?Viva la bagatela!
Acontecimiento hist¨®rico! ?Zarzuela en el Lliure! Y en castellano: ?tiemblen las esencias! Qu¨¦ digo zarzuela: suquet de peces abisales. O sea que le aviso: esto es la monda. Esto es El d¨²o de la Africana "made in" Cunill¨¦ & Albert¨ª, otro d¨²o que tal baila. Se han bajado mano a mano, presumo, un garraf¨®n de An¨ªs del Mono, han convidado a ponche (salpimentado con peyote) a Rigola (que ha dicho que s¨ª, que vale, que hip, que palante) y a toda la compa?¨ªa y nos han dejado parti¨¦ndonos el pecho. Homenaje a la zarzuela m¨¢s reloca, aquel ba¨²l glorioso repleto de ni?os jud¨ªos y asombros adamascados y sobrinos del Capit¨¢n Grant, y, sobre todo, morrocotuda recreaci¨®n de castellan¨ªsimos humores de preguerra, carlista o incivil: un disparate c¨®mico, un cabaret mochales en el que Ram¨®n y Don Ram¨®n bailan la jota de Fern¨¢ndez Caballero, Mihura gui?a el ojo desde lo alto de un trapecio invisible y su tocayo, el hermano listo de los Echegaray, echa el resto. La acci¨®n, en Nueva Pe?aranda. Estampa caribe?a, tal vez ecuatoriana: bananera, en todo caso. Ind¨ªgenas haciendo cola, entre una Virgen emplumada y un funcionario militarote. No tardar¨¢n en convertirse en coro. De hecho, lo son: Cor de Cambra F¨°rum Vocal. Xavier Albert¨ª es, faltar¨ªa m¨¢s, el Maestro, por nombre Betulio Espuela Espuela, residente en el 17 de la calleja del Tribulete. Se ha le¨ªdo diez veces Tirano Banderas y quince los Esperpentos. Se proclama chulo de braguetazo, carambolista, diestro en naipes, revolucionario plat¨®nico y m¨²sico desganado. Un hombre, en suma, que respeta todos los fanatismos. "?Alguien de los presentes -solicita- ha visto por casualidad un piano lechuzo, atristado y nocturno?". Entra el piano, envuelto en humos, donde tocar¨¢, a petici¨®n, el Vals de las olas, del maestro guanajuatense Juventino Rosas. Alicia P¨¦rez se finge, con gran ¨¦xito, danzarina vanguardista de peinado cocotte y boquita coraz¨®n. De Betulio es la musa moderna, la que se cimbra, se ondula, se comba y se achula, aunque todos los hombres que la han amado sufrieron un destino fatal. Cosa normal, siendo hija de un Grande de Espa?a y una gitana. Baila La danza del n¨¦nufar ("cr¨¦ation"), Las sombras del Sacromonte ("r¨¦creation"), recita a Omar Khayam y revela su condici¨®n de sanadora de perlas, seg¨²n una vieja tradici¨®n eslava: al contacto con su piel, cualquier collar recupera su blancura original. Asoma el empresario Cherubini (Pere Arquillu¨¦, con los rizos ovinos y la sandunga entornada de Gene Wilder), buscando un hotel barato: comanda la compa?¨ªa catalana de zarzuela La Santa Espina. Joan Carreras es Alfredo Greguer¨ªo, su mano derecha, sobrino de Bertie Wooster y primo segundo de Luis Varela: un se?orito jardielesco de pajarita, bigot¨ªn, y bast¨®n de ca?a. Su arma secreta es una gre?a aleonada, l¨¢nguida y ondulante. Habla, como su nombre indica, en ramoniano. El regidor, Antonio Campalans (Oriol Gen¨ªs), chamulla en mihuriano codornicesco. La tiple sevillana Antonia Jim¨¦nez (en arte La Antonelli) rumbea por Don Jacinto y los Quintero, pero Mar¨ªa Hinojosa, que le da cuerpazo y voz de soprano, se ha visto todas las pel¨ªculas de Imperio Argentina, etapa Flori¨¢n Rey. Chantal Aim¨¦e interpreta a la temible gobernadora, Do?a Rosario de Borja y Alzor-Osorio Caravajal y Pacheco, una Palmira Suaretti de pistol¨®n en la liga, talmente Carole Lombard repintada por Bu?uel. Ideal¨ªsima, anoto, para bordar la Maximina de Madre, el drama padre. Un grupo rebelde ya le ha chingado tres perritos lanudos, que atend¨ªan por Fru-Fr¨². As¨ª maldice a los victimarios: "?Que les nazcan alacranes en la lengua, guarangos! ?Voy a solfearles la cochina cuera!". Greguer¨ªo le tira los tejos, con ¨¦xito. Cherubini suplica un permiso para representar El d¨²o de la Africana en el teatro de la Municipalidad, y para que la gobernadora escancie su firma se la cantan y cuentan, en versi¨®n resumida. En el minuto 45 suena el preludio, y Arquillu¨¦ ya no se apear¨¢ del it¨¢lico modo hasta el final. Campalans se convierte en Inocencio P¨¦rez, el metesillas y sacabancos de la compa?¨ªa (Coro, reforzado por Greguer¨ªo: "Buenos d¨ªas, Inocencio"). La danzarina atortolada muta en Amina, hija del r¨¢cano empresario. La Antonelli sigue siendo la Antonelli, pero le pone ojos tiernos, como se sabe, a Giuseppini (Miquel Cobos), tenor ma?ico, como tambi¨¦n se sabe. Da gusto o¨ªrles cantar el Amigas m¨ªas y compa?eros y la tautol¨®gica Yo he nacido muy chiquita. El p¨²blico del Lliure est¨¢ en trance: por el mismo precio tienen la sensaci¨®n de haber visto una screwball comedy un tanto dada¨ªsta y ahora un minimusical de Broadway "¨¤ la Santos". Arquillu¨¦ y Cobos se endilgan el tronchante Casa mia figlia (ah¨ª falta un pel¨ªn de br¨ªo: ?nadie tiene el DVD de Jos¨¦ Luis Alonso?), y Carreras canta como yo en la ducha y fuera, pero hasta mir¨¢ndose el me?ique es un pedazo de c¨®mico. A Chantal Aim¨¦e, por su parte, le basta cruzar las piernas, tendida sobre el piano, para seguir imantando a la parroquia. Rendida ovaci¨®n cuando Hinojosa y Cobos enfilan el d¨²o titular y, claro, la jota celeb¨¦rrima. Alicia P¨¦rez retorna, y van tres, como do?a Serafina de Guzman, la hidr¨®pica e hiperbaturra madre del tenor, y es entonces cuando pienso que este espect¨¢culo enloquecer¨ªa a Alfredo Arias, pero mejor que no lo vea, porque se los lleva a todos a Par¨ªs de la Francia. Cuando a punto est¨¢n de explicarle a la gobernadora el final del embrollo, un altavoz anuncia que ha estallado la revoluci¨®n de los martes y jueves: "Dada la lamentosa situaci¨®n del pa¨ªs a causa de las pendejadas del criollaje ranchero...". Disparos, gran foll¨®n. Greguer¨ªo medita: "?Y pensar que todos los de la gu¨ªa telef¨®nica un d¨ªa no estar¨¢n en la gu¨ªa telef¨®nica!". El Lliure, sembrado de octavillas, se viene abajo. Y con todo merecimiento, porque nos lo hemos pasado bomba. Esta compa?¨ªa est¨¢ a punto de caramelo para un Jardiel. Maestro Albert¨ª, m¨®ntenos usted Carlo Monte en Montecarlo, ande. O Cuatro corazones, que tambi¨¦n le puede salir rechula.
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