Solo para millonarios
Empez¨® comprando pinturas discretas para decorar su casa de reci¨¦n casado, en M¨¦xico. Luego las fue sustituyendo por verdaderas obras de arte. Cuadros cuidadosamente elegidos que buscaba en galer¨ªas de arte, esculturas, muebles antiguos, libros raros. Poco a poco, la afici¨®n fue creciendo, y los ¨®leos llenaron la casa de M¨¦xico y otras dos m¨¢s en Espa?a. Y un d¨ªa se dio cuenta de que pensaba casi m¨¢s en su colecci¨®n, en c¨®mo cuidarla y ampliarla, que en sus negocios. Hasta el punto de saltar de la cama por la noche y lanzarse al sal¨®n a buscar en un lienzo, linterna en mano, la firma del artista descubierta de pronto en el cat¨¢logo. El empresario Pl¨¢cido Arango -due?o del Grupo Vips-, coleccionista desde hace cincuenta a?os, no sabe cu¨¢ndo se oper¨® ese cambio, pero reconoce cuando reflexiona sobre los s¨ªntomas que atesorar obras de arte ya no es para ¨¦l una mera afici¨®n, sino una pasi¨®n. Una pasi¨®n que se alimenta a s¨ª misma y que puede ser obsesiva, cuando el deseo de posesi¨®n se desborda. Es un juego tambi¨¦n, altamente competitivo, en el que se lucha porque la pieza deseada no caiga en manos de otros. Un juego en el que todos presumen de tener buen ojo, y en el que, para disfrutar, es requisito imprescindible olvidar cuanto antes los errores.
Arango compra arte desde hace 50 a?os. No se considera un erudito, sino un buen aficionado
Coleccionar es un juego competitivo. Se lucha porque la pieza deseada no caiga en manos de otros
Helga de Alvear no compra obra de artistas que est¨¢n en los museos. Necesita ser descubridora
Juan Abell¨® presta sus obras con la condici¨®n de que no tengan que cruzar el Atl¨¢ntico
La pintura religiosa se cotiza menos. La gente prefiere colgar un bodeg¨®n antes que una crucifixi¨®n
Alicia Koplowitz tuvo un 'bacon', pero no pudo convivir con ¨¦l. A su colecci¨®n le falta un 'mir¨®'
Arango no se considera un experto en arte, un erudito, sino un buen aficionado que conoce los entresijos de los circuitos art¨ªsticos. Dedica tiempo a disfrutar de sus obras, a leer libros especializados y revistas, a conversar con los expertos que le asesoran, a escuchar el dictamen de los restauradores -se f¨ªa mucho de dos en particular-, a regatear con marchantes y anticuarios. Y as¨ª ha ido engrosando poco a poco su colecci¨®n de pintura, b¨¢sicamente espa?ola: una de las m¨¢s hermosas y est¨¦ticamente coherentes que existen en Espa?a. Obras de Goya, de El Greco, de Zurbar¨¢n, de Ribera, de Murillo, de Van der Hamer, de Pedro de Campa?a, de Yepes, de Orellana, de Fortuny, de Guti¨¦rrez Solana, de Dal¨ª, de Mir¨®, de Sorolla, de T¨¤pies, de Barcel¨®, de Saura, y una extraordinaria de Picasso pintada en Avi?¨®n en 1914. Piezas buscadas una a una, a las que se a?aden preciadas esculturas de Henry Moore, de Louise Bourgeois, de Juan Mu?oz, de Cristina Iglesias...
Arango, nacido en M¨¦xico, hijo de asturiano, miembro del patronato del Metropolitan Museum of Art de Nueva York (lo ha sido tambi¨¦n del Prado), es uno de los grandes coleccionistas de arte espa?oles. Pero los s¨ªntomas de su pasi¨®n, en menor o mayor grado, son los mismos que presentan decenas de otros amantes del arte. La empresaria Alicia Koplowitz pasa noches en vela cuando tiene entre manos la compra de una gran obra. La galerista Helga de Alvear, due?a de una gran colecci¨®n de pintura y fotograf¨ªa de artistas actuales -tiene tambi¨¦n obras de Kandinsky, de Marx Ernst, y un dibujo de Picasso-, dedica los fines de semana a documentarse sobre los artistas que m¨¢s le interesan, leyendo revistas especializadas. Juan Abell¨® vive pendiente de su museo particular, disperso en cinco casas, y a la menor duda sobre el estado de sus joyas convoca a los restauradores.
As¨ª son los coleccionistas. Gente que cuenta con un equipo dedicado a archivar los expedientes de sus cuadros, elaborar el cat¨¢logo, colocar los lienzos en el mejor emplazamiento, restaurarlos, asesorar al comprador..., porque el arte con may¨²sculas es una disciplina dif¨ªcil, que requiere preparaci¨®n profesional. Luego est¨¢ el olfato, la osad¨ªa, el amor al riesgo, y la capacidad econ¨®mica exigida para afrontar un lujo de tales proporciones. Pero hay arte para todos los bolsillos, protesta Helga de Alvear. "Yo no tengo segunda residencia, ni yate, ni un gran coche. Compro obras de arte, es cuesti¨®n de elegir". A juzgar por el auge de ferias y subastas de arte, son cada vez m¨¢s los que piensan como ella. La afici¨®n aumenta tambi¨¦n a medida que crecen las cuentas bancarias, en una Espa?a pr¨®spera, llena de nuevos millonarios gracias al boom inmobiliario.
En el plazo de unos pocos a?os, este pa¨ªs se ha convertido en un mercado importante para las casas de subastas. Christie's, que organiz¨® en 2004 su primera subasta en Madrid, vendi¨® obras por valor de 15 millones de euros en la ¨²ltima, de octubre pasado.
Por Arco pasa la mayor¨ªa de los coleccionistas grandes, medianos y peque?os. Y compran arte a raudales. Cada uno seg¨²n sus gustos y su nivel. Helga de Alvear disfruta descubriendo artistas j¨®venes, pero no se plantea siquiera la posibilidad de poseer un greco, un goya o una escultura de Henry Moore. Tampoco Pilar Citoler, dentista de profesi¨®n y due?a de una notable colecci¨®n de arte contempor¨¢neo. Ni Fernando Meana, abogado que posee importantes obras de artistas actuales. Son conscientes de la imposibilidad de llegar al nivel de los Arango, Abell¨®, Koplowitz, March o V¨¢rez Fisa, que atesoran obras valoradas en muchos millones de euros por las aseguradoras, fuertemente protegidas y cuidadas con mimo en las respectivas mansiones. Un grupo que forma parte del restringido club de los grandes coleccionistas internacionales, en el que apenas caben dos centenares de socios, seg¨²n la revista especializada Artnews.
Jos¨¦ Luis V¨¢rez, quiz¨¢ el m¨¢s herm¨¦tico en un colectivo obsesionado con la discreci¨®n, es un coleccionista nato que hace a?os vendi¨® al Estado las piezas de cer¨¢mica griega y romana que hab¨ªa ido juntando. Es due?o de un vel¨¢zquez y ha comprado mucha pintura antigua espa?ola en el extranjero.
No menos herm¨¦ticos y reservados son los banqueros mallorquines Juan y Carlos March, due?os de excelentes colecciones; lo mismo que el financiero Juan Abell¨® y las hermanas Alicia y Esther Koplowitz. Sus colecciones no son accesibles al p¨²blico, pero salen de casa cada vez m¨¢s, porque es dif¨ªcil resistirse a las constantes peticiones de pr¨¦stamo de museos y galer¨ªas. Juan Abell¨® est¨¢ dispuesto a cederlas con la condici¨®n de que no tengan que cruzar el Atl¨¢ntico. No es que el avi¨®n le asuste, pero un desplazamiento tan largo le intranquiliza. En caso de accidente, el dinero del seguro nunca podr¨ªa resarcirle de la p¨¦rdida.
Arango considera el pr¨¦stamo casi una obligaci¨®n. No hay que mantener la colecci¨®n cautiva. El coleccionista comienza su carrera alentado por una especie de codicia, cree ¨¦l, llevado por el deseo de poseer con total plenitud la obra, pero acaba siendo desprendido. Por eso mucha gente ha visto su c¨¦lebre dal¨ª Violetas imperiales, de 1938, una fecha todav¨ªa espl¨¦ndida en la producci¨®n del artista. Una obra que viaj¨® al Guggenheim de Nueva York en 2006, formando parte de la exposici¨®n de pintura espa?ola De El Greco a Picasso. Y alguno de los mejores bodegones que posee se exhibi¨® en la National Gallery de Londres, a mediados de los a?os noventa, en la muestra Spanish still life. En octubre pasado, Arango cedi¨® una selecci¨®n de sus obras de los siglos XVI al XIX al Museo de Bellas Artes de Oviedo.
Su larga experiencia le permite manejarse con soltura entre los grandes marchantes. Sabe que el gran riesgo a la hora de comprar pintura antigua es su estado de conservaci¨®n, algo que no se ve a simple vista. Y que puede resultar fatal, porque convierte a la pintura en algo fr¨¢gil, y la deprecia. Pero no s¨®lo influye el tiempo. Artistas del siglo XX como Jackson Pollock o Marx Rothko cuidaban poco la calidad de la pintura que utilizaban.
A Arango le gusta revisar una y otra vez la obra gr¨¢fica que ha ido adquiriendo: grabados, litograf¨ªas, aguafuertes. Pero nunca habla de lo que ha pagado por sus tesoros. Ni por la pintura religiosa que cuelga de los muros de su casa. Inmaculadas de Murillo y monjes de Zurbar¨¢n, que no alcanzan en el mercado internacional la misma cotizaci¨®n que la pintura civil. S¨®lo los bodegones, un arte supuestamente menor, escap¨® en Espa?a del rigor de la contrarreforma, y hoy se cotizan m¨¢s que los santos. "Entre colgar una crucifixi¨®n y un bodeg¨®n en el sal¨®n de tu casa, ?qui¨¦n dudar¨ªa?", dice un experto.
Casi ning¨²n coleccionista est¨¢ c¨®modo hablando de precios y cotizaciones. Pero el mercado manda. La ¨²ltima adquisici¨®n de Juan Abell¨®, un impactante tr¨ªptico de Francis Bacon, cost¨® 25 millones de euros. Es una pintura enorme, un fogonazo de luz naranja sobre el que se desplazan figuras retorcidas. Abell¨® es un gran amante del pintor atormentado, del que ya pose¨ªa una obra, un peque?o tr¨ªptico de 1975. Hace unos a?os pag¨® casi diez millones de euros por una bailarina de Degas que adorna su despacho en el palacete de Torreal, la compa?¨ªa inversora que preside. Hay cuadros de Barcel¨®, Mir¨®, T¨¤pies, de Jos¨¦ Mar¨ªa Sicilia, paisajes del Madrid barroco, de autores an¨®nimos, tapices, una preciosa colecci¨®n de dibujos del siglo XVII, y el fabuloso bacon. Obras que valen mucho m¨¢s que la sede de la financiera, comprada a los ¨¢rabes por algo m¨¢s de 17 millones de euros.
Si artistas de menor reputaci¨®n se cotizan tanto, ?cu¨¢nto puede valer entonces el vel¨¢zquez de V¨¢rez Fisa, un retrato imponente del conde-duque de Olivares casi id¨¦ntico al que posee la Hispanic Society of America? Por sorprendente que parezca, la ¨²ltima obra del genio sevillano que se subast¨® en el mercado, en 1999, Santa Rufina, se adjudic¨® por unos ocho millones de euros. Una suma muy baja si se considera que, en 2003, el Museo del Prado pag¨® 23 millones de euros por El barbero del Papa, tambi¨¦n de Vel¨¢zquez. "Lo que se subasta no es tanto una firma de prestigio como una obra determinada. Por eso los precios oscilan much¨ªsimo dentro de la producci¨®n de un artista", comenta un experto de Christie's. S¨®lo eso explica que en la subasta organizada por esta firma brit¨¢nica en Nueva York el pasado noviembre, obras de Gustav Klimt y Kirchner rondaran los 40 millones de d¨®lares (30 millones de euros), frente a alg¨²n cuadro de Picasso, vendido por menos de la mitad. La moda y la obra mandan. Todav¨ªa resulta dif¨ªcil digerir las sumas pagadas por Number five, de Pollock, y Woman III, de Willem de Kooning: nada menos que 140 y 136 millones de d¨®lares, respectivamente (107 y 104 millones de euros).
Son precios excepcionales, que no pueden tomarse como pauta absoluta del valor de mercado de un artista. No vale lo mismo una obra menor de Goya que La condesa de Chinch¨®n, que el Museo del Prado compr¨® en 2000 por 4.000 millones de pesetas (unos 24 millones de euros). El cuadro, fechado en 1800, es casi tan hermoso como Maja y celestina en el balc¨®n, propiedad de Alicia Koplowitz. Su due?a pag¨® religiosamente el precio de mercado por esta joya. Un precio reducido al ser inexportable.
Alicia Koplowitz y su hermana Esther son incondicionales admiradoras del pintor aragon¨¦s. Dos de los 17 cuadros robados del domicilio madrile?o de Esther Koplowitz, en agosto de 2001 (todos fueron recuperados meses despu¨¦s), eran goyas. El episodio permiti¨® confirmar que la mayor de las Koplowitz atesoraba obras maestras, entre ellas El columpio, del genio aragon¨¦s.
La afici¨®n de las dos hermanas tiene origen familiar. Su primera pieza fue la colecci¨®n de 12 tablas de enconchados, heredada de sus padres, de la que s¨®lo existen otras dos muestras en el mundo, una en Argentina y otra en el Museo de Am¨¦rica. Son tablas que representan escenas de la conquista de Am¨¦rica y fueron realizadas en el siglo XVII.
Alicia ha llegado m¨¢s lejos en su afici¨®n por el arte. Y ha reunido un importante patrimonio. Conoce a fondo la historia de los cuadros que compra, y la de los artistas que los pintaron. Dedica no menos de 12 horas a la semana a atender esta pasi¨®n que la est¨¢ llevando a ser un nombre de referencia en ese mundo. Forma parte del patronato de Christie's y hace unos meses entr¨® en el del Prado, lo que le causa una enorme satisfacci¨®n y orgullo. En su mansi¨®n de Madrid tiene varios goyas; un bell¨ªsimo picasso, de 1906, con un valor no inferior a los 10 millones de euros; lienzos de Egon Schiele, Gustav Klimt, Marx Rothko y Kees van Dogen. Tuvo un bacon, pero lo vendi¨® en cuanto pudo, incapaz de convivir con una obra tan perturbadora. No se arrepiente. S¨ª lamenta, en cambio, no haberse hecho a¨²n con un mir¨®. No se trata, por supuesto, de atesorar firmas famosas. Como dice Helga de Alvear, "si s¨®lo compras nombres est¨¢s perdida, porque el mejor artista tiene obras menores".
A Koplowitz le interesa la obra, no s¨®lo el artista; el lienzo que conmueve. Cuando se trata de pintura antigua, desconf¨ªa de la producci¨®n final del artista, porque muchos pintores recurr¨ªan a su taller, y se lo piensa mucho antes de dar el paso y comprar una pieza importante. No siempre acierta, pero la empresaria madrile?a -a sus 53 a?os, la mujer m¨¢s rica de Espa?a, seg¨²n los datos recopilados por la revista Forbes-, que admira a Bill Gates y dedica parte de su dinero y de su tiempo a ejercer la filantrop¨ªa, tiene a veces grandes golpes de ¨¦xito. Compr¨® cuadros de Francesco Guardi, un pintor italiano del siglo XVIII que se cotiza al alza. En diciembre pasado se vendi¨® un guardi en Londres por cerca de cinco millones de euros. Koplowitz tiene tambi¨¦n esculturas de Giacometti, de Louise Bourgeois y una espectacular obra de Richard Serra: una enorme mole de hierro, delicada y ondulante como el casco de un barco, encajada en el jard¨ªn. Para fijarla hubo que reforzar el suelo.
La empresaria se siente orgullosa de haber contribuido con sus compras a que mucha pintura espa?ola no haya salido del pa¨ªs. Tambi¨¦n Arango, V¨¢rez Fisa y Abell¨® han hecho un esfuerzo por devolver a Espa?a parte del arte que se cre¨® aqu¨ª y fue sacado ilegalmente al extranjero por sus due?os, o sencillamente form¨® parte del bot¨ªn de invasores pasados. Nadie puede negarles ese m¨¦rito. Aunque escandalicen las cifras fabulosas que son capaces de pagar por un cuadro, existe la posibilidad de que un d¨ªa en un futuro, est¨¦n al alcance de todos. A fin de cuentas, las obras del Museo del Prado son fruto del coleccionismo. Lo mismo que las del Thyssen Bornemizsa, el Picasso de Barcelona y tantos otros museos. El coleccionista, como piensa Pl¨¢cido Arango, puede ser codicioso al atesorar las obras con las que sue?a, pero al final, se vuelve desprendido. Capaz de compartir.
Del caos del IVA a la falta de incentivos fiscales
NO ES CASUAL que las grandes colecciones de arte privado est¨¦n en Estados Unidos. Adem¨¢s de ser el pa¨ªs con mayor n¨²mero de multimillonarios, la legislaci¨®n incentiva con importantes desgravaciones fiscales a los que compran obras dearte. Espa?a ser¨ªa algo as¨ª como el reverso de la medalla. Aqu¨ª las desgravaciones brillan por su ausencia y los que compran cuadros fuera se ven obligados a pagar derechos de importaci¨®n. "Y luego est¨¢ el IVA, que en cada pa¨ªs es distinto. Aqu¨ª es el 16%, mientras en Alemania es s¨®lo el 7%. Eso Bruselas tiene que unificarlo", se queja Helga de Alvear. Por eso, durante a?os, "la gente compraba con dinero negro, a escondidas, sin una factura, sin un papel", dice esta galerista. As¨ª ocurren cosas curiosas. "Intentan hacer un cat¨¢logo razonado de Jos¨¦ Guerrero y no pueden porque nadie sabe d¨®nde est¨¢n las obras ni qui¨¦n las ha comprado", a?ade.
No es el caso de los grandes coleccionistas, de los que compran legalmente obras con su correspondiente expediente, y pagan los impuestos de rigor. Pero, aun as¨ª, lo normal es que mantengan la mayor reserva sobre los precios de su adquisici¨®n, incluso sobre su colecci¨®n. Sin alicientes fiscales es dif¨ªcil competir con los magnates estadounidenses, con los rusos o con los chinos, que despuntan con fuerza como grandes competidores en el mercado del arte. Dentro de Europa, Alemania y Suiza ofrecen condiciones algo m¨¢s favorables a los coleccionistas. Suiza es un caso especial. Un pa¨ªs peque?o que ha dado extraordinarios fondos art¨ªsticos, como el del galerista Beyeler.
La soluci¨®n para los espa?oles que han reunido importantes firmas es, cada vez m¨¢s, crear una fundaci¨®n. Una f¨®rmula que permite desgravar y facilita las adquisiciones, adem¨¢s de mantener las obras unidas y ligadas al nombre del propietario. La colecci¨®n de Helga de Alvear, integrada por unas 2.000, muchas de ellas instalaciones y v¨ªdeos, ir¨¢ a parar al futuro Centro de Artes Visuales y Fundaci¨®n Helga de Alvear que se est¨¢ construyendo en C¨¢ceres. Un lugar que estar¨¢ listo en 2010, que no se limitar¨¢ a ser un contenedor muse¨ªstico de esa colecci¨®n, sino un centro vivo abierto a exposiciones, conferencias y espect¨¢culos. Tambi¨¦n Pilar Citoler, due?a de m¨¢s de 600 obras (la mayor¨ªa guardadas en un almac¨¦n), est¨¢ preparando una fundaci¨®n que vele por ellas. Algo que ya han hecho muchos otros coleccionistas, entre ellos Joaqu¨ªn Rivero, de la inmobiliaria Metrovacesa, que posee magn¨ªficas obras; el catal¨¢n Josep Su?ol Soler, cofundador de la inmobiliaria Habitat, y Francisco Daurella, due?o de numerosos cuadros de pintura espa?ola de los a?os sesenta y setenta.
Mario Rotllant, que posee una de las mejores colecciones de fotograf¨ªa en Espa?a, cre¨® tambi¨¦n hace unos a?os una entidad para agruparla, la Fundaci¨®n Fotocolectania.
Intuici¨®n y variedad
HELGA DE ALVEAR, alemana del Palatinado que lleg¨® a Espa?a a finales de los a?os cincuenta, vive volcada en el arte actual. A Pilar Citoler le interesa ¨²ltimamente la fotograf¨ªa.
Fernando Meana se deja llevar de vez en cuando por la intuici¨®n, apostando por alguien desconocido. En uno y otro caso son obras que no cuestan fortunas, pero que entra?an riesgos. Sobre lo nuevo, sobre el arte que se est¨¢ gestando, las pautas son m¨¢s tenues y es m¨¢s f¨¢cil equivocarse. "Para saber de arte contempor¨¢neo hay que estudiar", dice Helga. Su propio aprendizaje fue largo. Iba a los museos y s¨®lo miraba la pintura antigua. Ahora, en cambio, no comprar¨ªa las obras de las pinacotecas. "Me aburren. Me gusta apostar por gente nueva. Necesito el est¨ªmulo de ser descubridora", dice. Por ejemplo, en la ¨²ltima edici¨®n de Arco compr¨® obras de Cristina Iglesias (ya bastante descubierta), ?ngela de la Cruz, Jonathan Meese, Helmut Corner, Attind Langage y Jo?o Louro. Entre los autores que prefiere figuran Jean-Marc Bustamante y Marina Abramovic. Artistas cada vez m¨¢s reconocidos.
Pilar Citoler colecciona desde que era muy joven, siguiendo un impulso casi natural. Y ha seguido una trayectoria que parte de la pintura de los a?os sesenta y setenta espa?ola y llega a la fotograf¨ªa moderna. Tiene obras del Grupo El Paso y de la escuela de Cuenca. Alg¨²n canogar, millares (uno se lo robaron hace a?os)
y un t¨¤pies. Luego descubri¨® la maravilla del Grupo Gutai, japon¨¦s, a trav¨¦s de la galer¨ªa Inguanzo. Tiene piezas del pop americano de los setenta y ochenta. M¨¢s que por asesores, Citoler se ha dejado aconsejar por galeristas. Ahora le gusta mucho un joven fot¨®grafo, Daniel Canogar, hijo del pintor. Citoler dice tener mucho apego a su colecci¨®n, a la que ha dedicado por lo menos la mitad de su vida (su profesi¨®n de dentista le ha llevado el resto). Apego s¨ª, pero "no sentido de posesi¨®n", precisa.
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