Las cosas de Dios
Me ha costado superar la Semana Santa. A los que Dios nos ha sumido en la duda en lugar de proveernos de fe, ese periodo del a?o nos genera mucho estr¨¦s espiritual y mucha incertidumbre oblig¨¢ndonos a meditar bastante m¨¢s que a los devotos. Tranquiliza el recordar que hombres tan ¨ªntegros como Mois¨¦s tambi¨¦n dudaron, aunque siempre me pareci¨® un error divino el no dejarle entrar en la tierra prometida despu¨¦s de chuparse 40 a?os errando por el desierto con todo aquel gent¨ªo. As¨ª ten¨ªa la cara que ten¨ªa el pobre Charlton Heston en Los Diez Mandamientos, ese pelicul¨®n que Telemadrid volvi¨® a emitir estos d¨ªas para afianzar su car¨¢cter de reserva espiritual de la regi¨®n. ?Qu¨¦ imperio el de Mois¨¦s apartando las aguas del Mar Rojo como si fueran moscas! y, sobre todo, ?qu¨¦ entereza la suya cuando le habla Dios desde la zarza ardiente con aquel vozarr¨®n que acojona! A cualquier otro le hubiera dado un chungo. Esa zarza es la misma que, seg¨²n la tradici¨®n judeocristiana, a¨²n conserva viva el monasterio de Santa Catalina en las faldas del Sina¨ª. Si lo sabr¨¦ yo que, empujado por mi afici¨®n a la bot¨¢nica y ech¨¢ndole un par, tuve all¨ª la ocurrencia de sacar mi navajita suiza ante unos cientos de jud¨ªos ortodoxos que estaban de excursi¨®n y cortar una ramita para plantarla en un tiesto. A duras penas pude evitar que me lincharan y convencer a aquella turba fan¨¢tica que los monjes tambi¨¦n podan la zarza para darle vigor. Doy fe de que la fe, adem¨¢s de monta?as tambi¨¦n, mueve pu?os, palos y de todo. Escap¨¦ del monasterio como un profanador y un hereje cuando ¨ªntimamente no reconoc¨ªa m¨¢s pecado que el de la inconsciencia.
Eso me pasa por no tener claras las cosas de Dios, y es un asco porque en el fondo uno envidia a aquellos que gozan de s¨®lidas convicciones y logran blanquear su conciencia en un confesionario o espiar sus culpas con un cirio y un capirote. Yo en cambio no veo otro detergente para lavar pecados que bregar por la gente que est¨¢ jodida y eso es duro de narices. Por eso los del capirote me dan s¨®lo envidia mientras reservo mi admiraci¨®n para los que curran echando una mano a quien lo pasa fatal. No s¨¦ por qu¨¦ me parec¨ªa que esto ¨²ltimo estaba en la idea inicial de Jesucristo aunque, la Iglesia, a fuerza de crucificarle todos los a?os por Semana Santa, igual pretende que cambie de opini¨®n. Hablo de la Iglesia acomodada, porque luego est¨¢ esa otra empe?ada en limpiar culos, trabajar con los marginados o sacar a los desheredados de la miseria. La Iglesia que nos aplasta dando ejemplo, especialmente a sus jerarcas.
En cosas as¨ª estaba desde hace 30 a?os la parroquia de San Carlos Borromeo del barrio de Entrev¨ªas. Y en ¨¦sas han estado sus tres sacerdotes encabezados por el hist¨®rico Enrique de Castro, alias el cura rojo. A este peculiar personaje, hijo de un general de aviaci¨®n, le dio por decir que la Iglesia tiene que estar al lado de los drogatas, los ex presidiarios, los inmigrantes que andan por ah¨ª perdidos y los chavales de la calle. Toda esa gente que probablemente no pisar¨ªa jam¨¢s una iglesia m¨¢s que para limpiar los cepillos por dentro es la que ha metido en San Carlos Borromeo y en su propia casa. Es verdad que para conectar con este personal no han dudado en cambiar algunas cosillas como oficiar la misa sin disfraces o repartir rosquillas en lugar de hostias. Y por ah¨ª no ha pasado Rouco.
El arzobispado de Madrid no quiere que la liturgia se le vaya de las manos porque si ellos no controlan el rito ni los modos ya me dir¨¢n c¨®mo queda su autoridad moral ante el resto de la feligres¨ªa. Es impensable atraer a los socialmente excluidos con el discurso mo?as que hoy se escucha en la mayor¨ªa de los templos de Madrid.
Personalmente no s¨¦ tanto de Jesucristo como sabe Monse?or, pero estoy seguro de que alguien que se rode¨® de pobres y que le plant¨® cara al imperio romano muriendo en una cruz aplaudir¨ªa el acercamiento de esa gente a su iglesia aunque tuvieran que darles la comuni¨®n con bocaditos de nata. Creo que fue el Concilio Vaticano II el que reconoci¨® en los pobres y en los que sufren a la figura de Jes¨²s, un tipo pobre y paciente. Ni eso ni el evangelio me recuerdan en nada a la Iglesia de Rouco. A pesar de mis muchas dudas, si el ¨²nico Dios posible ha de tomar partido creo saber de qu¨¦ lado est¨¢.
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