'Materia reservada'
Un amigo con la suficiente paciencia como para haberse le¨ªdo las ordenanzas municipales hizo un experimento: cont¨® las infracciones que se comet¨ªan en la Rambla de Catalunya, entre la Jirafa Indolente y el Pensador Bovino, es decir, entre la Diagonal y la Gran Via, un domingo por la ma?ana de esta primavera. No bajaban de 100. Les ahorro los detalles porque todos ustedes los conocen desde hace tiempo si han paseado por all¨ª y se han tropezado con las sillas abusivamente colocadas de las terrazas o con las vallas apenas se?alizadas de las obras p¨²blicas, en el caso, claro est¨¢, de no haber sido atropellados por motoristas, patinadores y ciclistas.
Sin embargo, como era un domingo por la ma?ana, mi amigo tuvo que a?adir nuevas infracciones, de la 101 en adelante, que consist¨ªan en el desprecio absoluto a las se?ales de tr¨¢fico que indicaban que, en d¨ªas festivos, las calzadas se convert¨ªan en peatonales. Los coches circulaban con la misma intensidad que los d¨ªas laborables.
Cuando mi amigo lleg¨® al cruce de Rambla de Catalunya con Consell de Cent se top¨® con una pareja de la Guardia Urbana. Movido por la ansiedad, y quiz¨¢ tambi¨¦n en busca de consuelo, fue a contarles lo que hab¨ªa visto. Uno de los guardias, un esc¨¦ptico, contest¨® que ellos estaban all¨ª, pero que no pod¨ªan hacer nada. El otro guardia, un sangu¨ªneo, grit¨® que estaban all¨ª, en efecto, pero no por eso ten¨ªan la obligaci¨®n de controlar lo que un ciudadano les advert¨ªa. Como mi amigo les indicara que los coches pasaban a toda velocidad ante sus narices, el sangu¨ªneo se enfureci¨® de manera peligrosa. Menos mal que el guardia esc¨¦ptico lo calm¨® y, dirigi¨¦ndose a mi amigo, le argument¨® que no hab¨ªan en la ciudad polic¨ªas suficientes para hacer cumplir las normas. Sin amilanarse, mi amigo interrog¨®: ?Cu¨¢ntos guardias urbanos hay en la ciudad? El sangu¨ªneo le dijo que se fuera al cuerno -o algo peor- y el esc¨¦ptico, calmando de nuevo a su temible compa?ero, concluy¨® tristemente: "Esto es materia reservada".
Al cont¨¢rmela mi amigo, no me llam¨® la atenci¨®n tanto la historia como esta expresi¨®n, materia reservada, que parec¨ªa haber desaparecido del lenguaje p¨²blico. En otros tiempos, cuando los distintos funcionarios del Estado se negaban a contestar a algo alud¨ªan a una misteriosa materia reservada o a un terminal silencio administrativo. Uno pod¨ªa creer ingenuamente que era obligaci¨®n de la democracia eliminar las materias reservadas en las cosas que afectan al bien com¨²n, pero como hab¨ªa expresado el guardia esc¨¦ptico, no es as¨ª.
Estaba hojeando el peri¨®dico todav¨ªa con el recuerdo del experimento realizado por mi amigo cuando di con tres noticias que parec¨ªan corroborar esta especie de derecho de pernada que son los secretos oficiales, siempre perpetrados a costa de los ciudadanos. Teniendo en cuenta que las tres noticias correspond¨ªan a una sola jornada de informaci¨®n, se pod¨ªa concluir que la materia reservada alcanzaba todos los rincones de la vida p¨²blica.
La primera noticia daba cuenta de la interpelaci¨®n parlamentaria de un diputado acerca de la partida presupuestaria dedicada a la Casa Real. El diputado ped¨ªa conocer no s¨®lo el global de la partida, sino su distribuci¨®n y sus detalles, incluidos los viajes para participar en cacer¨ªas. Al leer la noticia me extra?¨® que esto no fuera ya un derecho adquirido desde un principio por los ciudadanos, que al fin y al cabo son los que pagan con sus impuestos. Sin embargo, el propio peri¨®dico aceptaba con naturalidad el secreto en los gastos de la familia real y pronosticaba el fracaso de cualquier intento parlamentario para averiguarlos. Materia reservada.
La segunda noticia se refer¨ªa al comercio de armas internacional en el que Espa?a est¨¢ implicada de manera muy notoria. Resultaba que en este apartado la famosa transparencia del mercado no se cumpl¨ªa y no sabemos -ni de momento podemos saber- cu¨¢ntas armas generamos ni a qu¨¦ pa¨ªses armamos ni a qu¨¦ terrorismo fortalecemos a trav¨¦s de estos pa¨ªses. Cualquier ingenuo ciudadano puede creer que esos datos son p¨²blicos. Falso. Materia reservada.
La tercera noticia, en las p¨¢ginas econ¨®micas, recog¨ªa la ausencia de informaciones sobre los sueldos y ganancias de los altos directivos de las cajas de ahorro. Aunque se supone que son muy elevados no hay ninguna comunicaci¨®n n¨ªtida al respecto, tal vez, como indicaba cautelosamente el redactor de la noticia, por el h¨ªbrido car¨¢cter, a la vez p¨²blico y privado, de dichas entidades financieras. El ciudadano duda. Por un lado cree tener derecho a saber cu¨¢nto gana el presidente de una de estas instituciones que maneja su dinero; pero por otro lado sabe que dilucidar la naturaleza de una caja de ahorros es una tarea tan arriesgada como tomar el sol sobre arenas movedizas. Materia reservada.
Con tantas materias reservadas no es de extra?ar que al guardia municipal se le ocurriera que tambi¨¦n el n¨²mero de guardias municipales de la ciudad era un secreto oficial. No obstante, siempre puede haber un alcalde que le diga que esto no es as¨ª y que, adem¨¢s, tiene que procurar que se cumpla la ley. Por eso, en medio de tantos ajetreos electorales, no estar¨ªa mal que, bloc en mano, los candidatos a la alcald¨ªa de Barcelona repitieran el experimento de mi amigo y compitieran en el registro de infracciones. Sin convertirlo, por favor, en materia reservada.
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