que rompe los consensos centrales de la transici¨®n. El PP acusa, a su vez, al Gobierno socialista de practicar otra estrategia alternativa, ¨¦sta s¨ª, deliberada: poner patas arriba la situaci¨®n, y aislar a su partido del resto de las formaciones pol¨ªticas, impidiendo la posibilidad de volver a gobernar Espa?a si no es mediante una mayor¨ªa absoluta.
Los socialistas acusando al PP de una deliberada estrategia de la crispaci¨®n, y los populares se?alando cr¨ªticamente a los socialistas por poner patas arriba los consensos b¨¢sicos de la transici¨®n, son dos vectores tirando en direcciones opuestas, ambos imputando al otro bando querer iniciar una "segunda transici¨®n" (t¨ªtulo de un libro de Aznar) que no ha sido planteada en los programas electorales con los que se presentaron a las elecciones y, por consiguiente, ser¨ªa una especie de agenda oculta.
Rodr¨ªguez Zapatero gan¨® las elecciones en 2004 con la promesa de una mejora de la calidad de la democracia. Esto influy¨® en que muchos j¨®venes se acercaran a votar (socialista) por primera vez y que otros ciudadanos recuperasen la tradici¨®n perdida de apoyar al PSOE. Pues bien, se puede anticipar que ¨¦sta no ser¨¢ la legislatura del entendimiento y del di¨¢logo, sino que se han reproducido los incidentes de crispaci¨®n que ya estuvieron presentes en la vida pol¨ªtica durante los a?os 1993 a 1996, y han calado en la ciudadan¨ªa produciendo divisi¨®n. Al tener como objeto principal la influencia en el resultado de las pr¨®ximas elecciones generales, ¨¦se ser¨¢ el term¨®metro definitivo para evaluar si la estrategia de la crispaci¨®n ha tenido ¨¦xito. Pero sus costes en t¨¦rminos de calidad de la democracia se han hecho notar con extrema nitidez en estos tres ¨²ltimos a?os.
Joaqu¨ªn Estefan¨ªa ha dirigido el Informe sobre la Democracia en Espa?a/2007, dedicado a La estrategia de la crispaci¨®n, de la Fundaci¨®n Alternativas.
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