"Me sent¨ª en una ratonera; cre¨ª que iba a morir ahogado en el t¨²nel"
Media vida le pas¨® por la cabeza mientras su coche se hund¨ªa en una balsa de lodo en un t¨²nel de la M-30. Se acord¨® de su familia y de sus amigos. Y de aquel 15 de febrero de 1991, cuando la explosi¨®n vol¨® por los aires el patio de casa de su abuela y le arranc¨® las dos manos. Estaba probando mezclas de p¨®lvora para fuegos artificiales. S¨®lo le qued¨® el dedo ¨ªndice del mu?¨®n derecho. "Murphy se ha cebado conmigo. He tenido una suerte muy particular". A las cinco de la tarde del s¨¢bado llov¨ªa a c¨¢ntaros y Jos¨¦ Luis Magallares, ex artificiero del ej¨¦rcito de 37 a?os, volv¨ªa del hospital Gregorio Mara?¨®n de ver a su sobrina reci¨¦n nacida. Conduc¨ªa su coche adaptado para discapacitados en direcci¨®n a su casa, en Vallecas. "Para acortar", cogi¨® el t¨²nel de la M-30 inaugurado hace un a?o que une est¨¢ v¨ªa en direcci¨®n sur con la A-3. El sem¨¢foro de la entrada estaba verde. "Un cartel a mitad del t¨²nel avisaba de balsas de agua", recuerda. "Pero no hab¨ªa m¨¢s advertencias". De repente, se meti¨® en una piscina de lodo en el carril izquierdo. Y ah¨ª se qued¨®.
"Vi que nadie iba a sacarme de all¨ª. Me dije: 'Jos¨¦ Luis, ¨¦chale cojones y ap¨®yate en los mu?ones", recuerda.
El agua entr¨® en el tubo de escape y el motor dej¨® de funcionar. Taponado el carril izquierdo, los otros coches le sorteaban por la derecha. Nadie se detuvo. "Uno incluso me dio un golpe". De repente, se qued¨® s¨®lo en el t¨²nel. "Debieron de encender la luz roja del sem¨¢foro o algo as¨ª, pero ya no pas¨® ning¨²n veh¨ªculo m¨¢s".
Al principio no quiso abrir las puertas del coche para que no entrara el agua. Luego, ya no pudo. "Llam¨¦ al 112. Les dije en la situaci¨®n que estaba y que soy discapacitado. Me dijeron que estaban muy ocupados y que mandar¨ªan a alguien lo antes posible". El coche se hund¨ªa m¨¢s. "Pens¨¦ que iba perder el sistema el¨¦ctrico de un momento a otro y baj¨¦ la ventanilla para no quedar atrapado". Todo, menos su Citr?en Xsara, empez¨® a flotar. "Ten¨ªa una angustia terrible. Me sent¨ª en una ratonera y cre¨ª que iba a morir ahogado en el t¨²nel".
Seg¨²n su versi¨®n, unos 20 minutos despu¨¦s de haber llamado al 112, apareci¨® un equipo de mantenimiento de la M-30. Una dotaci¨®n con aspecto de cuerpo de bomberos, pero sin el equipo ni la preparaci¨®n adecuada. "Tienen el coraz¨®n muy grande, pero muy pocos medios". As¨ª que tras o¨ªr la voz de una chica, que le dijo que se llamaba Natalia y le pregunt¨® si "ten¨ªa piernas", Jos¨¦ Luis sali¨® por la ventana usando sus antebrazos como palanca y chapoteando unos metros. "Nadie iba a sacarme de all¨ª. Me dije: 'Jos¨¦ Luis, ¨¦chale cojones y ap¨®yate en los mu?ones". Y con esa f¨®rmula y la ayuda final de la empleada de mantenimiento, que esperaba fuera con el agua ya por encima del pecho, consigui¨® llegar a la orilla de la balsa de lodo. Desde ah¨ª, 40 minutos despu¨¦s de entrar en el t¨²nel, vio c¨®mo su coche terminaba de hundirse por completo.
Ayer denunci¨® en el juzgado de instrucci¨®n al Ayuntamiento de Madrid. "Esos t¨²neles son ratoneras. No son seguros", exclama muy nervioso a las puertas de los juzgados. "Ese t¨²nel se ha inaugurado hace un a?o. Se supone que re¨²ne todas las medidas de seguridad. Circulaba a velocidad adecuada y por donde estaba permitido", protesta mostrando una ri?onera con algunos restos de lodo.
Jos¨¦ Luis, que vive con una pensi¨®n de 800 euros, se ha quedado sin coche. El agua y el barro se lo comieron. "No tengo manos. No puedo pagar el metro o el autob¨²s, ni sujetarme cuando hay empujones o acelerones", dice mostrando los mu?ones. "Necesito el coche. Y yo no puedo pedir prestado uno a un amigo, necesito que est¨¦ adaptado".
Un portavoz del Ayuntamiento asegur¨® que en el parte de los empleados de Madrid Calle 30 se indica que el rescate no excedi¨® los siete minutos y que la profundidad de la balsa era de 20 cent¨ªmetros. Esta versi¨®n contrasta con las fotograf¨ªas en las que se aprecia barro hasta el techo del veh¨ªculo.
Adem¨¢s, fuentes de Madrid Calle 30 dieron cr¨¦dito a la versi¨®n de Jos¨¦ Luis y dijeron que la profundidad alcanz¨® tres metros en algunos tramos. En cualquier caso, el Consistorio dice que le facilitar¨¢ un veh¨ªculo adaptado.
"Cuando perd¨ª las manos en la explosi¨®n, ten¨ªa miedo del fuego. Los psic¨®logos me aconsejaron que viera varias veces El coloso en llamas. Para superar esto, creo que me vendr¨¢ bien ver P¨¢nico en el t¨²nel", dice con una mezcla de amargura y sentido del humor.
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