A la manera brit¨¢nica
Lo primero que salta a la vista, tras contemplar la reproducci¨®n fotogr¨¢fica que la estadounidense Anne Leibovitz ha hecho de la reina Isabel II de Inglaterra, es no s¨®lo su sofisticaci¨®n art¨ªstica, sino que sintetiza las mejores cualidades del retrato moderno brit¨¢nico, que se fragu¨® durante el siglo XVIII y ha sido casi el ¨²nico cauce v¨¢lido a trav¨¦s del cual ha sobrevivido este g¨¦nero en nuestra ¨¦poca. Su intr¨ªnseca sofisticaci¨®n art¨ªstica se revela en la complejidad de los juegos especulares que circundan a la reina, que as¨ª queda engarzada entre el exterior, abierto por la ventana que da al parque, y el interior, cuya espacialidad viene multiplicada por los reflejos del gran espejo que hay a la espalda de la monarca, con lo que se crea una diagonal de luces que vertebran un formidable di¨¢logo dentro-fuera.
En cuanto a la relaci¨®n de esta fotograf¨ªa con el retrato moderno brit¨¢nico, hay que recordar que fueron los pintores de este pa¨ªs los que transformaron el concepto de retrato realista en un icono inseparable de la naturaleza, y que, no pocas veces, lo hicieron precisamente mediante el recurso de introducir la luz natural del exterior en el interior a trav¨¦s de una ventana, cuando no directamente emplazando la figura her¨¢ldica en medio de un jard¨ªn o parque. Es verdad que esta t¨¦cnica pict¨®rica de interpenetraci¨®n de espacios proced¨ªa de la pintura holandesa de la segunda mitad del siglo XVII, pero los interiores as¨ª concebidos por Veermer y sus colegas de los Pa¨ªses Bajos establec¨ªan esta relaci¨®n interior y exterior en un marco urbano, y no como los brit¨¢nicos, cuya aristocracia siempre fue rural, que lo hac¨ªan siempre teniendo como perspectiva el campo.
De esta manera, la reina est¨¢ fotografiada, ligeramente descentrada, dentro de la sobriamente elegante habitaci¨®n, pero recibiendo un haz de luz natural mientras pierde su mirada en el infinito. Est¨¢ suntuosamente engalanada, como quien ha terminado de arreglarse para acudir a una ceremonia protocolaria de alto rango, aprovechando los escasos momentos de tranquilidad sobrantes antes de partir para la cita. Este adelantamiento a la hora prevista, muy concordante con la puntualidad brit¨¢nica, le da un aire como de serena beatitud, m¨¢s posando para s¨ª misma que para una fot¨®grafa. Hace falta, por tanto, una gran experiencia en la realizaci¨®n fotogr¨¢fica de personajes ic¨®nicos para lograr una tan ponderada mezcla de elementos hist¨®ricos e instant¨¢neos sin que el conjunto produzca al final una sensaci¨®n de aceptaci¨®n. Por todo ello, considero que Anne Leibovitz ha realizado, desde luego, un extraordinario trabajo de excelente profesional, pero sin renunciar a ese m¨ªnimo de trasfondo que se le exige a un artista.
Babelia
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