El tal¨®n de Aquiles del nuevo capitalismo
El 1 de mayo parece una fecha propicia para interrogarse acerca del futuro del trabajo en la nueva econom¨ªa globalizada como la que nos ha tocado vivir en este tr¨¢nsito de siglo. Una nueva econom¨ªa -industrias relacionadas con las nuevas tecnolog¨ªas, las finanzas, la consultor¨ªa y los medios de comunicaci¨®n globales- que, aun cuando sigue siendo una parte peque?a del empleo y del producto que generan nuestras econom¨ªas, tiene sin embargo una enorme capacidad para influir en las pautas del mundo del trabajo, en la vida pol¨ªtica y en las pol¨ªticas de los gobiernos.
Como europeos y espa?oles esta reflexi¨®n es m¨¢s necesaria y oportuna, porque estamos viendo c¨®mo en estos primeros a?os del siglo XXI la econom¨ªa europea ha tomado el relevo de la estadounidense en cuanto la intensidad de los procesos de fusiones y adquisiciones empresariales relacionadas con esa nueva econom¨ªa y a la cuant¨ªa de los capitales involucrados en estas operaciones.
En estas fusiones y adquisiciones que estamos viendo en la econom¨ªa europea (y con m¨¢s proximidad en la espa?ola y en el propio mundo empresarial catal¨¢n), est¨¢n desempe?ando un papel destacado los instrumentos del nuevo capitalismo americano, los hedge funds y el private equity, con sus pr¨¢cticas de troceamiento de empresas y reducci¨®n de empleo, dirigidas a lograr su objetivo b¨¢sico: la b¨²squeda de elevadas rentabilidades a corto plazo, del orden del 25%.
Una de las cuestiones m¨¢s relevantes es ver si este nuevo capitalismo tendr¨¢ en Europa los mismos resultados que en la vida econ¨®mica y pol¨ªtica norteamericana, en t¨¦rminos de fuerte impulso al dinamismo empresarial, pero acompa?ado de la aparici¨®n de una enorme brecha de desigualdad econ¨®mica, de inestabilidad laboral y de una influencia perturbadora en la pol¨ªtica.
A estos efectos se refer¨ªa el prestigioso economista norteamericano Paul Krugman en su ¨²ltimo art¨ªculo publicado en su columna del The New York Times el pasado 27 de abril. Se?alaba que a finales del siglo XIX, en un periodo muy similar en muchos aspectos al de hoy, el hombre m¨¢s rico de Norteam¨¦rica, el empresario John D. Rockefeller, declar¨® una renta de 1,25 millones de d¨®lares, que ven¨ªa a ser unas 7.000 veces la media de la renta per c¨¢pita de Estados Unidos de aquella ¨¦poca. Pues bien, el a?o pasado James Simons, gerente de un hedge fund, declar¨® unas ganancias de 1.700 millones de d¨®lares, m¨¢s de 38.000 veces la renta media norteamericana. En conjunto, los 25 primeros administradores de hedge fund tuvieron unas ganancias de 14.000 millones de d¨®lares. (Para hacerse una idea de lo que significan esa cantidad, Krugman se?ala que son m¨¢s de lo que costar¨ªa suministrar cuidados sanitarios durante un a?o a ocho millones de ni?os, que es el n¨²mero de ni?os que en Am¨¦rica, a diferencia de cualquier pa¨ªs europeo, no tienen seguro de salud).
Pero otro rasgo de este nuevo capitalismo de ra¨ªz norteamericana es su capacidad para influir en la vida pol¨ªtica y las pol¨ªticas p¨²blicas. As¨ª, Krugman se?ala que otro elemento distintivo de la pol¨ªtica de su pa¨ªs es la nostalgia de la moderna derecha norteamericana por la pol¨ªtica de finales del siglo XIX, con su fiscalidad m¨ªnima, la ausencia de regulaci¨®n y la confianza en la justicia social basada en la caridad y el altruismo de los ricos m¨¢s que en los programas sociales p¨²blicos. Una manifestaci¨®n de esa influencia han sido los intentos del Gobierno de Bush para privatizar la seguridad social y desmantelar los programas de salud para los m¨¢s d¨¦biles.
Queda por ver si los efectos de la llegada de esas formas del capitalismo moderno norteamericano a Europa ser¨¢n las mismas que en la vida econ¨®mica y pol¨ªtica norteamericana, tanto en lo que se refiere a la desigualdad de ingresos entre las ¨¦lites y las clases medias y bajas, como en su influencia en las pol¨ªticas sociales y de bienestar.
En todo caso, se puede afirmar que la desigualdad parece ser el tal¨®n de Aquiles de ese nuevo capitalismo. Su manifestaci¨®n m¨¢s visible probablemente es esa enorme descompensaci¨®n entre los elevad¨ªsimos salarios y pensiones de los ejecutivos de m¨¢s alto nivel y el estancamiento, cuando no el retroceso, de los salarios de las capas intermedias de t¨¦cnicos y profesionales y los de los trabajadores manuales. Esta descompensaci¨®n explica la espectacular p¨¦rdida del peso de los salarios en la renta nacional de nuestros pa¨ªses en el ¨²ltimo cuarto de siglo.
Pero la desigualdad presenta tambi¨¦n otras formas que tienen un impacto decisivo en la vida cotidiana de las personas, en su autoestima y en la posibilidad de planificar el futuro de sus vidas. Una de ellas es el fin del trabajo para toda la vida, y la aparici¨®n de formas de trabajo de corta duraci¨®n e inestables, incluyendo el empleo temporal y el trabajo aut¨®nomo, con sus efectos sobre todas las instituciones que giraban alrededor del viejo capitalismo social de trabajo fijo, entre ellas los sindicatos.
Sin duda, los cambios estructurales en el mundo del trabajo carecen de fronteras nacionales. La decadencia del empleo de por vida no es un fen¨®meno estadounidense, sino general de toda la econom¨ªa. Pero la reacci¨®n frente a ese cambio estructural s¨ª admite variaciones nacionales.
Una cuesti¨®n importante es conocer en qu¨¦ medida esta desigualdad es el resultado inevitable de la nueva econom¨ªa, de la globalizaci¨®n y del cambio t¨¦cnico, frente a la cual nada pueden hacer las pol¨ªticas de los gobiernos, o las iniciativas sociales y de los sindicatos o, por el contrario es consecuencia de una determinada cultura del nuevo capitalismo.
A esta cuesti¨®n, trascendente para las vidas de todos nosotros en los pr¨®ximas d¨¦cadas, intenta responder un libro reciente de Richard Sennett (La cultura del nuevo capitalismo. Anagrama). Su tesis principal es que la inseguridad y la desigualdad que aparecen asociadas a la nueva econom¨ªa, y que constituyen su tal¨®n de Aquiles, no son una consecuencia inevitable de la nueva econom¨ªa y de los altibajos del mercado, sino que forman parte del programa de un nuevo modelo institucional; es decir, de una cultura determinada del nuevo capitalismo. La rebeli¨®n contra esta cultura, y contra las pol¨ªticas que la acompa?an, constituye probablemente la nueva p¨¢gina de la historia que est¨¢ por escribir.
Ant¨®n Costas es catedr¨¢tico de Pol¨ªtica Econ¨®mica de la Universidad de Barcelona.
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