Historia (triste) de una madre y su ni?o
'El ni?o de El Royo' ha vuelto al internado mientras su madre, enferma bipolar, lucha ahora por sacar del psiqui¨¢trico a su pareja
?Qui¨¦n se acuerda ya del ni?o de El Royo? Su corta y azarosa existencia, entre casas de acogida, internados y el hogar materno, le proporcion¨® una fama ingrata que a punto estuvo de hacerle protagonista de una pel¨ªcula si un juez no lo hubiera impedido. Tras casi cuatro a?os de silencio medi¨¢tico en los que ha vivido con su madre en Ciudad Rodrigo (Salamanca), su historia vuelve a la mirada p¨²blica. A sus ocho a?os, vive de nuevo en el colegio donde pas¨® gran parte de su infancia. ?Qu¨¦ ha ocurrido?
Margarita no cumple su promesa, y a las cinco de la tarde, por m¨¢s que se llama a su puerta, no contesta. Desde la calle s¨®lo se oyen los pitidos del tel¨¦fono, arriba, que tampoco descuelga. Horas despu¨¦s, contar¨¢ su historia con detalle, un calvario an¨®nimo hasta que naci¨® su hijo y toda Espa?a supo del sufrimiento de una madre con trastorno bipolar que luchaba por recuperar al cr¨ªo que le hab¨ªan retirado.
"Los asistentes sociales la visitaban, y a veces no les abr¨ªa la puerta", dice la Junta
Hijo de una mujer man¨ªacodepresiva y un padre esquizofr¨¦nico, el peque?o tuvo pronto un bautizo medi¨¢tico: el ni?o de El Royo. As¨ª se llamaba el pueblo de Soria donde fue a parar en acogida, con un matrimonio que tuvo que entregarlo, dolorosamente, meses despu¨¦s por sentencia judicial. Del beb¨¦ se hizo cargo una t¨ªa materna en Salamanca, despu¨¦s pas¨® a un internado, luego volvi¨® con su madre, de nuevo al internado, otra vez con la madre, como una pelotita de ping-pong.
En medio de un cruce de sentencias, recursos judiciales y declaraciones, el ni?o ha ido creciendo. Y la vida le ha devuelto al internado. "Ah¨ª est¨¢ bien y ah¨ª estar¨¢ hasta que se solucione todo", dice Margarita, que ahora vive en Ciudad Rodrigo, donde ha pasado con el ni?o los ¨²ltimos tres a?os. Lo que esta mujer quiere solucionar ahora es la salida de su pareja del centro penitenciario alicantino donde est¨¢n internados los presos que, como ¨¦l, tienen alg¨²n trastorno psicol¨®gico. Lucas prendi¨® fuego en casa cuando los tres viv¨ªan en Salamanca -"s¨®lo quem¨® una persiana", minimiza Margarita-. Y nadie duda de que remover¨¢ Roma con Santiago para recuperarlo. Ella atraviesa Espa?a para verlo de tanto en tanto. "A veces me llevaba al ni?o, pero se pon¨ªa muy malito, no le sentaban bien los viajes y ¨¦l no quer¨ªa porque en la escuela le re?¨ªan por no ir a las clases".
Hasta que las escapadas de la madre colmaron el vaso. "Yo no he hablado de absentismo", dice el director del colegio donde estudiaba el cr¨ªo. "S¨®lo he comunicado por los cauces oficiales que no lo recog¨ªan a su hora. S¨ª, el ni?o va bien en los estudios. Me disculpar¨¢ si no le digo nada m¨¢s". De lo dem¨¢s se encargaron los agentes por orden judicial. Aunque la madre consiente que el ni?o est¨¦ ahora internado. "Pero que quede claro, si me lo quitan yo no soy persona".
No se encuentra mucha gente en Ciudad Rodrigo que quiera dar su nombre para hablar de Margarita. Y menos a¨²n que defienda su batalla por vivir con el ni?o: "No est¨¢ en condiciones. Y si ella est¨¢ mal, con el padre ser¨ªa a¨²n peor", dicen.
En un pueblo con vocaci¨®n de peque?a ciudad, con un hermoso casco hist¨®rico lleno de palacios y casas solariegas, donde los lugare?os se paran a mirar las esquelas del d¨ªa, Margarita es conocida y temida. Los vecinos del lugar han sido testigos en alguna ocasi¨®n de las extravagancias p¨²blicas, la verborrea insolente, los gestos imp¨²dicos y los insultos de Margarita a sus paisanos cuando el trastorno bipolar gana a las medicinas mal tomadas. "No se te ocurra poner mi nombre en el reportaje, ?qu¨¦ quieres, que me persiga d¨ªa y noche? Pues anda, que como la coja con uno, vas apa?ado". Margarita tampoco habla bien de muchos de ellos. "Si en este pueblo se hubieran portado conmigo como lo hicieron en El Royo para defender al matrimonio que ten¨ªa a mi ni?o...". Pero qu¨¦ va. En Ciudad Rodrigo opinan que ella no est¨¢ capacitada para ejercer de madre. "Esos espect¨¢culos que monta... S¨ª, el ni?o va bien vestido y suele comer en el comedor del colegio, pero de puertas adentro... Cuando quiere le deja jugar, cuando quiere se lo proh¨ªbe, anda siempre solo dando patadas al bal¨®n...", cuentan algunos, aunque la estanquera le ve "feliz y alegre", dice delante de Margarita.
?C¨®mo ha vivido estos ¨²ltimos a?os? "Cuando quer¨ªa lo llevaba al colegio de Salamanca y all¨ª lo dejaba", dicen. Lo sabe bien la consejera de Familia de Castilla y Le¨®n, Rosa Valde¨®n, y as¨ª se lo han comunicado al juez cada vez que el ni?o entraba o sal¨ªa del internado. "Esta mujer no est¨¢ en condiciones de tener al ni?o. Si tuviera control con la medicaci¨®n... pero no es disciplinada. ?Darlo en adopci¨®n? Lo intentamos cuando era un beb¨¦ y el juez lo impidi¨®. Ahora habr¨ªa que reevaluar el caso. Quiz¨¢ el ni?o est¨¢ bien en el centro de Salamanca, ah¨ª lo cuidan profesionales, tiene afecto, pero el caso es complicado, porque si lo acogiera una familia debe saber que la madre tambi¨¦n estar¨¢ ah¨ª".
Si Margarita tuviera apoyo familiar la cosa ser¨ªa distinta, pero una t¨ªa del ni?o lo intent¨® y no soport¨® las presionesde su hermana. "Tampoco hace caso de los controles oficiales. Los asistentes sociales la visitaban, y a veces no les abr¨ªa la puerta. Ellos no son polic¨ªas", sigue la consejera.
Margarita no quiere saber mucho de su familia. Su af¨¢n es sacar a Lucas, con quien tiene una relaci¨®n desde hace 17 a?os, del internado psiqui¨¢trico. Piensa que los tres juntos ser¨¢n una familia feliz. "Lucas quiere mucho al ni?o, aunque a veces se alegra de que no lo lleve conmigo a las visitas, porque no nos deja ni hablar", se r¨ªe. Tampoco al ni?o le hace mucha gracia que le hable de Lucas: "Cuando le llamo por tel¨¦fono y le digo 'papi tal o papi cual', me corta y me dice que me va a contar un chiste", r¨ªe otra vez.
Y ella vuelve a sus recuerdos. A su infancia, feliz, hasta que cumpli¨® 16 a?os y las primeras depresiones se adue?aron de ella. Su ¨²nico intento de suicidio, dice, fue cuando se enter¨® de que su madre ten¨ªa c¨¢ncer. "Me tir¨¦ al r¨ªo, pero nada, sal¨ª yo sola".
La herencia bipolar
A veces a Margarita el ni?o la desespera. "Es muy inquieto, no para. Le digo que me deje dormir un poquito, pero al rato me despierta: 'Mami, ya has dormido mucho'. Y entonces ponemos la tele". Ha consultado a los m¨¦dicos. No sabe si su hijo tiene un cuadro hiperactivo.
La herencia psicol¨®gica de un padre esquizofr¨¦nico y una madre bipolar es dif¨ªcil de determinar. "Se hereda la predisposici¨®n y, desde luego hay un porcentaje mayor de probabilidad. Luego est¨¢ el ambiente en el que viva el ni?o, que tambi¨¦n es dif¨ªcil saber c¨®mo le afectar¨¢", dice Alberto Fern¨¢ndez Liria, jefe del servicio de Psiquiatr¨ªa del Hospital de Alcal¨¢ de Henares. Advierte que separar a un cr¨ªo de sus padres, si se quieren, tambi¨¦n es un problema, y, en contra de lo que pudiera imaginarse, opina que es m¨¢s traum¨¢tico la inestabilidad a los pocos meses de vida, que la que se pueda sufrir cuando son m¨¢s mayorcitos. "Lo que pasa es que de chiquitines no dicen nada, pero les puede quedar un d¨¦ficit afectivo, de apego, que se puede manifestar en el futuro. Cuando van creciendo es m¨¢s f¨¢cil que entiendan la situaci¨®n que viven", prosigue Fern¨¢ndez Liria. A juicio de este psiquiatra, un trastorno bipolar no impide criar debidamente a un hijo. "De hecho hay personajes p¨²blicos que conocemos todos, pol¨ªticos y otros, que lo padecen, pero bien tratado no se nota, se controla".
La esquizofrenia tiene peor trato. "Va dejando secuelas desde el primer brote, el deterioro se acrecienta". "En los esquizoafectivos, sin embargo, no hay ese deterioro". Margarita dice que eso es lo que es Lucas, su pareja.
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