Las chicas tambi¨¦n pegan
Agresiones y maltrato motivan la mayor¨ªa de los ingresos de las menores en centros de reforma
Tamara vive en el centro de reforma juvenil donde su madre, Isa, cumple 21 meses de internamiento por tres delitos: robo con violencia, maltrato familiar y agresi¨®n a la autoridad. Tamara no conoce a su padre, recluido en la prisi¨®n de Ja¨¦n por fechor¨ªas similares. Tampoco conoce un hogar propio aunque eso, a su edad, debe de ser una cuesti¨®n secundaria. Tamara es un beb¨¦ de tres meses, que naci¨® cuando su madre, de 16, era poco m¨¢s que una ni?a.
La Ley de Responsabilidad Penal del Menor permite que cualquier joven madre internada por delinquir pueda cuidar de su hijo menor de tres a?os, el mismo l¨ªmite de las reclusas adultas. Lo que no prev¨¦ la norma son los desv¨ªos inesperados, como el de una joven, m¨¢s atrapada por la hero¨ªna que por la maternidad, que aprovech¨® una salida al m¨¦dico para fugarse y abandonar a su hijo en el centro de reforma juvenil Bah¨ªa de C¨¢diz, uno de los pocos femeninos de Espa?a, donde cumplen medidas judiciales 38 menores, incluidas madres precoces con tres beb¨¦s.
La maternidad es uno de los "da?os colaterales" en estas dependencias, seg¨²n su directora, Francisca Guerrero, que aprecia un aumento de los delitos violentos entre las internas. "Las chicas suelen venir por maltrato familiar, lesiones y agresiones; es raro que vengan por robo", expone. Tambi¨¦n son infrecuentes los ingresos por cr¨ªmenes, aunque eso no evita que resulten espeluznantes: una joven de 14 a?os mat¨® a su padre tras rociarle con gasolina y prender-le fuego porque no la dejaba salir.
El tipo medio en el centro es, afortunadamente, el de la almeriense que est¨¢ a dos semanas de recuperar la libertad. "Cumplo nueve meses por una pelea con otra ni?a, le romp¨ª las cosas". Renuncia a los detalles. ?Por qu¨¦ ocurri¨®? "Por las miradas. Tonter¨ªas. Fue un momento". Un impulso.
Tambi¨¦n un impulso le llev¨® a "tatuarse" con la punta de un bol¨ªgrafo. El tr¨ªo de la mano simboliza a sus amigas. El quinteto de la barriga significa su actual circunstancia: "Cuatro paredes, yo en medio". En el patio, sentadas al sol, las tres chicas lucen las secuelas del artesanal tatuaje, peque?as picaduras encarnadas. Amigas para siempre.
Un centro de reforma no es una c¨¢rcel. "Tampoco un hotel o un colegio mayor", aclara la directora. "Les recordamos que est¨¢n aqu¨ª cumpliendo una medida judicial, les cuesta menos trabajo asumir que han cometido un delito que a los chicos, quiz¨¢s porque son m¨¢s maduras", expone. Las instalaciones de El Puerto de Santa Mar¨ªa (C¨¢diz), que gestiona la entidad Afanas, se dividen en m¨®dulos de estructura similar: habitaciones individuales; una sala com¨²n con televisi¨®n, m¨²sica y libros; ba?o compartido y aulas. Pero su naturaleza var¨ªa, entre el m¨®dulo de observaci¨®n donde ingresan las reci¨¦n llegadas y el finalista existe una escala de prohibiciones y privilegios. Las pertenencias se convierten en gratificaciones. Ninguna joven viste ropa propia; la comodidad de los cuartos se grad¨²a hasta el confortable chal¨¦ de la ¨²ltima fase. Los m¨®viles y el mp3 est¨¢n vetados. Un tel¨¦fono fijo, com¨²n, les permite recibir y hacer llamadas restringidas. Vuelven al correo convencional. La peor de las ausencias es el tabaco. Por supuesto, nada de drogas. Tras cada permiso en el exterior, se comprueba si han consumido estupefacientes. Hacerlo significa retroceder en el escalaf¨®n de privilegios. Internada por robar, Sabina (nombre falso como los de todas las menores citadas) perdi¨® lo ganado en dos a?os en un permiso de Semana Santa por un positivo en hach¨ªs. Salida fulminante de la empresa de reinserci¨®n. Vuelta atr¨¢s.
Algunas j¨®venes agradecen la ocasi¨®n de formarse. En los talleres eligen pr¨¢cticas ligadas tradicionalmente a lo femenino: la peluquer¨ªa, la est¨¦tica, la cer¨¢mica. El intento por romper estereotipos con clases de mec¨¢nica fracas¨® por su desinter¨¦s, as¨ª que se ha relegado la batalla contra los clich¨¦s sexistas. La verdadera guerra es devolverlas a la sociedad reformadas. "La ley tiene algo magn¨ªfico, establece que la medida sea resocializadora y reeducadora", elogia Salvador Espinosa, el jefe de servicio de la Junta de Andaluc¨ªa que supervisa los centros de internamiento auton¨®micos.
La reinserci¨®n social es la columna vertebral de la ley, que entr¨® en vigor en 2000 y que fue endurecida parcialmente hace un a?o. "Recogemos el fracaso de muchos fracasos de la sociedad, cuando una ni?a ingresa aqu¨ª es porque han fallado la familia, el colegio y los servicios sociales comunitarios", esgrime el subdirector de Afanas, Francisco Ferrer.
El internamiento es un castigo a una conducta delictiva, pero puede ser una oportunidad. Isa lo vive as¨ª. "Estar aqu¨ª me ha servido para sacarme el graduado y traer a mi ni?a al mundo, en la calle ten¨ªa riesgo de aborto", plantea. "Me juntaba con lo peorcito, aunque yo vivo en un barrio pijo". Antes de ingresar en El Puerto de Santa Mar¨ªa, hab¨ªa robado varias veces. Con violencia. Un palo a medias con su pareja, el padre de la beb¨¦ Tamara, con el que ahora intercambia cartas.
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