Golpe de autoridad del presidente Camps

La ma?ana del mi¨¦rcoles fue especialmente agitada en el sector inmobiliario y entre los medios de comunicaci¨®n. El s¨²bito desplome burs¨¢til de la firma Astroc dispar¨® todas las alarmas y alent¨® el morbo que suelen desprender las ca¨ªdas de los ganadores, y m¨¢s si son opulentos. La s¨²bita descapitalizaci¨®n de las acciones, las multimillonarias p¨¦rdidas que se cifraban, adem¨¢s de las causas que se aduc¨ªan, abonaban los juicios m¨¢s pesimistas, que no se han confirmado plenamente por ahora. Una leve recuperaci¨®n de las cotizaciones aplaza el veredicto final.

Lo curioso de este episodio es que los augurios m¨¢s l¨²gubres se emit¨ªan desde los c¨ªrculos profesionales relacionados con el urbanismo, que casi coincid¨ªan en considerar este episodio como la mera cr¨®nica anticipada de una fatalidad. "Se ve¨ªa venir", podr¨ªa ser el corolario de la mayor¨ªa los consultados. Un diagn¨®stico que se aviene mal con la calidad y experiencia de algunos de los inversores de referencia y de las cifras arriesgadas en la mentada compa?¨ªa del intr¨¦pido Enrique Ba?uelos. Claro que el viejo maestro J. K. Galbraith ya aleccionaba acerca de la reiteraci¨®n de los errores que propicia hasta en gente sensata y experta el juego de la Bolsa y, obviamente, la pasi¨®n especuladora.

Ser¨ªa temerario y sobre todo precipitado inferir de este trance unas u otras consecuencias pol¨ªticas, especialmente para el partido que gobierna la Generalitat. El PP est¨¢ uncido sin duda al caos urban¨ªstico que nos aflige, pero ser¨ªa excesivo endosarle la crisis emergente -y para algunos ya acuciante- en ese mercado que se ha querido libre y aun desmesurado. Y mucho m¨¢s, imputarle el infortunio de una empresa ambiciosa que, eso s¨ª, ha crecido en parte al amparo de una pol¨ªtica territorial basada en las recalificaciones masivas de parajes y muy a menudo en el agiotaje. S¨®lo en este sentido no puede soslayar el Consell su cuota de culpa y complicidad, que es mucha.

Pero, no obstante su novedad, no ha sido este cap¨ªtulo financiero el que ha condensado el mayor inter¨¦s de los medios pol¨ªticos. Esta semana el protagonismo medi¨¢tico lo han acaparado las candidaturas populares y, m¨¢s concretamente, el alcance de la derrota que se le pronosticaba a Eduardo Zaplana. Los hechos han venido a confirmar con creces el pron¨®stico. El presidente Francisco Camps ha dado un golpe de autoridad que ¨²nicamente podr¨ªa diluirse o volv¨¦rsele en su contra si los pr¨®ximos comicios le fuesen adversos. Esto es: que perdiese el gobierno de la Generalitat, una hip¨®tesis que comienza a suscitar reservas en el partido conservador, tan sobrado de seguridades hasta ahora.

En este apartado, alguna luz podremos ver a partir de ma?ana mismo, cuando el consejero de Sanidad y coordinador de la campa?a electoral, Rafael Blasco, exponga su vaticinio en la tribuna del Foro de Opini¨®n. Desde antiguo, sus an¨¢lisis y prospectivas han sido singularmente certeras, lo que nos conmina a tomar muy en consideraci¨®n sus previsiones. Claro que, para ¨¦l y para todos, seguir¨¢ habiendo una inc¨®gnita hasta que se cuenten los votos, y no es otra que la movilizaci¨®n que pueda alcanzar la coalici¨®n y aproximaci¨®n entre las formaciones de izquierda y la perspectiva un tanto ins¨®lita de un pacto para el desahucio del PP. As¨ª lo revela la misma pr¨¦dica desabrida e ingenua de algunos pr¨®ceres populares alertando sobre los riesgos apocal¨ªpticos de un vuelco republicano y catalanista aparentemente postulado por la oposici¨®n.

Lo que ya no es una inc¨®gnita es el ocaso de la facci¨®n zaplanista, pr¨¢cticamente barrida y acallada mediante unos pocos premios de consolaci¨®n, que incluso tienen visos mortificantes. Se les ha dado cuartel a unos pocos discrepantes, que ocupar¨¢n puestos de salida en las candidaturas, pero como un gesto de magnanimidad m¨¢s que de transacci¨®n. El presidente el partido no ha tenido que transigir nada y ha contado con el apoyo de las m¨¢s altas instancias partidarias para enviar al ostracismo a cuantos ha querido, incluido el presidente de las Cortes, Julio de Espa?a, con no poco regocijo del personal empleado en la C¨¢mara.