El PP y la Restauraci¨®n canovista
El PP acostumbra a negar sus or¨ªgenes. Rechaza que se le presente como el partido heredero del franquismo sociol¨®gico. Cuando Manuel Fraga Iribarne, relevante ex ministro de la dictadura, fue el jefe supremo de la entonces Alianza Popular -partido que fund¨® personalmente con la valiosa ayuda de otros ex altos cargos del Antiguo R¨¦gimen-, el debate sobre el delicado asunto de las ra¨ªces populares ya se procuraba desviar hacia el m¨¢s presentable periodo de la Restauraci¨®n. No en vano a Fraga le gustaba compararse con Antonio C¨¢novas del Castillo, hasta el extremo de que promovi¨® la Fundaci¨®n que lleva su nombre, aunque en la actualidad la FAES de Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar la haya volatizado de hecho.
En 1997 se conmemor¨® el centenario de la muerte de C¨¢novas. La Fundaci¨®n acord¨® editar la obra escrita del padre de la Restauraci¨®n, tarea que culmin¨® en 1999. El pr¨®logo lo escribi¨® Aznar, a la saz¨®n presidente del Gobierno. La presentaci¨®n corri¨® a cargo de Carlos Robles Piquer, que era el presidente de la Fundaci¨®n, y el ep¨ªlogo lo redact¨® Fraga, fundador y presidente de honor de esa instituci¨®n. Se reactiv¨®, adem¨¢s, en esa ¨¦poca la paulatina apropiaci¨®n de la Constituci¨®n de C¨¢diz por el PP y sus plataformas medi¨¢ticas, cual si el coronel Riego que hab¨ªa jurado esa Constituci¨®n y la hab¨ªa proclamado, sublev¨¢ndose contra Fernando VII -lo que lo condujo al cadalso, el 7 de noviembre de 1823-, hubiera sido tatarabuelo de Vicente Mart¨ªnez Pujalte o de ?ngel Acebes.
Pero lo cierto es que el PP ha hecho, y sigue haciendo, todo cuanto est¨¢ en su mano para presentarse como el aut¨¦ntico depositario de la tradici¨®n liberal espa?ola. Bajo el paraguas de la Restauraci¨®n, las discrepancias de fondo entre conservadores y liberales fueron escasas m¨¢s all¨¢ de los bullicios coyunturales. Uno de los sucesores del liberal Pr¨¢xedes Mateo Sagasta fue ?lvaro de Figueroa y Torres (1863-1950), m¨¢s conocido como conde de Romanones. Su "concepto de la sociedad" -sostiene el profesor Javier Moreno Luz¨®n en su libro Romanones. Caciquismo y pol¨ªtica liberal, "no se diferenciaba grandemente del conservador". El llamado Pacto del Pardo -?denominaci¨®n premonitoria?-, acordado en 1881 por C¨¢novas y por Sagasta, oficializ¨® el sistema de los fraudes electorales o pucherazos para controlar y regular la alternancia entre ambos partidos. Los grandes intereses econ¨®micos, los electorales y aun los personales estaban a buen resguardo gracias al omn¨ªmodo poder caciquil.
Romanones -l¨ªder de los liberales despu¨¦s de Sagasta y del bien intencionado Jos¨¦ Canalejas- defend¨ªa teor¨ªas como ¨¦sta: "Lo que la democracia quiere es que todos los hombres (...) tengan un voto y los mismos derechos (...); pero lo que no puede querer nunca la democracia es que lo que es fundamento de la vida social se trastorne; porque aunque eso quisiera la democracia, ser¨ªa lo mismo que si no lo quisiera, porque eso es querer lo imposible. Por eso, aunque se reconozca el voto libre e igual a todos los hombres, hay algo superior a las leyes que hace que el voto nunca sea libre e igual para todos, y que de esa desigualdad resulte la igualdad cualitativa".
Democracia, s¨ª, pero fundamentalmente de matriz lampedusiana: es preciso que todo cambie para que todo siga igual. Personajes sin escr¨²pulos como Francisco Romero Robledo, que milit¨® en los dos grandes partidos y en varias facciones o escisiones de los mismos, procuraban que la m¨¢quina de fabricar pucherazos actuara con eficacia. Poco antes de morir, el admirado colega Luis Carandell resum¨ªa, el 7 de junio de 2002 en una conferencia-coloquio en el Caf¨¦ Gij¨®n de Madrid, los fraudes electorales de la Restauraci¨®n con la siguiente an¨¦cdota. Preguntado el poeta Ram¨®n de Campoamor, reci¨¦n elegido diputado, por qu¨¦ circunscripci¨®n hab¨ªa ganado el acta, contest¨®: "Yo, por Romero Robledo".
?Heredero el PP de Franco? ?Heredero de la Restauraci¨®n? No son or¨ªgenes incompatibles, sino m¨¢s bien lo contrario. Tras casos tan escandalosos como el tamayazo, que acab¨® aupando a Esperanza Aguirre a la presidencia del Gobierno auton¨®mico de Madrid, y del que apenas nada se sabe, aunque las sospechas sean evidentes -mientras la justicia sigue mirando hacia otra parte- asistimos estos d¨ªas al estremecedor espect¨¢culo de un sinf¨ªn de irregularidades de car¨¢cter electoral, centradas en los votos por correo y en la manipulaci¨®n del censo. Hasta el momento, casi todos los intentos de regresar por el t¨²nel del tiempo hasta la Restauraci¨®n aparecen protagonizados por el PP. Ingentes cantidades de dinero est¨¢n en juego, porque numerosos planes de urbanismo salvaje podr¨ªan frustrarse en no pocos municipios. No se trata de episodios aislados y de car¨¢cter menor. Nos encontramos, seg¨²n todos los indicios, ante una trama organizada con el fin de alterar fraudulentamente la voluntad ciudadana en las urnas.
Instaurada la II Rep¨²blica, a?ade Moreno Luz¨®n, "los comit¨¦s republicano-socialistas propagaron manifiestos contra el caciquismo: "Venimos a todo trance y cueste lo que cueste, a defender la Rep¨²blica, que significa gobernarse el pueblo por el pueblo, desterrando y ahogando al cacique". ?Ha vuelto ahora la derecha espa?ola a las viejas andadas? Las elecciones municipales y, en parte, auton¨®micas est¨¢n a la vuelta de la esquina. Cuidado porque algunos quieren romper de nuevo las reglas del juego. Y es la soberan¨ªa popular -la que permite el gobierno del pueblo por el pueblo- la que peligra.
Enric Sopena es director de elplural.com
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