El fin de la aventura
Breton amaba las ciudades en las que en cualquier esquina pod¨ªa surgir la aventura. Probablemente su calle era a la vez una geograf¨ªa, la de la gran ciudad, y una historia, una met¨¢fora de la aventura humana, del cambio. Estos ¨²ltimos d¨ªas, en nuestro entorno pol¨ªtico, las opciones pol¨ªticas te¨®ricamente portadoras de proyectos transformadores, es decir, lo que se denomina la izquierda, se han declarado solemnemente garantes del statu quo, portadoras de un proyecto conservador que excluye la aventura. Nos referimos obviamente a las elecciones en Francia y a la fundaci¨®n del Partido Dem¨®crata en Italia. Sin duda, en nuestras sociedades hay mucho que conservar, la democracia para empezar, por lo tanto, no interpreten lo dicho como un juicio totalmente negativo, puesto que ante alternativas pol¨ªticas como las que representan Sarkozy y Berlusconi, aventureros retr¨®grados, votar por el "centro izquierda" franc¨¦s o por el PD italiano nos parece lo m¨¢s razonable. Pero esta conversi¨®n al "fin de la historia" es algo m¨¢s que una imagen electoral.
Ser¨ªa saludable que las propuestas removieran las aguas quietas de las instituciones locales
En un reciente art¨ªculo la intelectual italiana Rossana Rossanda, refiri¨¦ndose al PD cita un verso de Montale: "Hoy s¨®lo esto podemos decirte, aquello que no somos, aquello que no queremos". El no somos no se refiere ¨²nicamente a Berlusconi, es tambi¨¦n un abandono de su historia, o como dice Rossanda, de su ra¨ªz socialista, es decir, de un proyecto de sociedad distinta. El problema no es que este partido se defina modestamente como "reformista", sino que s¨®lo se hacen reformas significativas si se es portador de una propuesta global, de una aventura hist¨®rica, que proporcione fuerza y coherencia a la pr¨¢ctica de cada d¨ªa.
La noche electoral francesa nos ha deparado una confusi¨®n de roles sorprendente. Sarkozy convertido en tribuno de la plebe, asegurando ayuda y protecci¨®n a todos los desvalidos y exaltando la cultura del trabajo, y Le Pen hablando en nombre de los trabajadores, incluidos los inmigrantes legales, mejor si est¨¢n nacionalizados, a los que hay que proteger de la competencia de los reci¨¦n llegados. El centrista Bayrou aparec¨ªa como representante del cambio radical a pesar de su trayectoria de ministro de la derecha y de electo hasta ahora por una base social conservadora. Y la candidata de la izquierda, Royal, por cierto una p¨¦sima comunicadora, se ha limitado a no ser Sarkozy, mostrando una cara m¨¢s amable y defendiendo los valores de toda la vida: familia, esfuerzo, autoridad, bandera e himno.
Como ven el panorama no es muy distinto del de ac¨¢. Frente a un PP rabioso se impone el talante de ZP. Ni m¨¢s ni menos, aunque reconozcamos que menos mal. Y en Catalu?a, desaparecidos del primer plano los dos l¨ªderes hist¨®ricos, es decir, con proyectos de futuro, Pujol y Maragall, y sin el espantap¨¢jaros de un d¨¦bil PP, incapaz de integrar una mayor¨ªa de gobierno, nos hemos instalado en una aburrida tranquilidad, tanto por parte de la coalici¨®n de gobierno como por parte de la oposici¨®n convergente, que ni tan s¨®lo las inocuas salidas de tono de algunos l¨ªderes republicanos logran remover.
Las pr¨®ximas elecciones municipales simplemente prometen m¨¢s de lo mismo. El debate entre los cinco candidatos a la alcald¨ªa de Barcelona ha provocado un entusiasmo muy descriptible, el aburrimiento total. Es posible que tanto los candidatos ahora gobernantes como la mayor¨ªa de los electores piensen que tal como est¨¢n las cosas cualquier cambio ser¨ªa para peor. El partido del alcalde quiz¨¢ ha agotado su capacidad de innovaci¨®n cambiando el candidato. Y los dos partidos minoritarios del gobierno de la ciudad asumen modestas propuestas compasivas, como no tratar mal a prostitutas y mendigos, y ocuparse de los m¨¢s pobres y de los animales, es decir, a demostrar que son buena gente, con el aderezo de un ecologismo light unos y de una vaga e inoperante ret¨®rica nacionalista los otros. Nada nuevo bajo el sol tampoco por parte de la oposici¨®n. Tan poco cre¨ªble es el candidato convergente pretendiendo desbordar por la izquierda al gobierno actual como el del PP presentando una ciudad ca¨®tica, violenta y decadente que no corresponde para nada a la percepci¨®n de la gran mayor¨ªa de los ciudadanos.
En fin, que si los ciudadanos tenemos derecho a no aburrirnos deberemos buscar la diversi¨®n fuera del ¨¢mbito pol¨ªtico. Se ha dicho que la democracia, si va bien, es aburrida. Puede ser, pero el mundo actual y nuestras complejas sociedades urbanas exigen una capacidad de innovaci¨®n permanente y resulta una contradicci¨®n poco aceptable que los discursos pol¨ªticos pidan a los ciudadanos que sean din¨¢micos, innovadores, abiertos al cambio, y su pr¨¢ctica institucional sea inmovilista.
El resultado del aburrimiento es el abstencionismo pol¨ªtico. Es cierto que ahora en Francia la participaci¨®n ha sido muy alta, para votar contra o a favor de Sarkozy. Y es probable que esta movilizaci¨®n de votantes se repitiera ante la amenaza de un retorno de Berlusconi o Aznar en los pa¨ªses respectivos. Pero son votos coyunturales, para defenderse de una amenaza, o movilizados por el populismo demag¨®gico de esta derecha autoritaria. Los sectores m¨¢s vulnerables de la sociedad, m¨¢s marginales, precarios o empobrecidos se encuentran a veces m¨¢s representados por esta demagogia que por el discurso civilizado y conservador de la izquierda, aunque se defina como reformista. Dominique Strauss-Kahn, dirigente social dem¨®crata prestigioso, probable primer ministro o superministro de Econom¨ªa si S¨¦gol¨¨ne Royal es electa, ha justificado esta situaci¨®n argumentando que "los sectores pobres est¨¢n poco estructurados y no son una fuerza con la que se pueda contar para promover un desarrollo democr¨¢tico". Es una dimisi¨®n dif¨ªcilmente comprensible de la izquierda. Una doble renuncia: a un proyecto propio y esperanzador de futuro, y a representar los intereses de los sectores menos favorecidos de la sociedad.
Sin embargo, nos queda la ciudad como ¨¢mbito en el que la iniciativa social y cultural puede manifestarse y tener efectos pol¨ªticos. Ser¨ªa saludable que en las pr¨®ximas semanas, preelectorales, se expresaran propuestas alternativas de todo tipo que removieran las aguas demasiado quietas de las instituciones locales. Y una informaci¨®n de inter¨¦s ciudadano. Si tienen ocasi¨®n viajen a Par¨ªs un fin de semana y visiten la estimulante exposici¨®n ?La calle es nuestra... de todos! en la Gran Biblioteca Nacional de Francia. Ahora que un urbanismo especulativo y una pol¨ªtica miedosa niega o teme la diversidad de la calle encontrar¨¢n en la exposici¨®n una fant¨¢stica explosi¨®n de ideas. La libertad, es decir, la aventura posible, est¨¢ en la calle.
Jordi Borja es urbanista.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.